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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Ya que don Pepito pregunta por los tribunales

Anda perdiendo los papeles un día sí y el otro también el insigne editor independentista de Canarias, don José Rodríguez Ramírez, a medida que se va estrechando sobre él el cerco de los tribunales de Justicia, donde al parecer tiene hirviendo los calderos de varias causas, unas penales y las otras civiles, por culpa de su mala cabeza. Le persigue Paulino Rivero y su familia para que cumpla la sentencia que le obliga a publicar una rectificación acerca de sus peregrinas incursiones en el periodismo de investigación azteca y, ya metidos en gastos, para que pague una indemnización por vulneración del derecho al honor de un ramillete de personas ofendidas. En un juzgado penal de Santa Cruz, el número 1, se le acumulan a don Pepito dos causas chungas, una promovida por Santiago Pérez por injurias y calumnias, y la otra por la Fiscalía, que actúa de oficio por injuriar a una juez de Las Palmas de Gran Canaria. En esta capital, por cierto, tiene fijado juicio civil por intromisión ilegítima en el honor y vulneración del derecho a la intimidad el 13 de diciembre, juicio que el insigne faro de Nivaria ya da por perdido, según confesión propia. Tanto ajetreo judicial no le ha permitido ocuparse de causas que le afectan a otros miembros de su casa, como la que sigue viva en juzgados tinerfeños por aquella operación contra la piratería que dio lugar a la detención de José Esteban Rodríguez Rodríguez, titular de una tele que le puso su padre de él para que se entretuviera un ratito. Años después, nadie da señales de aquella imputación.

Anda perdiendo los papeles un día sí y el otro también el insigne editor independentista de Canarias, don José Rodríguez Ramírez, a medida que se va estrechando sobre él el cerco de los tribunales de Justicia, donde al parecer tiene hirviendo los calderos de varias causas, unas penales y las otras civiles, por culpa de su mala cabeza. Le persigue Paulino Rivero y su familia para que cumpla la sentencia que le obliga a publicar una rectificación acerca de sus peregrinas incursiones en el periodismo de investigación azteca y, ya metidos en gastos, para que pague una indemnización por vulneración del derecho al honor de un ramillete de personas ofendidas. En un juzgado penal de Santa Cruz, el número 1, se le acumulan a don Pepito dos causas chungas, una promovida por Santiago Pérez por injurias y calumnias, y la otra por la Fiscalía, que actúa de oficio por injuriar a una juez de Las Palmas de Gran Canaria. En esta capital, por cierto, tiene fijado juicio civil por intromisión ilegítima en el honor y vulneración del derecho a la intimidad el 13 de diciembre, juicio que el insigne faro de Nivaria ya da por perdido, según confesión propia. Tanto ajetreo judicial no le ha permitido ocuparse de causas que le afectan a otros miembros de su casa, como la que sigue viva en juzgados tinerfeños por aquella operación contra la piratería que dio lugar a la detención de José Esteban Rodríguez Rodríguez, titular de una tele que le puso su padre de él para que se entretuviera un ratito. Años después, nadie da señales de aquella imputación.