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Opinión - Salvar el Mediterráneo y a sus gentes. Por Neus Tomàs

Dudar del apaleado es cosa fea

La descoordinación llega hasta a poner en duda lo que los damnificados dicen. Los responsables de la piscina -trabajadores que no deciden- les comentan que la hora anterior a la que ellos utilizan ya está ocupada por los que tuvieron mejor suerte y sí fueron informados. O sea, la opción que les queda es la de intentar cambiar el horario de sus múltiples ocupaciones diarias y llevar a cabo su encuentro con el deporte con una hora de demora respecto a la habitual. “Y menos mal que a esa hora no se apuntaron muchos chiquillos, porque si no serían dos horas”, tienen que escuchar. Y les mandan a la recepción a dejar constancia del cambio. Allí la empleada de turno frunce el ceño y asegura que ese horario no es posible. Para corroborarlo, manda a un propio a la planta alta -la de la piscina- para comprobar que los usuarios no mienten. La calentura a esas alturas es ya grande. Uno de los damnificados se pregunta si eso de la defensa del deporte base que tanto gusta a Soria significa que los demás vayan buscando un agujero en el que caerse muertos. “El verano anterior no pasó nada de esto y también había chiquillos, y muchos, y el griterío era de considerable magnitud, pero oiga, uno no se va a poner pejiguero y piensa que los niños también tienen derecho a nadar. Ahora, esto de que a los demás nos manden al carajo no tiene nombre. Será que desde el 25-M (de 2003) al estío no tuvieron tiempo para desbaratarlo todo, pero un año con esas cabecitas pensando se revela aterrador, visto lo visto. Además qué pasa, ¿los que venimos todo el año somos sólo un voto por cabeza y cada niño dos -padre y madre-? Del mío ya se despidieron, mucho les aguanté”. Dicho queda.

La descoordinación llega hasta a poner en duda lo que los damnificados dicen. Los responsables de la piscina -trabajadores que no deciden- les comentan que la hora anterior a la que ellos utilizan ya está ocupada por los que tuvieron mejor suerte y sí fueron informados. O sea, la opción que les queda es la de intentar cambiar el horario de sus múltiples ocupaciones diarias y llevar a cabo su encuentro con el deporte con una hora de demora respecto a la habitual. “Y menos mal que a esa hora no se apuntaron muchos chiquillos, porque si no serían dos horas”, tienen que escuchar. Y les mandan a la recepción a dejar constancia del cambio. Allí la empleada de turno frunce el ceño y asegura que ese horario no es posible. Para corroborarlo, manda a un propio a la planta alta -la de la piscina- para comprobar que los usuarios no mienten. La calentura a esas alturas es ya grande. Uno de los damnificados se pregunta si eso de la defensa del deporte base que tanto gusta a Soria significa que los demás vayan buscando un agujero en el que caerse muertos. “El verano anterior no pasó nada de esto y también había chiquillos, y muchos, y el griterío era de considerable magnitud, pero oiga, uno no se va a poner pejiguero y piensa que los niños también tienen derecho a nadar. Ahora, esto de que a los demás nos manden al carajo no tiene nombre. Será que desde el 25-M (de 2003) al estío no tuvieron tiempo para desbaratarlo todo, pero un año con esas cabecitas pensando se revela aterrador, visto lo visto. Además qué pasa, ¿los que venimos todo el año somos sólo un voto por cabeza y cada niño dos -padre y madre-? Del mío ya se despidieron, mucho les aguanté”. Dicho queda.