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¿Por qué los empresarios castigan a Antonio Morales?

Fernando Clavijo es el presidente de los empresarios. Lo dice él sin ambages y se señorean de ello las patronales canarias y sus lobbies más destacados. Al fin y al cabo no debe olvidarse que el apoyo empresarial –en todos los órdenes- fue crucial para que Coalición Canaria eligiera como candidato al actual presidente y apartara sin honores al que lo fue durante ocho años y aún hoy sigue presidiendo el partido, Paulino Rivero. Basta con repasar las hemerotecas y los manifiestos emitidos periódicamente por el Círculo de Empresarios de Gran Canaria para comprobar cuál fue su apuesta desde que se abrió el melón sucesorio y cuáles fueron sus condiciones: acabar con la moratoria turística, acabar con la Comisión de Urbanismo y Medio Ambiente de Canarias mediante una nueva Ley del Suelo, formular una nueva Ley Turística y facilitar la penetración del gas como “combustible de transición” en lo que se levantan los bloqueos a las renovables, el único sector inversor que no ha sido jamás defendido ardientemente por las patronales y sus grupos de presión. Los cálculos y las apuestas –incluso económicas- de esos grupos salieron bien sólo a medias: lograron colocar a su mirlo blanco al frente del Gobierno de Canarias pero, un error estratégico de José Manuel Soria, patrono de patrones, les impidió que al frente del Cabildo de Gran Canaria fuera colocado un presidente afín a los mismos postulados. Los grancanarios traicionaron esos cálculos eligiendo a un tipo honrado, dialogante, firme en sus principios y procedente de un Ayuntamiento, el de Agüimes, donde durante décadas había dado sobradas muestras de ser un buen gestor. Antonio Morales no entiende la política como el ejercicio de la imposición y del poder mal entendido. Nadie puede decir de él que eluda el acuerdo y el entendimiento, que sea un autoritario airado o que se le haya subido a la cabeza el poder democrático hasta atontarlo. Los poderes económicos se condujeron tranquilos estos primeros nueve meses de relaciones con el Cabildo de Gran Canaria: han sido escuchados y atendidos, y también las hemerotecas dan buena cuenta de ese sentimiento. Pero, de repente, todo se ha truncado, ¿por qué?

Aislar a Antonio Morales

Antonio Morales preside el Cabildo de Gran Canaria merced a un pacto a tres bandas entre su partido (Nueva Canarias) el PSOE y Podemos. Salvo algunos episodios chirriantes, más veces provocados por tensiones externas que internas, el gobierno insular parece funcionar razonablemente bien. Es un pacto que incomoda a ciertas oligarquías porque en ninguno de sus componentes cabe identificar a políticos acomodaticios complacientes con los poderes económicos. La presencia de Podemos, para colmo, anatema donde los haya, todavía inquieta más. Además, Morales es la bandera del partido que amenaza con arrebatarle a Coalición Canaria el espacio nacionalista en unas cuantas islas del Archipiélago tras haberlo hecho estos últimos años de modo contundente en Gran Canaria. Por lo tanto, ya puede hacerlo muy bien al frente del Cabildo que cualquier asunto en el que se plante en defensa de los intereses de su isla será utilizado para la operación de aislamiento en la que ya lo incluyó el núcleo duro de Fernando Clavijo desde que se produjo la primera fricción seria: el reparto de los fantasmagóricos fondos del Impuesto General sobre el Tráfico de Empresas, el IGTE. Nada importa que en un pasado muy reciente los mismos poderes económicos que reclamaban de las autoridades grancanarias mayor firmeza en la defensa de la isla frente a un Gobierno de Canarias que consideraban sesgado. Ha bastado con que Clavijo haya asumido desde Tenerife los compromisos liberales (que en realidad están también dictados por la gran patronal nivariense del turismo, Ashotel) para que los dirigentes empresariales grancanarios hayan cambiado la diana de sus críticas y apunten ahora hacia el presidente del Cabildo. Como elemento aglutinador de esa estrategia cabe identificar claramente al presidente de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE), Agustín Manrique de Lara, un hombre de Soria y para Soria, el ministro que desde el minuto uno de la actual legislatura autonómica protagonizó junto a Clavijo uno de los episodios más sandungueros e incluso ofensivos de la política isleña: el abrazo entre un nacionalista y un cargo público que lo ha dado todo por hundir a Canarias.

¿Y el PSOE?

Que los actores principales de la vida política canaria sean Fernando Clavijo y José Manuel Soria, unidos en entrañables lazos liberales a los poderes económicos de las dos islas capitalinas, con Antonio Morales como adversario al que aislar, coloca al PSOE al margen de cualquier protagonismo político. El señor alcalde-presidente de Canarias ningunea todos los días a su socio de Gobierno en todas las decisiones y en todas las iniciativas. No lo deja tocar bola ni en el reparto de los presuntos fondos del IGTE ni en el nuevo escenario legislativo que amenaza con cambiar el modelo de crecimiento sostenible por la devastación, ni en los grandes ejes de confrontación (bueno, llámenle negociaciones) con el Estado, léase convenios, compromisos y leyes incumplidos. Ni siquiera las carreteras son decisión de los socialistas, teniendo como tienen la cartera de Obras Públicas. Puede ser la falta de un liderazgo definido, apagado el de José Miguel Pérez por la larga transición hacia una nueva dirección regional socialista; puede ser la errónea elección de consejerías y de responsabilidades gubernamentales, con departamentos imposibles de reconducir ni en tres legislaturas (dependencia, Sanidad, vivienda, empleo…), o puede ser sencillamente la ineptitud y ceguera políticas de quienes están en la primera línea de fuego. Pero la realidad es que el partido que más votos obtuvo en las pasadas elecciones en Canarias es un absoluto cero a la izquierda en el actual panorama político archipielágico. Su alianza electoral con Nueva Canarias para las Generales de diciembre no ha sido aprovechada para que ambos partidos puedan convertirse en verdadera alternativa de gobierno en Canarias frente al pacto de facto que mantienen Coalición Canaria y el PP. Y seguro que no es por falta de ganas de Román Rodríguez y los suyos. Es por dejación política del PSOE.

Fernando Clavijo es el presidente de los empresarios. Lo dice él sin ambages y se señorean de ello las patronales canarias y sus lobbies más destacados. Al fin y al cabo no debe olvidarse que el apoyo empresarial –en todos los órdenes- fue crucial para que Coalición Canaria eligiera como candidato al actual presidente y apartara sin honores al que lo fue durante ocho años y aún hoy sigue presidiendo el partido, Paulino Rivero. Basta con repasar las hemerotecas y los manifiestos emitidos periódicamente por el Círculo de Empresarios de Gran Canaria para comprobar cuál fue su apuesta desde que se abrió el melón sucesorio y cuáles fueron sus condiciones: acabar con la moratoria turística, acabar con la Comisión de Urbanismo y Medio Ambiente de Canarias mediante una nueva Ley del Suelo, formular una nueva Ley Turística y facilitar la penetración del gas como “combustible de transición” en lo que se levantan los bloqueos a las renovables, el único sector inversor que no ha sido jamás defendido ardientemente por las patronales y sus grupos de presión. Los cálculos y las apuestas –incluso económicas- de esos grupos salieron bien sólo a medias: lograron colocar a su mirlo blanco al frente del Gobierno de Canarias pero, un error estratégico de José Manuel Soria, patrono de patrones, les impidió que al frente del Cabildo de Gran Canaria fuera colocado un presidente afín a los mismos postulados. Los grancanarios traicionaron esos cálculos eligiendo a un tipo honrado, dialogante, firme en sus principios y procedente de un Ayuntamiento, el de Agüimes, donde durante décadas había dado sobradas muestras de ser un buen gestor. Antonio Morales no entiende la política como el ejercicio de la imposición y del poder mal entendido. Nadie puede decir de él que eluda el acuerdo y el entendimiento, que sea un autoritario airado o que se le haya subido a la cabeza el poder democrático hasta atontarlo. Los poderes económicos se condujeron tranquilos estos primeros nueve meses de relaciones con el Cabildo de Gran Canaria: han sido escuchados y atendidos, y también las hemerotecas dan buena cuenta de ese sentimiento. Pero, de repente, todo se ha truncado, ¿por qué?