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Los 600 espartanos de Román

Román Rodríguez vio venir los problemas con Coalición Canaria casi desde el mismo instante en que confluyó en aquellas Agrupaciones Independientes de Canarias esa amalgama de once fuerzas políticas nucleadas en torno a ATI. Pero a los que de verdad defendían el ideario nacionalista, como era el caso de este aldeano procedente de la Unión Nacionalista de Izquierdas, les vino muy bien aquel invento diseñado desde y para el poder hasta que él mismo se vio en esa tesitura de ser presidente de buenas a primeras en 1999. No fue una legislatura fácil: soportaba las tiranteces propias de su organización (por llamarla de algún modo) y un pacto con el PP que le incomodaba. Cuentan los historiadores que en 2001 pidió al socialista Santiago Pérez que fuera a verle al chalet presidencial de Vistabella, en Santa Cruz de Tenerife, para manifestarle su intención de romper con el PP y montar un acuerdo de gobierno con el PSOE. Pérez iba a ser un obstáculo para aquel propósito porque la ATI lagunera podía interpretar que aquel movimiento amenazaría a Ana Oramas, que se había hecho con la alcaldía mediante un pacto con el PP, a pesar de que el socialista había estado a tan solo un concejal de la mayoría absoluta. Había que sacar a Santiago Pérez de La Laguna y Román le ofreció la Consejería de Sanidad si accedía. Posiblemente en esa reunión se fraguó el inicio de una relación de mutuo respeto, a lo que ha contribuido enormemente Fermín Delgado, el enlace amigo que desde 2001 tiene Román para dar con el veterano político socialista. Porque Santiago Pérez contestó que no al presidente del Gobierno con el argumento de que tenía un compromiso con la gente de La Laguna y de allí no se iba a mover. Catorce años después, el lagunero se dispone a convertirse en el primer parlamentario de Nueva Canarias por la isla de Tenerife: encabezará esa lista haciendo doblete con la de La Laguna en el momento en que el partido del ex presidente se ha convertido en el único de izquierdas de toda España que sube en las encuestas.

Ya no es “perdedor” sino “antiguo”

Y no deben ir mal las cosas para Nueva Canarias en Tenerife cuando los adversarios políticos del mismo espectro nacionalista, verbigracia Coalición Canaria-ATI, ya dedica sus mítines a poner a parir a Santiago Pérez, del que ya se atreven a decir, mira tú qué cosas, que ya va por el tercer disfraz, en referencia a su marcha del PSOE tras treinta años de militancia, o su breve paso por Socialistas por Tenerife, formación de la que es ahora mismo concejal en La Laguna. El agravamiento de la cosa se complica si se tiene en cuenta lo que de Pérez dice una de sus más conspicuas rivales, Ana Oramas, que siempre dijo de él que era un “perdedor”. Ahora, tras consultas las encuestas, le ha retirado ese calificativo para llamarlo exclusivamente “antiguo”. Tiene muchos bemoles la nueva consideración que de Santiago Pérez tiene la diputada nacionalista formando parte como forma de un partido que proviene de los rescoldos de la UCD tinerfeña y que se ha ensolerado al ritmo del choque de copas durante los brindis en el Club Oliver, las presentaciones en sociedad en el Casino y el olor a tinta del periódico El Día. Quizás debería Ana Oramas y el núcleo duro que asesora al candidato Fernando Clavijo, cuidar más las formas con este rival y sus candidatos. Al fin y al cabo CC y NC son socios en el Congreso de los Diputados y los desencuentros de mayo pueden dar lugar a que no haya encuentros en noviembre, sobre todo si a Clavijo lo obligan (él dice que no quiere) a pactar con el PP, como todo el mundo (menos él, que dice que no quiere) ya de por hecho a estas alturas del curso. Román Rodríguez se lo comunicará al candidato en los próximos días: Fernando, si pactas con el PP (aunque no quieras) no habrá acuerdo para las Generales. ¿Capisci?

¿El truco? Hacer política

Pues sí, diez años después de su acto fundacional (25 de febrero de 2005) en el auditorio Alfredo Kraus, con los 600 que creyeron que había que abandonar el poder en aquellos momentos dulces, el partido de Román Rodríguez se perfila como la revelación de las próximas elecciones autonómicas y locales en Canarias. ¿Por encima de Podemos? Pues sí. ¿Por encima de Ciudadanos? Por supuesto que sí. 1.200 candidatos en 70 ayuntamientos; candidaturas a seis de los siete cabildos y al Parlamento en seis de las siete islas (solo faltó El Hierro) y un objetivo de alcanzar 100.000 votos no es algo que esté ahora mismo al alcance de esas fuerzas emergentes. Nueva Canarias suma adeptos por todas partes, y de procedencias bien dispares. Casi todos los grupos municipales que se le suman provienen de CC o de formaciones locales independientes, casi siempre progresistas. Pero hay excepciones, como la más reciente de Santa Úrsula, en Tenerife, donde se ha hecho con los concejales que fueron del PP. “Todo vale para el convento”, repite ante cosas así uno de los ideólogos y más activos dirigentes de NC, Carmelo Ramírez. Las encuestas les otorgan una subida espectacular al Parlamento de Canarias. Las más pesimistas dicen que doblará su actual representación, lo que le coloca como el único partido de izquierdas y “de la casta” que evolucionará en estas elecciones. En Gran Canaria se merendará literalmente a Coalición Canaria y, gracias a la ruptura del voto conservador por la estampida de José Miguel Bravo de Laguna, tiene serias opciones de hacer presidente del Cabildo a Antonio Morales si los votos de NC suman quince con los del PSOE. En Tenerife, la candidatura de Santiago Pérez puede hacer mucho daño a su discípula Patricia Hernández, pero también sin duda a CC-ATI. En La Palma y en La Gomera puede obtener un diputado por cada isla, y en Lanzarote puede ser quien rompa en dos el voto nacionalista. ¿Y cuál es el secreto de Román Rodríguez y los suyos? Muy sencillo: hacer Política.

Ideólogo de la operación Bravo

Román Rodríguez es de los políticos de la auténtica política. Es de los que estudia, se lee los papeles, analiza, planifica y actúa. Nunca improvisa. Una rara avis que se lee los papeles y pone todos sus conocimientos, su inteligencia y sus estrategias al servicio de unos objetivos bien planificados. Cuenta con un equipo incondicional de comandantes con el mismo perfil político, lo que le ha evitado patinazos destacables estos diez años. Fue Román, por ejemplo, el que hizo sonar las alarmas al PSOE sobre la candidatura de Juan Santana al consejo rector de Radiotelevisión Canaria para que se abstuviera (los socialistas iban a votar a favor inicialmente) y el que montó un plan para que en la votación en el pleno del Parlamento le faltaran al PP y a Coalición los votos necesarios para sacar adelante esa iniciativa. La renuncia de Paco Moreno hizo innecesario ese plan. También se le atribuye a Rodríguez la autoría intelectual del salto de José Miguel Bravo de Laguna a Compromiso por Gran Canaria tras el desprecio que sufrió de manos de su partido, el PP, al sacarlo despiadadamente de su carrera hacia la reelección. Había que buscarle a Bravo un partido centrista, grancanario y muerto para que no hubiera choque ideológico ni programático, ni por supuesto, sensación de asalto, sino de aparición providencial. Si Bravo consuma su salto a Compromiso, la jugada será perfecta: la derecha dividida en el Cabildo hará retroceder significativamente el voto del PP y colocará a Compromiso (con dos o tres consejeros) como un posible socio en el caso de que Antonio Morales lo necesitara para llegar a quince.

Unos de pie, otros de rodillas

José Miguel Bravo de Laguna volverá a hablar hoy, y probablemente lo haga en un lugar muy señalado, El Risco, a caballo entre Agaete y La Aldea de San Nicolás. Está previsto que a las once de la mañana esté allí con Paulino Rivero para anunciar al mundo la operación de prefinanciación de la carretera por la que siguen luchando desde hace décadas los aldeanos. Este lunes sabremos por fin si Bravo dará el salto a Compromiso, si vinculará su futuro político al de su hijo Lucas (consejero de Deportes del Cabildo), si se pasará al grupo de no adscritos sin soltar la presidencia, lo que le abocaría a una moción de censura imposible de sus actuales subordinados que los socialistas no podrían apoyar (aunque son capaces) y Nueva Canarias, obviamente, rechazaría de plano. Este fin de semana, tras llegar de la ITB de Berlín, Bravo de Laguna lo ha dedicado a la meditación y a hacer sus cálculos, a medir sus fuerzas, a contabilizar los apoyos (mediáticos, económicos, políticos) con los que cuenta. Pero sus atrevidas incursiones de estos días en las redes sociales abrazando la arquetípica frase “prefiero morir de pie que vivir arrodillado” evidencian que la decisión ya la tiene tomada. No es que sea un revolucionario este septuagenario presidente que tiene Gran Canaria, es que está muy cabreado con Soria y con el PP por las sucesivas ofensas infligidas, y quiere demostrar a ambos que esas cochinadas no pueden salir gratis. Lo mismo está pensando su excelencia, que se relame con el expediente de expulsión que habría de tramitarle a Bravo su hijo Lucas, secretario insular del PP. Padre e hijo deben haber hablado ya a estas alturas. Han desvinculado sus carrera políticas, y el heredero ya tiene de antemano el perdón paterno si se viera obligado a abrir el expediente. Y asegurado un puesto en el nuevo proyecto si se cumple la amenaza de dejarlo fuera como represalia por las revoluciones de papá.

Román Rodríguez vio venir los problemas con Coalición Canaria casi desde el mismo instante en que confluyó en aquellas Agrupaciones Independientes de Canarias esa amalgama de once fuerzas políticas nucleadas en torno a ATI. Pero a los que de verdad defendían el ideario nacionalista, como era el caso de este aldeano procedente de la Unión Nacionalista de Izquierdas, les vino muy bien aquel invento diseñado desde y para el poder hasta que él mismo se vio en esa tesitura de ser presidente de buenas a primeras en 1999. No fue una legislatura fácil: soportaba las tiranteces propias de su organización (por llamarla de algún modo) y un pacto con el PP que le incomodaba. Cuentan los historiadores que en 2001 pidió al socialista Santiago Pérez que fuera a verle al chalet presidencial de Vistabella, en Santa Cruz de Tenerife, para manifestarle su intención de romper con el PP y montar un acuerdo de gobierno con el PSOE. Pérez iba a ser un obstáculo para aquel propósito porque la ATI lagunera podía interpretar que aquel movimiento amenazaría a Ana Oramas, que se había hecho con la alcaldía mediante un pacto con el PP, a pesar de que el socialista había estado a tan solo un concejal de la mayoría absoluta. Había que sacar a Santiago Pérez de La Laguna y Román le ofreció la Consejería de Sanidad si accedía. Posiblemente en esa reunión se fraguó el inicio de una relación de mutuo respeto, a lo que ha contribuido enormemente Fermín Delgado, el enlace amigo que desde 2001 tiene Román para dar con el veterano político socialista. Porque Santiago Pérez contestó que no al presidente del Gobierno con el argumento de que tenía un compromiso con la gente de La Laguna y de allí no se iba a mover. Catorce años después, el lagunero se dispone a convertirse en el primer parlamentario de Nueva Canarias por la isla de Tenerife: encabezará esa lista haciendo doblete con la de La Laguna en el momento en que el partido del ex presidente se ha convertido en el único de izquierdas de toda España que sube en las encuestas.

Ya no es “perdedor” sino “antiguo”