El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Fumero entrega Tenerife
Buena la ha armado el ya ex secretario del Partido Socialista Canario en la isla de Tenerife, Manolo Fumero, que de manera intempestiva presentaba este miércoles con carácter irrevocable su dimisión ante una perpleja Ejecutiva insular. El también alcalde de Vilaflor y de momento número 4 en la lista al Parlamento por Tenerife, ha culpado a Ferraz de su repentina decisión cuando en realidad lo único que le había comunicado la dirección federal de su partido es que quedaba invalidado para ser candidato dada la acusación por delito ambiental que pesa sobre él y que lo conducirá en breve al banquillo. Debió haberle ahorrado a su partido (y a él mismo) todos estos disgustos el señor Fumero, que ha demostrado ser un político muy obstinado y con una escasísima cintura para la negociación y la táctica. Otro gallo le hubiera cantado si, conocedor de su inminente juicio, hubiera renunciado a la carrera electoral y se atorrara a la espera de tiempos mejores. No lo habría desautorizado Ferraz y a estas alturas estaría haciéndole a Patricia Hernández el trabajo orgánico que ella necesita para a) conseguir un buen resultado en mayo y b) acto seguido solicitar congreso regional para hacerse con el control de la organización. Pero no. Fumero prefirió jugar con fuego y confiar en que con sus encantos naturales y la presión de la candidata iba a convencer a la comisión de listas que sus delitos ecológicos no tienen importancia en los tiempos que corren. Regresó de Madrid, a donde acudió en compañía de José Luis Delgado y del factótum de Paco Spínola, el viceconsejero Manuel González, con una doble desautorización. Ferraz le dijo que abandonara la lista al Parlamento y que se pusiera a consensuar con Aurelio Abreu de una puñetera vez la lista al Cabildo de Tenerife, que es la única corporación que no tiene resuelta esa papeleta. Y, por cierto, todo por su empeño en meter de tres al mentado José Luis Delgado, que tiene todas las papeletas para no pasar el corte y quedar, como Fumero, a la altura del betún.
Rafael Yanes y sus renuncias
Pues sí, efectivamente, Fumero se marcha dejando dos agujeros en la lista al Parlamento y uno en la lista al Cabildo, ambas por Tenerife. En el primer caso, al haber sido desplazado por la dirección federal del PSOE, la cuarta plaza queda vacante a la espera de que la Ejecutiva Regional (en cordial coordinación con la candidata, Patricia Hernández) designe sustituto. El otro agujero en esa candidatura es el que hace unos días provocó la marcha, también airada, de Rafael Yanes, presidente del PSOE tinerfeño, que alegó motivos personales para mandarse a mudar. En realidad lo que a Yanes le había molestado fue ir de número 6, un puesto de muy difícil consecución. La carta de renuncia que envió Yanes a su partido fue demoledora: “renuncio a participar en la candidatura del PSOE al Parlamento de Canarias por Tenerife, por motivos personales”. Si ahora, por un casual, quisiera arrepentirse y ofrecerse voluntario a ir de número 4, una posición con posibilidades de salir, Yanes tendría que explicar la repentina desaparición de sus “motivos personales” y su asirocada renuncia a participar en “la candidatura al Parlamento de Canarias” y no a cualquier otra. Claro que debemos dar por descartada su candidatura al Ayuntamiento de Güimar, donde llegó a ser alcalde, porque tras provocar un cisma en la agrupación local y terminar colocando a uno de los suyos, Rafael Yanes no figura en la lista municipal. El del Cabildo es otro problema de gravedad. La imposición por parte del alcalde de Adeje, Rodríguez Fraga, de que la tercera plaza la ocupe José Luis Delgado tiene bloqueada esa lista desde hace semanas. Aurelio Abreu se niega a aceptarlo y la decisión está en estos momentos en el tejado de Ferraz. Seguramente el interesado, el propio Delgado, conozca mejor que nadie cuál va a ser su futuro inmediato porque no en vano estuvo en la sede federal esa misma semana. Y algo le habrán dicho de su situación procesal. Bastante inoportuna, por cierto.
Una gestora de José Miguel Pérez
Pero siendo grave la situación de desconcierto y descontrol que deja tras de sí Manolo Fumero en el PSOE de Tenerife, mucho peor es el panorama al que se enfrenta por su culpa a partir de ahora la candidata Patricia Hernández y la agrupación de los alcaldes del Sur, con Rodríguez Fraga a la cabeza. El control que, a su modo, ejercían sobre la Ejecutiva que tan torpemente ha venido dirigiendo Fumero, se pierde desde estos momentos para siempre. Ahora será una gestora la que se haga cargo del partido para gestionar las inminentes elecciones y muy probablemente las siguientes. ¿Y quién pondrá esa gestora? No, no la pondrán los alcaldes del Sur, ni siquiera Paco Spínola, que anda estos días volviendo a desplegar sus encantos al comprobar que ni siquiera acertó apoyando a Fumero en la lista al Parlamento por Tenerife. Spínola propone que la gestora la presida Julio Pérez, pero en algunos ambientes del partido descartan esa opción por lo complicado que sería explicarle al público municipal y espeso (sobre todo municipal) cómo es posible que el PSOE recupere para un marrón así a alguien que tuvo que abandonar a principios de este mandato su puesto relevante en el Ayuntamiento de Santa Cruz alegando problemas profesionales. La gestora, queridísimos, la impondrá la Ejecutiva Regional, y la habrá de refrendar su homóloga federal, lo que constituye una oportunidad que ni pedida por encargo para que José Miguel Pérez refuerce su control sobre el PSOE por unos cuantos meses más. Porque una vez tomada La Gomera por la marcha de Casimiro Curbelo, pacificada La Palma tras la readmisión de los rebeldes, con una gestora en manos de un afín, y rendida ahora por la torpeza de Fumero la plaza tinerfeña, el PSOE canario se convierte en una nave de más llevadero rumbo. Y el rumbo apunta a un congreso regional en el momento procesal oportuno, es decir, cuando toca, después del federal. De este modo un patricio a las órdenes de los alcaldes del sur acaba de hacerle el favor de su vida a José Miguel Pérez, que se cobra unos cuantos pájaros con un solo tiro.
La Canarias que quiere Alarcó
Mientras, en el PP, continúa la lenta pero imparable desarticulación del partido ante su inminente debacle electoral y la constancia de que José Manuel Soria pondrá tierra de por medio antes de que sea peor. La catastrófica confección de las principales listas (la del Parlamento y del Cabildo por Gran Canaria no tiene precio) parece ser una consigna. Ha ocurrido en Santa Cruz, como les decíamos ayer, y está ocurriendo en La Laguna, donde su forzado candidato, Antonio Alarcó,, se enreda una y otra vez en sus compromisos, en sus dimes y en sus diretes. Con la apariencia de hombre noble y obediente que quiere que siempre le acompañe, ha proclamado urbi et orbi que las malicias aquí publicadas sólo tienen como objetivo desestabilizar a su ferviente electorado, y que en realidad no todo el que le acompaña a los actos públicos a los que acude tendrá el privilegio de ir junto a él en la lista lagunera. Sí parece que uno de sus acompañantes habituales, Jaime Hernández Abad, es uno de los ungidos, porque él mismo anda diciendo por ahí que el doctor Alarcó le ha propuesto ir de número 5, un puesto complicado si nos atenemos a la tendencia hacia el precipicio del PP, que ahora mismo tiene 6 (y gracias) en ese ayuntamiento. Con una mano trata Alarcó de aplacar las iras de la nobleza lagunera, mosqueada por el desembarco en la ciudad de advenedizos de la capital, y con la otra provoca a la dirigencia de su propio partido con las conferencias que dicta fuera de La Laguna. Como la de este martes en el Casino de Santa Cruz de Tenerife, donde fue presentado por dos ilustres del PP: Eligio Hernández (militante del PSOE) y Fernando Fernández (militante del PP). Pero no crean que fue con los presentadores con los que hizo peineta a su partido, fue más bien con el contenido de la conferencia que leyó: “La Canarias que queremos”, una declaración de guerra sin paliativos porque ya nos dirán qué pinta un candidato a la alcaldía de La Laguna conferenciando en Santa Cruz sobre política regional. Un caso el señor doctor.
Buena la ha armado el ya ex secretario del Partido Socialista Canario en la isla de Tenerife, Manolo Fumero, que de manera intempestiva presentaba este miércoles con carácter irrevocable su dimisión ante una perpleja Ejecutiva insular. El también alcalde de Vilaflor y de momento número 4 en la lista al Parlamento por Tenerife, ha culpado a Ferraz de su repentina decisión cuando en realidad lo único que le había comunicado la dirección federal de su partido es que quedaba invalidado para ser candidato dada la acusación por delito ambiental que pesa sobre él y que lo conducirá en breve al banquillo. Debió haberle ahorrado a su partido (y a él mismo) todos estos disgustos el señor Fumero, que ha demostrado ser un político muy obstinado y con una escasísima cintura para la negociación y la táctica. Otro gallo le hubiera cantado si, conocedor de su inminente juicio, hubiera renunciado a la carrera electoral y se atorrara a la espera de tiempos mejores. No lo habría desautorizado Ferraz y a estas alturas estaría haciéndole a Patricia Hernández el trabajo orgánico que ella necesita para a) conseguir un buen resultado en mayo y b) acto seguido solicitar congreso regional para hacerse con el control de la organización. Pero no. Fumero prefirió jugar con fuego y confiar en que con sus encantos naturales y la presión de la candidata iba a convencer a la comisión de listas que sus delitos ecológicos no tienen importancia en los tiempos que corren. Regresó de Madrid, a donde acudió en compañía de José Luis Delgado y del factótum de Paco Spínola, el viceconsejero Manuel González, con una doble desautorización. Ferraz le dijo que abandonara la lista al Parlamento y que se pusiera a consensuar con Aurelio Abreu de una puñetera vez la lista al Cabildo de Tenerife, que es la única corporación que no tiene resuelta esa papeleta. Y, por cierto, todo por su empeño en meter de tres al mentado José Luis Delgado, que tiene todas las papeletas para no pasar el corte y quedar, como Fumero, a la altura del betún.