El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Fustigar empresarios mediante
Pero La Gomera no es la única obsesión de Soria. Al ministro le preocupan muchos otros frentes de la política de Canarias que trata de controlar personalmente ante su propio convencimiento de que nada sale mejor que lo que él hace por sí mismo. Pero se le acumula tanto la tarea que ha optado por dos estrategias bien diferenciadas a la par que contundentes: la primera, atacar siempre a Paulino Rivero y, en segunda instancia, al Gobierno de Canarias, como responsable de cualquier circunstancia endógena o exógena que ocurra. En esos ataques se incluye, cómo no, la mentira, verbigracia la afirmación de que Canarias no tiene medios humanos y materiales para combatir el fuego, siendo como es la autonomía que tiene mayor número de recursos propios precisamente por el proverbial abandono que padece por parte del Estado en la materia. La otra línea estratégica soriana consiste en apoyarse en movimientos sociales de poderosa influencia que conviertan en clamor su regreso a la política de las islas. De eso se ocupa desde hace meses un selecto grupo de empresarios que están poniendo todo lo que está a su alcance para desprestigiar la actual política que se hace en Canarias y, a su vez, potenciar la imagen del presidente del PP como única salida posible. Hace algunas semanas les pusimos el ejemplo de Óliver Alonso, hijo del prócer liberal Sergio Alonso, que se lanzaba ya a las tremendas a criticar ácidamente las políticas del Gobierno de Canarias reclamando implícitamente la desaparición de sus mandarines. Pero con el regreso del curso político, prepárense para una nueva ofensiva que se irá acrecentando a medida que se acerque el momento en que Mariano Rajoy haga una crisis de gobierno que afecte directamente a uno de los ministros más polémicos del Gabinete, ese del que Javier Arenas dice que, cuando sube en un ascensor, antes del tercer piso ya se ha peleado con todos los presentes. El chascarrillo no es nuestro, lo tomamos prestado de Fernando Garea, que lo publicaba tal cual la semana pasada en El País a raíz de que el ministro canario protagonizara su famosa refriega pública con Cristóbal Montoro.
Pero La Gomera no es la única obsesión de Soria. Al ministro le preocupan muchos otros frentes de la política de Canarias que trata de controlar personalmente ante su propio convencimiento de que nada sale mejor que lo que él hace por sí mismo. Pero se le acumula tanto la tarea que ha optado por dos estrategias bien diferenciadas a la par que contundentes: la primera, atacar siempre a Paulino Rivero y, en segunda instancia, al Gobierno de Canarias, como responsable de cualquier circunstancia endógena o exógena que ocurra. En esos ataques se incluye, cómo no, la mentira, verbigracia la afirmación de que Canarias no tiene medios humanos y materiales para combatir el fuego, siendo como es la autonomía que tiene mayor número de recursos propios precisamente por el proverbial abandono que padece por parte del Estado en la materia. La otra línea estratégica soriana consiste en apoyarse en movimientos sociales de poderosa influencia que conviertan en clamor su regreso a la política de las islas. De eso se ocupa desde hace meses un selecto grupo de empresarios que están poniendo todo lo que está a su alcance para desprestigiar la actual política que se hace en Canarias y, a su vez, potenciar la imagen del presidente del PP como única salida posible. Hace algunas semanas les pusimos el ejemplo de Óliver Alonso, hijo del prócer liberal Sergio Alonso, que se lanzaba ya a las tremendas a criticar ácidamente las políticas del Gobierno de Canarias reclamando implícitamente la desaparición de sus mandarines. Pero con el regreso del curso político, prepárense para una nueva ofensiva que se irá acrecentando a medida que se acerque el momento en que Mariano Rajoy haga una crisis de gobierno que afecte directamente a uno de los ministros más polémicos del Gabinete, ese del que Javier Arenas dice que, cuando sube en un ascensor, antes del tercer piso ya se ha peleado con todos los presentes. El chascarrillo no es nuestro, lo tomamos prestado de Fernando Garea, que lo publicaba tal cual la semana pasada en El País a raíz de que el ministro canario protagonizara su famosa refriega pública con Cristóbal Montoro.