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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Hablando de transparencia

La transparencia que proclama Rajoy con la solemne promesa de aplicarla cuando llegue feliz a La Moncloa debería poner las orejas coloradas a más de uno y de dos que nosotros conocemos. Porque de lo que se trata no solamente es de gastar bien, sino de hacerlo con transparencia, explicando y regulando las subvenciones que se conceden y transparentando los intereses de cada cual. Por ejemplo, un diputado (incluso los del PP) no podrá nunca estar ejerciendo cargos públicos, bien ejecutivos o de representación democrática, al tiempo que defiende en su vida profesional los intereses de determinados poderes económicos con los que tiene directamente que ver su actividad política. No podría, verbigracia, Manolo Fernández estar en el Parlamento debatiendo leyes turísticas y a la vez actuando de componedor de empresas del sector interesadas en la expansión urbanística. O Jorge Rodríguez, también del PP, mira tú qué cosas, estaría incompatibilizado para ejercer de diputado y portavoz del PP en el Parlamento y ejercer de intermediario de una empresa corrupta dedicada a hacer viviendas sociales en ayuntamientos gobernados por el mismo partido. Eso, queridísimos, dio lugar a unas componendas muy divertidas que incluyeron aquel famoso mitin en Arguineguín pagado por una empresa cuyo administrador va a juicio, junto a Rodríguez, por tráfico de influencias en Telde. Pero hay más.

La transparencia que proclama Rajoy con la solemne promesa de aplicarla cuando llegue feliz a La Moncloa debería poner las orejas coloradas a más de uno y de dos que nosotros conocemos. Porque de lo que se trata no solamente es de gastar bien, sino de hacerlo con transparencia, explicando y regulando las subvenciones que se conceden y transparentando los intereses de cada cual. Por ejemplo, un diputado (incluso los del PP) no podrá nunca estar ejerciendo cargos públicos, bien ejecutivos o de representación democrática, al tiempo que defiende en su vida profesional los intereses de determinados poderes económicos con los que tiene directamente que ver su actividad política. No podría, verbigracia, Manolo Fernández estar en el Parlamento debatiendo leyes turísticas y a la vez actuando de componedor de empresas del sector interesadas en la expansión urbanística. O Jorge Rodríguez, también del PP, mira tú qué cosas, estaría incompatibilizado para ejercer de diputado y portavoz del PP en el Parlamento y ejercer de intermediario de una empresa corrupta dedicada a hacer viviendas sociales en ayuntamientos gobernados por el mismo partido. Eso, queridísimos, dio lugar a unas componendas muy divertidas que incluyeron aquel famoso mitin en Arguineguín pagado por una empresa cuyo administrador va a juicio, junto a Rodríguez, por tráfico de influencias en Telde. Pero hay más.