El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Una historia de Santa Brígida
No siempre los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. En el caso de Santa Brígida (19.000 habitantes, medianías de Gran Canaria), tiene los que ha elegido por una confluencia de factores que se repiten en otros municipios rurales convertidos en ciudades dormitorios: unos políticos espabilados empiezan por ganarse el favor de los nativos permitiéndoles la autoconstrucción y la infracción urbanística, y a ese respaldo popular se suma la llegada masiva de votantes conservadores. Porque se da la circunstancia de que en Santa Brígida ha habido siempre (o casi siempre) en el poder una sucesión de caciques, populistas y cachos de carne bautizados con la concha bautismal del PP, que han salido ganando con la eclosión del adosado, el dúplex y el plan parcial amañado. Ni siquiera el jovencísimo Lucas Bravo de Laguna, actual alcalde, constituye una excepción, ni por su supuesta mejor preparación ni por el pacto con Los Verdes que le sustenta.
No siempre los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. En el caso de Santa Brígida (19.000 habitantes, medianías de Gran Canaria), tiene los que ha elegido por una confluencia de factores que se repiten en otros municipios rurales convertidos en ciudades dormitorios: unos políticos espabilados empiezan por ganarse el favor de los nativos permitiéndoles la autoconstrucción y la infracción urbanística, y a ese respaldo popular se suma la llegada masiva de votantes conservadores. Porque se da la circunstancia de que en Santa Brígida ha habido siempre (o casi siempre) en el poder una sucesión de caciques, populistas y cachos de carne bautizados con la concha bautismal del PP, que han salido ganando con la eclosión del adosado, el dúplex y el plan parcial amañado. Ni siquiera el jovencísimo Lucas Bravo de Laguna, actual alcalde, constituye una excepción, ni por su supuesta mejor preparación ni por el pacto con Los Verdes que le sustenta.