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Los intermediarios

Pues resultó que Antoñito, ex director de la sucursal de La Caja en La Aldea cometió un error: autorizó a su mujer, profesora temporal, un descubierto de 20 euros. No debió hacerlo, vaya por delante, pero el pollo que le montaron era equiparable a una estafa de 1.000 millones. El despido fue fulminante y provocó que en La Aldea se iniciara un movimiento de solidaridad y de respaldo que contó con amenazas de manifestaciones y huelgas, escritos internos de por medio. La cosa adquirió tal cariz, que La Caja mandó dos enviados especiales en plan hombres buenos para tratar de enfriar los ánimos. Eran el jefe de Zona del Norte y otro empleado de Las Palmas. Ambos se sentaron con Antoñito y le prometieron que si conseguía parar la movilización, La Caja reconsideraría su despido. La polémica se paró y a Antoñito, su Caja le dijo que sí, que hablarían con él, pero en el Juzgado. Nuevos estilos que motivan mucho al personal.

Pues resultó que Antoñito, ex director de la sucursal de La Caja en La Aldea cometió un error: autorizó a su mujer, profesora temporal, un descubierto de 20 euros. No debió hacerlo, vaya por delante, pero el pollo que le montaron era equiparable a una estafa de 1.000 millones. El despido fue fulminante y provocó que en La Aldea se iniciara un movimiento de solidaridad y de respaldo que contó con amenazas de manifestaciones y huelgas, escritos internos de por medio. La cosa adquirió tal cariz, que La Caja mandó dos enviados especiales en plan hombres buenos para tratar de enfriar los ánimos. Eran el jefe de Zona del Norte y otro empleado de Las Palmas. Ambos se sentaron con Antoñito y le prometieron que si conseguía parar la movilización, La Caja reconsideraría su despido. La polémica se paró y a Antoñito, su Caja le dijo que sí, que hablarían con él, pero en el Juzgado. Nuevos estilos que motivan mucho al personal.