El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Lágrimas saladas de Rita
Tenemos que reconocer, pese al caso Bill Gates, aún sumado a aquella fantástica teoría de las sebas, que Cristina Tavío todavía no ha alcanzado a Rita Martín en el registro de memeces producto de una manifiesta incapacidad para la comunicación inteligente. La consejera de Turismo, que debe hacer terapia de autoestima, continúa sembrando esas emisoras de radio de la nacionalidad de palpables muestras de su gracejo y su verbo florido, y hasta Ser Las Palmas llegó hace unos días para ofrecer su repertorio de disparates. No contenta con la monumental metedura de pata con la casa de los Sall en Telde, que confundió con un centro de interpretación de la sal marina, y en un patoso intento por ir rellenando la idea a ver si termina justificándola, Rita habló ante Evaristo Quintana de las bondades de “la saloterapia” como reclamo turístico asimilable a los volcanes, a la familia y a la nieve islandesa. Quizás se quiso referir a la talasoterapia, pero le volvió a salir un churro del tamaño de las lágrimas que vertió el otro día en el Parlamento cuando comprobó con dolor que dejaban de ser discretos y a sus espaldas los comentarios sobre sus capacidades.
Tenemos que reconocer, pese al caso Bill Gates, aún sumado a aquella fantástica teoría de las sebas, que Cristina Tavío todavía no ha alcanzado a Rita Martín en el registro de memeces producto de una manifiesta incapacidad para la comunicación inteligente. La consejera de Turismo, que debe hacer terapia de autoestima, continúa sembrando esas emisoras de radio de la nacionalidad de palpables muestras de su gracejo y su verbo florido, y hasta Ser Las Palmas llegó hace unos días para ofrecer su repertorio de disparates. No contenta con la monumental metedura de pata con la casa de los Sall en Telde, que confundió con un centro de interpretación de la sal marina, y en un patoso intento por ir rellenando la idea a ver si termina justificándola, Rita habló ante Evaristo Quintana de las bondades de “la saloterapia” como reclamo turístico asimilable a los volcanes, a la familia y a la nieve islandesa. Quizás se quiso referir a la talasoterapia, pero le volvió a salir un churro del tamaño de las lágrimas que vertió el otro día en el Parlamento cuando comprobó con dolor que dejaban de ser discretos y a sus espaldas los comentarios sobre sus capacidades.