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Otro mal día para Soria

No fue un buen día el de este martes para el vicepresidente del Gobierno de Canarias, José Manuel Soria, que recibió en menos de una hora dos desagradables noticias, ambas procedentes del ámbito judicial canario. La primera saltó pasadas las 10.30 horas, de manos de un comunicado del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, que anunciaba que se le archivaba aquella majadera querella suya (la formalizó a través del PP para eludir posibles responsabilidades ulteriores) con la que pretendía dar carta de naturaleza judicial a otra gran majadería, la de la teoría de la conspiración. El auto del juez Alberto Puebla no deja muchos resquicios al cachetón, por más que se le nota en cada párrafo un ejercicio de elegancia que evite cualquier lectura cercana al desprecio hacia una iniciativa que desde el principio sobrepasó todos los límites de la prudencia. Pero ya se sabe que ésta no es virtud que practique con asiduidad el presidente del PP canario. Bueno, ni ninguna otra de las cardinales, ahora que recapacitamos. Porque ni la fortaleza, oiga.

No fue un buen día el de este martes para el vicepresidente del Gobierno de Canarias, José Manuel Soria, que recibió en menos de una hora dos desagradables noticias, ambas procedentes del ámbito judicial canario. La primera saltó pasadas las 10.30 horas, de manos de un comunicado del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, que anunciaba que se le archivaba aquella majadera querella suya (la formalizó a través del PP para eludir posibles responsabilidades ulteriores) con la que pretendía dar carta de naturaleza judicial a otra gran majadería, la de la teoría de la conspiración. El auto del juez Alberto Puebla no deja muchos resquicios al cachetón, por más que se le nota en cada párrafo un ejercicio de elegancia que evite cualquier lectura cercana al desprecio hacia una iniciativa que desde el principio sobrepasó todos los límites de la prudencia. Pero ya se sabe que ésta no es virtud que practique con asiduidad el presidente del PP canario. Bueno, ni ninguna otra de las cardinales, ahora que recapacitamos. Porque ni la fortaleza, oiga.