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Se marcha la jefa superior de Policía

No tenemos muy bien localizada la gota que ha colmado el vaso, pero sí estamos seguros de que esa gota ha tenido regusto misógino. La jefa superior de Policía de Canarias, Concepción de Vega, ya ha pedido a sus superiores que le propongan nuevo destino, que ya ha cumplido su tarea en las islas y que hasta aquí ha llegado después de tanta machangada (el calificativo es nuestro, por supuesto). Eso no significa que vaya a abandonar su puesto de inmediato, que aún tiene tiempo para dejar apañaditos un par de ajustes que terminen por colocar a la Policía en los lugares que le corresponde, a ver si nos entendemos. Pedirá Andalucía, si queda vacante, la tierra que le vio nacer, de donde era natural su padre, el magistrado José Augusto de Vega Ruíz. Y allí se volverá a reunir con su familia para continuar trabajando en el Cuerpo Superior de Policía, del que es comisaria. Ya vamos avisando a los navegantes más intrépidos que no se alegren antes de la cuenta, que después vienen las lamentaciones y siempre aparece un enterado detrás de una columna diciendo aquello de “¿no te lo dije? Ya nos trincaron.”

No tenemos muy bien localizada la gota que ha colmado el vaso, pero sí estamos seguros de que esa gota ha tenido regusto misógino. La jefa superior de Policía de Canarias, Concepción de Vega, ya ha pedido a sus superiores que le propongan nuevo destino, que ya ha cumplido su tarea en las islas y que hasta aquí ha llegado después de tanta machangada (el calificativo es nuestro, por supuesto). Eso no significa que vaya a abandonar su puesto de inmediato, que aún tiene tiempo para dejar apañaditos un par de ajustes que terminen por colocar a la Policía en los lugares que le corresponde, a ver si nos entendemos. Pedirá Andalucía, si queda vacante, la tierra que le vio nacer, de donde era natural su padre, el magistrado José Augusto de Vega Ruíz. Y allí se volverá a reunir con su familia para continuar trabajando en el Cuerpo Superior de Policía, del que es comisaria. Ya vamos avisando a los navegantes más intrépidos que no se alegren antes de la cuenta, que después vienen las lamentaciones y siempre aparece un enterado detrás de una columna diciendo aquello de “¿no te lo dije? Ya nos trincaron.”