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Mentes preclaras del urbanismo

Suponemos que todos habrán tenido algo que perder: el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, la Demarcación de Costas y el propietario, Basilio López. Pero la noticia es que ya le han concedido licencia de primera ocupación al nuevo hotel que ahora se levanta en lo que antes era el famoso San Agustín Beach Club, en la playa del mismo nombre. La licencia, además del hotelito, contempla los servicios turísticos que ya se prestaban con anterioridad a que el establecimiento cerrara sus puertas y se convirtiera en un foco de suciedad y marginación de límites insuperables. Por tanto, hay que alegrarse porque, sea como fuere, y esperamos que en aplicación de las leyes en vigor, se ha sustituido esa situación inadmisible en primera línea de playa en el destino turístico más importante de Canarias, por la racionalidad y la normalidad. Un deterioro producto de que a alguna mente preclara del urbanismo se le ocurrió meter, en el viejo planeamiento del municipio, un uso para la parcela ¡como cine! Es decir, en primerísima línea de costa, junto a una playa magnífica, ¡un cine! Cosas que sólo pueden pasar en el Bajo Volta. Bueno, y en Santa Brígida.

Suponemos que todos habrán tenido algo que perder: el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, la Demarcación de Costas y el propietario, Basilio López. Pero la noticia es que ya le han concedido licencia de primera ocupación al nuevo hotel que ahora se levanta en lo que antes era el famoso San Agustín Beach Club, en la playa del mismo nombre. La licencia, además del hotelito, contempla los servicios turísticos que ya se prestaban con anterioridad a que el establecimiento cerrara sus puertas y se convirtiera en un foco de suciedad y marginación de límites insuperables. Por tanto, hay que alegrarse porque, sea como fuere, y esperamos que en aplicación de las leyes en vigor, se ha sustituido esa situación inadmisible en primera línea de playa en el destino turístico más importante de Canarias, por la racionalidad y la normalidad. Un deterioro producto de que a alguna mente preclara del urbanismo se le ocurrió meter, en el viejo planeamiento del municipio, un uso para la parcela ¡como cine! Es decir, en primerísima línea de costa, junto a una playa magnífica, ¡un cine! Cosas que sólo pueden pasar en el Bajo Volta. Bueno, y en Santa Brígida.