El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
75 millones oxidándose
La historia de la potabilizadora Las Palmas-Telde es la de los despropósitos de José Manuel Soria al frente de la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. Bajo su mandado consiguió que el Ministerio de Fomento, entonces en manos de Francisco Álvarez Cascos, financiara la construcción de esa nueva planta, para lo cual se presupuestaron más de 60 millones de euros. La obra se realizó con un coste final de 75 millones y fue terminada ya con Pepa Luzardo como alcaldesa. Pero motivos que al menos a nosotros se nos esconden, el Estado se quedó con el paquete, que fue pasando de ministerio en ministerio (de Fomento a Medio Ambiente y finalmente al de Elena Espinosa, para resumir), hasta que recientemente se le transfirió el problema al Gobierno de Canarias, que lo asumió con la noble intención de endilgárselo a continuación al Ayuntamiento de Las Palmas. Tras cinco amigables reuniones, el director general de Aguas no ha conseguido su propósito. Es más, en estos momentos está a la espera de una contestación final del consistorio, que muy probablemente le dirá que le aparten ese cáliz, si hacen el favor. Nosotros, de común cooperadores necesarios, sugerimos al director general de Aguas que se la endose a su señor vicepresidente de él, que es quien tiene que explicar por qué demonios pidió una potabilizadora de evaporación en lugar de una de ósmosis inversa.
La historia de la potabilizadora Las Palmas-Telde es la de los despropósitos de José Manuel Soria al frente de la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. Bajo su mandado consiguió que el Ministerio de Fomento, entonces en manos de Francisco Álvarez Cascos, financiara la construcción de esa nueva planta, para lo cual se presupuestaron más de 60 millones de euros. La obra se realizó con un coste final de 75 millones y fue terminada ya con Pepa Luzardo como alcaldesa. Pero motivos que al menos a nosotros se nos esconden, el Estado se quedó con el paquete, que fue pasando de ministerio en ministerio (de Fomento a Medio Ambiente y finalmente al de Elena Espinosa, para resumir), hasta que recientemente se le transfirió el problema al Gobierno de Canarias, que lo asumió con la noble intención de endilgárselo a continuación al Ayuntamiento de Las Palmas. Tras cinco amigables reuniones, el director general de Aguas no ha conseguido su propósito. Es más, en estos momentos está a la espera de una contestación final del consistorio, que muy probablemente le dirá que le aparten ese cáliz, si hacen el favor. Nosotros, de común cooperadores necesarios, sugerimos al director general de Aguas que se la endose a su señor vicepresidente de él, que es quien tiene que explicar por qué demonios pidió una potabilizadora de evaporación en lugar de una de ósmosis inversa.