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Morritos Plateados: tercer aviso

El tercer aviso del juez Alberto Puebla no se hizo esperar. Estaba la abogada Josefina Navarrete dictando sus preguntas al auxiliar del juzgado para que constaran en acta a pesar de que el imputado no las contestaba, cuando éste tuvo un rapto de apasionado romance y empezó a lanzar besos volados a su ex pareja haciendo sonar de modo estentóreo sus morritos plateados. “Que sea la última vez que lo apercibo”, le requirió su señoría. Los dos policías no daban crédito, se miraban entre sí, miraban al detenido, a la abogada, al juez? Fue en ese instante cuando el abogado de Suárez Gil hizo algo que se pareció a un gesto de reprobación hacia su cliente rogándole que depusiera una actitud, tan inútil como perjudicial y chulesca. Cuando ya no pudo guardar más su fingido silencio, el penado trató de explicar al juez su peregrina teoría sobre el sistema Cometa, de la Policía, encargado de hacer un seguimiento constante de los maltratadores condenados a llevar una pulsera electrónica que los mantenga alejados de sus víctimas, es una birria. Con el tono que le es habitual, el Zorro trató de convencer a su señoría de que en realidad el Cometa no es nada puntero, que él ha consultado con reputados ingenieros internacionales y se lo han confirmado. Y que, para perplejidad del juez, cada día tenía que salir al exterior “entre doscientas y trescientas veces” a conectarse con el GPS por las continuas fallas del sistema. Tras su deposición, el interno regresó a su celda en Salto del Negro hasta la próxima citación, bien por quebrantamiento o bien por tenencia ilícita de armas.

El tercer aviso del juez Alberto Puebla no se hizo esperar. Estaba la abogada Josefina Navarrete dictando sus preguntas al auxiliar del juzgado para que constaran en acta a pesar de que el imputado no las contestaba, cuando éste tuvo un rapto de apasionado romance y empezó a lanzar besos volados a su ex pareja haciendo sonar de modo estentóreo sus morritos plateados. “Que sea la última vez que lo apercibo”, le requirió su señoría. Los dos policías no daban crédito, se miraban entre sí, miraban al detenido, a la abogada, al juez? Fue en ese instante cuando el abogado de Suárez Gil hizo algo que se pareció a un gesto de reprobación hacia su cliente rogándole que depusiera una actitud, tan inútil como perjudicial y chulesca. Cuando ya no pudo guardar más su fingido silencio, el penado trató de explicar al juez su peregrina teoría sobre el sistema Cometa, de la Policía, encargado de hacer un seguimiento constante de los maltratadores condenados a llevar una pulsera electrónica que los mantenga alejados de sus víctimas, es una birria. Con el tono que le es habitual, el Zorro trató de convencer a su señoría de que en realidad el Cometa no es nada puntero, que él ha consultado con reputados ingenieros internacionales y se lo han confirmado. Y que, para perplejidad del juez, cada día tenía que salir al exterior “entre doscientas y trescientas veces” a conectarse con el GPS por las continuas fallas del sistema. Tras su deposición, el interno regresó a su celda en Salto del Negro hasta la próxima citación, bien por quebrantamiento o bien por tenencia ilícita de armas.