El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
En nombre del fin del bipartidismo
Claro que lo han hecho en nombre de la ruptura del bipartidismo, por supuesto que sí. Hay que tumbar al bipartidismo para que entre en liza un nuevo partido político que acabe con la hegemonía de los mercados, que se siente de tú a tú con la Merkel y con el Hollande, que quiebre las reglas del juego desde dentro e imponga una nueva óptica, una salida más humana de la crisis. Sobre el papel pinta precioso, todos nos apuntaríamos. Lo malo es que la experiencia dicta que cuando en países de arraigado bipartidismo éste se quiebra por circunstancias tan traumáticas como las que estamos viviendo, no necesariamente aflora un partido con esas cualidades, que en España muy bien podría estar en el entorno de Izquierda Unida. Si se fijan en las encuestas, de momento IU recoge solo una parte del voto descontento que pierde el PSOE, solo una parte. Otra parte va a parar a UPyD, el partido de Rosa Díez, de una ideología muy ecléctica, digamos, que un día aparenta muy progresista y al siguiente es de derecha pura. Pero nunca alcanzan ninguno de estos dos partidos un mínimo que les acerque a la condición de alternativa consistente. Esa rotura del bipartidismo suele conducir, como hemos visto en los casos de Francia y Grecia, al fortalecimiento de opciones de ultraderecha, que terminan entrando en el Parlamento para canalizar ese descontento ciudadano con el bipartidismo. Por no hablar de Italia, donde ante la desidia política y el hartazgo ciudadano generalizados optan por un payaso como Berlusconi o se comen con papas al día siguiente a un tecnócrata impuesto por el Eurogrupo.
Claro que lo han hecho en nombre de la ruptura del bipartidismo, por supuesto que sí. Hay que tumbar al bipartidismo para que entre en liza un nuevo partido político que acabe con la hegemonía de los mercados, que se siente de tú a tú con la Merkel y con el Hollande, que quiebre las reglas del juego desde dentro e imponga una nueva óptica, una salida más humana de la crisis. Sobre el papel pinta precioso, todos nos apuntaríamos. Lo malo es que la experiencia dicta que cuando en países de arraigado bipartidismo éste se quiebra por circunstancias tan traumáticas como las que estamos viviendo, no necesariamente aflora un partido con esas cualidades, que en España muy bien podría estar en el entorno de Izquierda Unida. Si se fijan en las encuestas, de momento IU recoge solo una parte del voto descontento que pierde el PSOE, solo una parte. Otra parte va a parar a UPyD, el partido de Rosa Díez, de una ideología muy ecléctica, digamos, que un día aparenta muy progresista y al siguiente es de derecha pura. Pero nunca alcanzan ninguno de estos dos partidos un mínimo que les acerque a la condición de alternativa consistente. Esa rotura del bipartidismo suele conducir, como hemos visto en los casos de Francia y Grecia, al fortalecimiento de opciones de ultraderecha, que terminan entrando en el Parlamento para canalizar ese descontento ciudadano con el bipartidismo. Por no hablar de Italia, donde ante la desidia política y el hartazgo ciudadano generalizados optan por un payaso como Berlusconi o se comen con papas al día siguiente a un tecnócrata impuesto por el Eurogrupo.