El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
De nuevo el magistrado Gómez Cáceres
La sentencia que el Supremo ha reducido a cenizas fue obra de un magistrado que pasará a la historia de la Justicia en Canarias por sus excentricidades, particularmente las profesionales, que son las que nos ocupan. Francisco José Gómez Cáceres, efectivamente, dictó una sentencia demoledora contra los intereses económicos de la Comunidad Autónoma condenándola a pagarle a Bittini la friolera de 103 millones de euros. Mucho se ha criticado esa resolución del que fuera hasta esta misma semana presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, hasta el punto de llegar a poner en entredicho su imparcialidad por haber coincidido en la directiva del Club de Tenis Gran Canaria con el empresario beneficiario del pelotazo. Soslayando cualquier tipo de insinuación perversa e indemostrable, lo cierto es que la sentencia de Gómez Cáceres tenía momentos verdaderamente memorables, como los encendidos elogios lanzados en favor de la tasación hecha por el ingeniero tío de los Soria contratado por Bittini. Una tasación solitaria, sin contraste de ningún tipo, ni a propuesta del Gobierno ni por iniciativa de la Sala ante el tamaño de la indemnización que se reclamaba. O el requiebro hecho constantemente a la vulneración del ordenamiento urbanístico y a la Ley de Minas en que incurrió la resolución de Luis Soria de 2004, aspecto ahora resaltado por la sentencia del Supremo.
La sentencia que el Supremo ha reducido a cenizas fue obra de un magistrado que pasará a la historia de la Justicia en Canarias por sus excentricidades, particularmente las profesionales, que son las que nos ocupan. Francisco José Gómez Cáceres, efectivamente, dictó una sentencia demoledora contra los intereses económicos de la Comunidad Autónoma condenándola a pagarle a Bittini la friolera de 103 millones de euros. Mucho se ha criticado esa resolución del que fuera hasta esta misma semana presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, hasta el punto de llegar a poner en entredicho su imparcialidad por haber coincidido en la directiva del Club de Tenis Gran Canaria con el empresario beneficiario del pelotazo. Soslayando cualquier tipo de insinuación perversa e indemostrable, lo cierto es que la sentencia de Gómez Cáceres tenía momentos verdaderamente memorables, como los encendidos elogios lanzados en favor de la tasación hecha por el ingeniero tío de los Soria contratado por Bittini. Una tasación solitaria, sin contraste de ningún tipo, ni a propuesta del Gobierno ni por iniciativa de la Sala ante el tamaño de la indemnización que se reclamaba. O el requiebro hecho constantemente a la vulneración del ordenamiento urbanístico y a la Ley de Minas en que incurrió la resolución de Luis Soria de 2004, aspecto ahora resaltado por la sentencia del Supremo.