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“Pensaba que me preguntaría por los corruptos”

El fiscal quería saber si la denuncia de Cambreleng respondía a algún tipo de venganza personal o vendetta política, para lo cual le insistió en si sentía animadversión hacia el PP, partido al que pertenece ?en calidad de dirigente y actualmente portavoz para asuntos económicos- el encartado Jorge Rodríguez. La respuesta de Cambreleng fue contundente: “Fíjese si no tenía animadversión contra el PP que yo era militante, fui compromisario y votante, y tenía tanta confianza en el PP que accedí a reunirme dos veces con el señor Soria, porque yo creía que el señor Soria, el presidente del PP en Canarias, quería saber quiénes eran los corruptos en el PP, pero me llevé una gran sorpresa”. El club de los decepcionados por Soria va a tener más miembros de los que nosotros nos temíamos. Ese selecto grupo de simpatizantes, militantes y/o compromisarios lo inauguró otro conocido de nuestros lectores, Francisco Cabrera, gerente de la empresa pública Megaturbinas de Arinaga, que un día de 2004 telefoneó a José Manuel Soria alarmado por lo que estaba viendo en el consejo de administración de aquella empresa y alrededor del concurso eólico. Lejos de encontrar a un líder defensor de la transparencia y la honradez en la vida pública, Soria le respondió con cajas destempladas. Fue en ese momento cuando Cabrera descubrió que el presidente del PP canario estaba en la operación de descabezar Megaturbinas para entregar sus proyectos de I+D y su suelo en el muelle de Arinaga al empresario Javier Esquivel, a la sazón casero en versión gratis total de Su Excelencia. Pero si nos remontamos a los años de alcaldía de este mismo personaje, puede que encontremos en el ex concejal Pascual Mota un primer ejemplo notable de decepción: Mota acudió a Soria a decirle que tenía la posibilidad de comprar por cuatro duros el abandonado canódromo de Schamann, pero el entonces alcalde le dijo que dejara esas cosas a Jorge Rodríguez (vaya, por Dios, imputado ahora en esta trama de corrupción) porque él de esas cosas inmobiliarias no sabía. Ya estaba en marcha el famoso pelotazo del Canódromo, nueve millones de euros y un espacio público a hacer puñetas. Pero volvamos a Cambreleng. Su decepción se convirtió en indignación cuando accedió a reunirse por segunda vez con Soria y descubrió que le había grabado subrepticiamente la conversación para tratar de usarla contra él y a mayor gloria del Soriagate. “Yo pensaba que Soria me iba a preguntar por quiénes eran corruptos en el PP”, (?) “y nos reunimos en una casa familiar (eleva el tono con dureza) con el máximo representante del PP”. Lo que en realidad quería el ya por entonces vicepresidente del Gobierno era que cambiara su versión de los hechos y que en vez de Jorge Rodríguez se sentaran en el banquillo de los acusados los jefes de la Policía, los periodistas de Canarias Ahora y Juan Fernando López Aguilar. Aquel sainete acabó como acaban casi todas las cosas de este individuo, con una demanda suya contra Cambreleng por haberle acusado de intento de soborno (en realidad la oferta de 600.000 euros provino de Carlos Sánchez, consejero del Cabildo, pero curiosamente, Soria se dio por aludido). La demanda fue desestimada y condenado el demandante a pagar las costas judiciales, el mismo final que tuvo otra demanda que el mismo ministro interpuso a Francisco Cabrera por lo que dijo en la comisión de investigación del caso Eolo: “Si lo que ha dicho aquí ese señor fuera verdad”, declaró a los periodistas Su Excelencia en su tono habitual, “yo tendría que dimitir; pero como es mentira, lo demandaré”. La juez dio por probadas las acusaciones de Cabrera y hasta el relevante hecho de que fue despedido del Cabildo de Gran Canaria por haber denunciado la trama corrupta. La componenda no tiene emniend

El fiscal quería saber si la denuncia de Cambreleng respondía a algún tipo de venganza personal o vendetta política, para lo cual le insistió en si sentía animadversión hacia el PP, partido al que pertenece ?en calidad de dirigente y actualmente portavoz para asuntos económicos- el encartado Jorge Rodríguez. La respuesta de Cambreleng fue contundente: “Fíjese si no tenía animadversión contra el PP que yo era militante, fui compromisario y votante, y tenía tanta confianza en el PP que accedí a reunirme dos veces con el señor Soria, porque yo creía que el señor Soria, el presidente del PP en Canarias, quería saber quiénes eran los corruptos en el PP, pero me llevé una gran sorpresa”. El club de los decepcionados por Soria va a tener más miembros de los que nosotros nos temíamos. Ese selecto grupo de simpatizantes, militantes y/o compromisarios lo inauguró otro conocido de nuestros lectores, Francisco Cabrera, gerente de la empresa pública Megaturbinas de Arinaga, que un día de 2004 telefoneó a José Manuel Soria alarmado por lo que estaba viendo en el consejo de administración de aquella empresa y alrededor del concurso eólico. Lejos de encontrar a un líder defensor de la transparencia y la honradez en la vida pública, Soria le respondió con cajas destempladas. Fue en ese momento cuando Cabrera descubrió que el presidente del PP canario estaba en la operación de descabezar Megaturbinas para entregar sus proyectos de I+D y su suelo en el muelle de Arinaga al empresario Javier Esquivel, a la sazón casero en versión gratis total de Su Excelencia. Pero si nos remontamos a los años de alcaldía de este mismo personaje, puede que encontremos en el ex concejal Pascual Mota un primer ejemplo notable de decepción: Mota acudió a Soria a decirle que tenía la posibilidad de comprar por cuatro duros el abandonado canódromo de Schamann, pero el entonces alcalde le dijo que dejara esas cosas a Jorge Rodríguez (vaya, por Dios, imputado ahora en esta trama de corrupción) porque él de esas cosas inmobiliarias no sabía. Ya estaba en marcha el famoso pelotazo del Canódromo, nueve millones de euros y un espacio público a hacer puñetas. Pero volvamos a Cambreleng. Su decepción se convirtió en indignación cuando accedió a reunirse por segunda vez con Soria y descubrió que le había grabado subrepticiamente la conversación para tratar de usarla contra él y a mayor gloria del Soriagate. “Yo pensaba que Soria me iba a preguntar por quiénes eran corruptos en el PP”, (?) “y nos reunimos en una casa familiar (eleva el tono con dureza) con el máximo representante del PP”. Lo que en realidad quería el ya por entonces vicepresidente del Gobierno era que cambiara su versión de los hechos y que en vez de Jorge Rodríguez se sentaran en el banquillo de los acusados los jefes de la Policía, los periodistas de Canarias Ahora y Juan Fernando López Aguilar. Aquel sainete acabó como acaban casi todas las cosas de este individuo, con una demanda suya contra Cambreleng por haberle acusado de intento de soborno (en realidad la oferta de 600.000 euros provino de Carlos Sánchez, consejero del Cabildo, pero curiosamente, Soria se dio por aludido). La demanda fue desestimada y condenado el demandante a pagar las costas judiciales, el mismo final que tuvo otra demanda que el mismo ministro interpuso a Francisco Cabrera por lo que dijo en la comisión de investigación del caso Eolo: “Si lo que ha dicho aquí ese señor fuera verdad”, declaró a los periodistas Su Excelencia en su tono habitual, “yo tendría que dimitir; pero como es mentira, lo demandaré”. La juez dio por probadas las acusaciones de Cabrera y hasta el relevante hecho de que fue despedido del Cabildo de Gran Canaria por haber denunciado la trama corrupta. La componenda no tiene emniend