El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
O sea, que no estaba tan perturbado
Nadie en el foro daba por seguro que el Zorro Plateado pudiera ser finalmente condenado a más de dos años de prisión, el mínimo para tener que cumplir una pena tan onerosa para alguien que siempre se creyó una deidad empresarial. La tibia posición que desde el primer momento mostró el Ministerio Fiscal y la complejidad de la causa más cierta presión atmosférica hacían presagiar que todo pudiera acabar en una condena simbólica. Sin embargo, los estrategas legales del Zorro Plateado optaron por amarrar un resultado seguro que les evitara cualquier sobresalto: la conformidad con la condena en su tercio inferior. Suponemos que habrán calculado adecuadamente los efectos de ese reconocimiento criminal porque, del bolichazo, la defensa de Suárez Gil ha renunciado a la teoría de que el empresario transmitió todos sus bienes a Josefina Navarrete sumido en una perturbación mental que, convenientemente adobada por una sobredosis de películas de Rambo (o quizás de Torrente), fue la que, a la postre, le pudo haber conducido ese fatídico día de enero pasado a empuñar su pistola y preguntarle si prefería el tiro de muerte en el corazón o en la cabeza. Se desmorona la campaña mediática contra la víctima promovida por este delincuente convicto y confeso, lo que invalida cualquier excusa para un comportamiento tan deplorable de este caballero de tan penosa figura y peor final público.
Nadie en el foro daba por seguro que el Zorro Plateado pudiera ser finalmente condenado a más de dos años de prisión, el mínimo para tener que cumplir una pena tan onerosa para alguien que siempre se creyó una deidad empresarial. La tibia posición que desde el primer momento mostró el Ministerio Fiscal y la complejidad de la causa más cierta presión atmosférica hacían presagiar que todo pudiera acabar en una condena simbólica. Sin embargo, los estrategas legales del Zorro Plateado optaron por amarrar un resultado seguro que les evitara cualquier sobresalto: la conformidad con la condena en su tercio inferior. Suponemos que habrán calculado adecuadamente los efectos de ese reconocimiento criminal porque, del bolichazo, la defensa de Suárez Gil ha renunciado a la teoría de que el empresario transmitió todos sus bienes a Josefina Navarrete sumido en una perturbación mental que, convenientemente adobada por una sobredosis de películas de Rambo (o quizás de Torrente), fue la que, a la postre, le pudo haber conducido ese fatídico día de enero pasado a empuñar su pistola y preguntarle si prefería el tiro de muerte en el corazón o en la cabeza. Se desmorona la campaña mediática contra la víctima promovida por este delincuente convicto y confeso, lo que invalida cualquier excusa para un comportamiento tan deplorable de este caballero de tan penosa figura y peor final público.