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Una peseta para gastos

Antonio Muñiz fue un alcalde muy peculiar, y no solamente por sus usos y costumbres, absolutamente alejados de lo que debe predicar un cargo público. Había mamado alcaldía franquista después de ver a Paco Araña al frente de San Bartolomé de Tirajana, y de repente pensó que todo el monte era orégano. Así, de repente, se convirtió en un cacique que creyó que el pueblo le había elegido para ser su dios. Y empezó a comportarse como un gaznápiro, a gastar como si el dinero fuera suyo, a correrse parrandas con guardias municipales, a ceder la alcaldía a concejales amigotes... a hacer el cafre, en definitiva. Los de Roque Aguayro, que son de abrigo, lo ataron corto y le pusieron una peseta de presupuesto para gastos de la alcaldía, y lo sometieron a un severo marcaje hasta que acabó la pesadilla de cuatro años sin moción de censura, un instrumento que todavía no estaba inventado.

Antonio Muñiz fue un alcalde muy peculiar, y no solamente por sus usos y costumbres, absolutamente alejados de lo que debe predicar un cargo público. Había mamado alcaldía franquista después de ver a Paco Araña al frente de San Bartolomé de Tirajana, y de repente pensó que todo el monte era orégano. Así, de repente, se convirtió en un cacique que creyó que el pueblo le había elegido para ser su dios. Y empezó a comportarse como un gaznápiro, a gastar como si el dinero fuera suyo, a correrse parrandas con guardias municipales, a ceder la alcaldía a concejales amigotes... a hacer el cafre, en definitiva. Los de Roque Aguayro, que son de abrigo, lo ataron corto y le pusieron una peseta de presupuesto para gastos de la alcaldía, y lo sometieron a un severo marcaje hasta que acabó la pesadilla de cuatro años sin moción de censura, un instrumento que todavía no estaba inventado.