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Las piedras del camino

Quizá haya que arreglar las actuales carreteras de Tenerife antes de proceder al ansiado y polémico cierre del anillo insular. Más que nada para que, llegado tan gratísimo momento, queden amortiguadores y coches con ruedas sanas circulando por la isla. Los usuarios de las vías del sur de Tenerife se quejan enérgicamente por lo complicado que está resultando circular por ellas. La cosa se ha convertido en un ejercicio lleno de brincos y volantazos que se suman a un tráfico ya de por sí saturado de vehículos. Las numerosas piedras que están apareciendo en la calzada no son debidamente retiradas por los servicios competentes, que tampoco reparan los baches, cada vez más numerosos. Además de los peligros para la circulación, los usuarios están hasta las narices del gasto en cubiertas por los mordiscos que produce tanto bache, cuando no la sustitución de parabrisas por las chinas relingadas que proceden del coche de delante. Por no hablar de las carreteras de segundo orden, como la de Las Zocas, donde los agujeros pueden llegar a los quince centímetros de profundidad.

Quizá haya que arreglar las actuales carreteras de Tenerife antes de proceder al ansiado y polémico cierre del anillo insular. Más que nada para que, llegado tan gratísimo momento, queden amortiguadores y coches con ruedas sanas circulando por la isla. Los usuarios de las vías del sur de Tenerife se quejan enérgicamente por lo complicado que está resultando circular por ellas. La cosa se ha convertido en un ejercicio lleno de brincos y volantazos que se suman a un tráfico ya de por sí saturado de vehículos. Las numerosas piedras que están apareciendo en la calzada no son debidamente retiradas por los servicios competentes, que tampoco reparan los baches, cada vez más numerosos. Además de los peligros para la circulación, los usuarios están hasta las narices del gasto en cubiertas por los mordiscos que produce tanto bache, cuando no la sustitución de parabrisas por las chinas relingadas que proceden del coche de delante. Por no hablar de las carreteras de segundo orden, como la de Las Zocas, donde los agujeros pueden llegar a los quince centímetros de profundidad.