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Una plácidad inquietud

El Partido Socialista Canario va a celebrar el último fin de semana de junio un congreso regional que a priori no presenta demasiadas emociones. Parten los socialistas de una situación verdaderamente anodina, ni fría ni caliente, ni eufórica ni de abatimiento generalizado. La conmoción que supuso la contundente derrota de las locales de mayo de 2011, elevada a depresión colectiva con el revolcón sufrido por Rubalcaba en noviembre, se fue poco a poco aliviando con el bálsamo del tiempo y con el pacto regional con Coalición Canaria, que al menos ha permitido al PSOE canario enseñar la cabeza y mostrar ?no sin criticable timidez- que es capaz de gobernar y de conseguir mantener el tipo en el peor de los escenarios para gestionar un presupuesto público. José Miguel Pérez es un secretario general contestado (¿quién no lo ha sido a lo largo de la historia del PSC?), generalmente por su carácter político en apariencia apocado, falto de carisma? a lo que sus detractores paradójicamente endosan también otros atributos menos blandos, como que ha arrasado con los más críticos del lugar, especialmente en Tenerife, o que tiene embridada la disidencia gracias a una infalible guardia pretoriana. Puede ser. O podía ser hasta que ha dejado de ser.

El Partido Socialista Canario va a celebrar el último fin de semana de junio un congreso regional que a priori no presenta demasiadas emociones. Parten los socialistas de una situación verdaderamente anodina, ni fría ni caliente, ni eufórica ni de abatimiento generalizado. La conmoción que supuso la contundente derrota de las locales de mayo de 2011, elevada a depresión colectiva con el revolcón sufrido por Rubalcaba en noviembre, se fue poco a poco aliviando con el bálsamo del tiempo y con el pacto regional con Coalición Canaria, que al menos ha permitido al PSOE canario enseñar la cabeza y mostrar ?no sin criticable timidez- que es capaz de gobernar y de conseguir mantener el tipo en el peor de los escenarios para gestionar un presupuesto público. José Miguel Pérez es un secretario general contestado (¿quién no lo ha sido a lo largo de la historia del PSC?), generalmente por su carácter político en apariencia apocado, falto de carisma? a lo que sus detractores paradójicamente endosan también otros atributos menos blandos, como que ha arrasado con los más críticos del lugar, especialmente en Tenerife, o que tiene embridada la disidencia gracias a una infalible guardia pretoriana. Puede ser. O podía ser hasta que ha dejado de ser.