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El PP de LPGC vuelve a las andadas

No es por dinero, es por fastidiar. En el ADN del PP canario continúa figurando el cromosoma Jota, y su propósito consiste sencillamente en jeringar a la oposición de cualquier manera con apariencia de implacables formas democráticas y económicas. No es por dinero, insistimos, que a los grupos municipales se les limite hasta un margen ridículo el número de concejales que habrán de quedar liberados para poder ejercer a tiempo completo su tarea de oposición, ésa que tanto ensalzan los dirigentes del PP cuando acuden a tertulias y entrevistas radiofónicas, este mismo lunes sin ir más lejos. Tienen antecedentes de comportamientos restrictivos desde 1995, cuando José Manuel Soria llegó simultáneamente a la política y al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y descubrió que había oposición y que, encima, había que pagarle sueldos y dietas. Lo suprimió casi todo, hasta el límite mismo de la ilegalidad, y los convirtió en proscritos, de modo que no pudieran participar en los órganos municipales de control y participación. Cuando llegó Pepa Luzardo hizo un cuarto de lo mismo, aunque abrió un poquito la mano, obligada por las circunstancias y la vergüenza ajena. Pero simultáneamente, en el Cabildo, Soria hacía su particular escabechina con los representantes de la oposición, a los que les rebajó el sueldo y les cortó cualquier tipo de ventaja para entorpecer al máximo las tareas constitucionalmente asignadas. De Juan José Cardona no nos esperábamos lo que vimos este lunes.

No es por dinero, es por fastidiar. En el ADN del PP canario continúa figurando el cromosoma Jota, y su propósito consiste sencillamente en jeringar a la oposición de cualquier manera con apariencia de implacables formas democráticas y económicas. No es por dinero, insistimos, que a los grupos municipales se les limite hasta un margen ridículo el número de concejales que habrán de quedar liberados para poder ejercer a tiempo completo su tarea de oposición, ésa que tanto ensalzan los dirigentes del PP cuando acuden a tertulias y entrevistas radiofónicas, este mismo lunes sin ir más lejos. Tienen antecedentes de comportamientos restrictivos desde 1995, cuando José Manuel Soria llegó simultáneamente a la política y al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y descubrió que había oposición y que, encima, había que pagarle sueldos y dietas. Lo suprimió casi todo, hasta el límite mismo de la ilegalidad, y los convirtió en proscritos, de modo que no pudieran participar en los órganos municipales de control y participación. Cuando llegó Pepa Luzardo hizo un cuarto de lo mismo, aunque abrió un poquito la mano, obligada por las circunstancias y la vergüenza ajena. Pero simultáneamente, en el Cabildo, Soria hacía su particular escabechina con los representantes de la oposición, a los que les rebajó el sueldo y les cortó cualquier tipo de ventaja para entorpecer al máximo las tareas constitucionalmente asignadas. De Juan José Cardona no nos esperábamos lo que vimos este lunes.