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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

El ridículo del Parlamento

Pero si ya es grave el papelón que está interpretando en este sainete la Justicia de altos vuelos, la que se dirime en los vetustos salones del Palacio de Justicia de Las Palmas de Gran Canaria a espaldas por completo de la sociedad a la que sus moradores sirven, más grave es lo hecho por el Parlamento de Canarias, que ha permitido que una pandilla de desalmados haya mancillado su nombre en este asunto de la trama corrupta de la operación eólica. Porque Soria y sus secuaces pervirtieron aquella comisión de investigación hasta extremos que debieran hacer dimitir y pedir disculpas a todos los que prepararon y votaron aquellas deshonrosas conclusiones en las que se implicaba al ex presidente del Consejo de Administración de CANARIAS AHORA sin haber tenido ni arte ni parte en la operación en la que eran otros los que pretendieron enriquecerse. Y, a mayor escarnio, sus señorías permitieron que este personaje excesivo acosase a algunos de los comparecientes hasta llegar a conducir a uno de ellos, Francisco Cabrera, hasta el banquillo de los acusados por esta querella de Soria que se ha convertido en un escrito de acusación en su contra.

Pero si ya es grave el papelón que está interpretando en este sainete la Justicia de altos vuelos, la que se dirime en los vetustos salones del Palacio de Justicia de Las Palmas de Gran Canaria a espaldas por completo de la sociedad a la que sus moradores sirven, más grave es lo hecho por el Parlamento de Canarias, que ha permitido que una pandilla de desalmados haya mancillado su nombre en este asunto de la trama corrupta de la operación eólica. Porque Soria y sus secuaces pervirtieron aquella comisión de investigación hasta extremos que debieran hacer dimitir y pedir disculpas a todos los que prepararon y votaron aquellas deshonrosas conclusiones en las que se implicaba al ex presidente del Consejo de Administración de CANARIAS AHORA sin haber tenido ni arte ni parte en la operación en la que eran otros los que pretendieron enriquecerse. Y, a mayor escarnio, sus señorías permitieron que este personaje excesivo acosase a algunos de los comparecientes hasta llegar a conducir a uno de ellos, Francisco Cabrera, hasta el banquillo de los acusados por esta querella de Soria que se ha convertido en un escrito de acusación en su contra.