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El salmón como ejemplo

En más de una ocasión hemos sostenido aquí que el archivo del famoso caso Salmón iba a traer cola, pero hemos de confesarles que jamás pensamos que esa cola vendría a través del caso Gürtel y el sobreseimiento que ha sufrido la pieza trasladada al Tribunal Superior de Justicia para que investigara (Dios nos libre y guarde) al muy honorable señor Camps. Poco podemos añadir a los suculentos comentarios que la ciudadanía española está plasmando en los periódicos digitales del país (y del mundo, que no se diga), pero quizás sea el momento de insistir en la necesidad de que en el próximo periodo de sesiones las Cortes hispanas se detengan seriamente a analizar la conveniencia de reformar el vigente Código Penal en relación con las personas aforadas, de modo que desaparezca la tipificación de delito para todo lo concerniente a la aceptación de regalos, dádivas, prebendas o atenciones, bien en consideración al cargo que el excelentísimo o ilustrísimo ocupe, o bien para favorecer al generoso obsequiador a cambio de tales regalos. O sea, que desaparezca el cohecho, de modo que ahorremos un poco de energía y se frene el calentamiento global.

En más de una ocasión hemos sostenido aquí que el archivo del famoso caso Salmón iba a traer cola, pero hemos de confesarles que jamás pensamos que esa cola vendría a través del caso Gürtel y el sobreseimiento que ha sufrido la pieza trasladada al Tribunal Superior de Justicia para que investigara (Dios nos libre y guarde) al muy honorable señor Camps. Poco podemos añadir a los suculentos comentarios que la ciudadanía española está plasmando en los periódicos digitales del país (y del mundo, que no se diga), pero quizás sea el momento de insistir en la necesidad de que en el próximo periodo de sesiones las Cortes hispanas se detengan seriamente a analizar la conveniencia de reformar el vigente Código Penal en relación con las personas aforadas, de modo que desaparezca la tipificación de delito para todo lo concerniente a la aceptación de regalos, dádivas, prebendas o atenciones, bien en consideración al cargo que el excelentísimo o ilustrísimo ocupe, o bien para favorecer al generoso obsequiador a cambio de tales regalos. O sea, que desaparezca el cohecho, de modo que ahorremos un poco de energía y se frene el calentamiento global.