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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Sergio Tinguaro, sin acceso a la lata del gofio

La primera vez que vimos a Sergio Tinguaro Falcón en acción fue en la puerta del auditorio Alfredo Kraus, de Las Palmas de Gran Canaria, repartiendo panfletos de su partido, el PP, con durísimas acusaciones falsas contra el director de CANARIAS AHORA, la jefa superior de Policía y otras personas. Sergio Tinguaro se había hecho con un montaje en el que se mezclaban la portada de un número de la ultraderechista revista Época con las fotografías de esas personas que el PP consideraba autoras de una traición universal. La imputación, por supuesto falsa, decayó poco después, cuando un juez de instrucción la consideró disparatada y cuando el mismo partido que la lanzó retiró la querella como si nada hubiera pasado. Es el sino del suflé, que crece, crece y crece, y decae, decae, decae, una vez se queda sin argumentos. Pero al tal Sergio Tinguaro le habíamos cogido la matrícula y lo habíamos fichado como emergente y muy aventajado discípulo de José Manuel Soria, que el día de su elección como presidente de las Nuevas Generaciones del PP canario, no tuvo mejor ocurrencia que alabarle su muy indigna situación de imputado en una causa de estafa, coacciones y amenazas. Feo, feo y más feo que la madre que parió al feo.

La primera vez que vimos a Sergio Tinguaro Falcón en acción fue en la puerta del auditorio Alfredo Kraus, de Las Palmas de Gran Canaria, repartiendo panfletos de su partido, el PP, con durísimas acusaciones falsas contra el director de CANARIAS AHORA, la jefa superior de Policía y otras personas. Sergio Tinguaro se había hecho con un montaje en el que se mezclaban la portada de un número de la ultraderechista revista Época con las fotografías de esas personas que el PP consideraba autoras de una traición universal. La imputación, por supuesto falsa, decayó poco después, cuando un juez de instrucción la consideró disparatada y cuando el mismo partido que la lanzó retiró la querella como si nada hubiera pasado. Es el sino del suflé, que crece, crece y crece, y decae, decae, decae, una vez se queda sin argumentos. Pero al tal Sergio Tinguaro le habíamos cogido la matrícula y lo habíamos fichado como emergente y muy aventajado discípulo de José Manuel Soria, que el día de su elección como presidente de las Nuevas Generaciones del PP canario, no tuvo mejor ocurrencia que alabarle su muy indigna situación de imputado en una causa de estafa, coacciones y amenazas. Feo, feo y más feo que la madre que parió al feo.