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Sesenta funcionarios esperando en casa

Si no fuera porque bordea la tragedia administrativa, lo que está ocurriendo en San Bartolomé de Tirajana habría que destinarlo a llenar un libro entero de tiras cómicas. Un pacto de gobierno descompuesto, con concejales que se pelean en público y se desautorizan permanentemente; un municipio colapsado por la ineficacia más ramplona, y unas casas consistoriales que han de ser desalojadas por amenazar ruina. Imposibles más fatalidades en tan pocos kilómetros cuadrados. Ese desalojo, por cierto, todavía no ha sido resuelto del todo porque hasta la semana pasada había sesenta funcionarios esperando en sus respectivos domicilios a que les informaran del lugar al que ir a cumplir con sus tareas. Descartamos por endemoniada modernidad que estén trabajando desde casa en ese invento tan lejano para muchos que se llama teletrabajo. Si al menos eso funcionara en San Bartolomé veríamos un resquicio de cordura, pero qué va.

Si no fuera porque bordea la tragedia administrativa, lo que está ocurriendo en San Bartolomé de Tirajana habría que destinarlo a llenar un libro entero de tiras cómicas. Un pacto de gobierno descompuesto, con concejales que se pelean en público y se desautorizan permanentemente; un municipio colapsado por la ineficacia más ramplona, y unas casas consistoriales que han de ser desalojadas por amenazar ruina. Imposibles más fatalidades en tan pocos kilómetros cuadrados. Ese desalojo, por cierto, todavía no ha sido resuelto del todo porque hasta la semana pasada había sesenta funcionarios esperando en sus respectivos domicilios a que les informaran del lugar al que ir a cumplir con sus tareas. Descartamos por endemoniada modernidad que estén trabajando desde casa en ese invento tan lejano para muchos que se llama teletrabajo. Si al menos eso funcionara en San Bartolomé veríamos un resquicio de cordura, pero qué va.