El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Soria llevó el sobre de Brufau
No hace falta que Paulino Rivero insista mucho. Los hechos le adelantan por arriba, por abajo, por la derecha y por la izquierda. La prensa nacional se hacía eco este martes, al tiempo que el presidente canario volvía a clamar en el Parlamento contra la servil entrega de Soria a los intereses de Repsol, del papel desempeñado por el ministro de Industria en la resolución del conflicto abierto con Argentina por la nacionalización de YPF en abril de 2012. Lejos quedaron aquellas agrias amenazas lanzadas desde Polonia por el mismísimo Soria de que a la presidenta Cristina Fernández le caería sobre su testa la venganza de la madre patria; lejos las advertencias del Gobierno de graves sanciones económicas y comerciales, amén de plagas bíblicas y acciones jurídicas internacionales con éxito asegurado. La penitencia por la ofensa a España, que es como se tomó el conflicto el Gobierno, ha quedado reducida a un sobre, el que Antonio Brufau entregó en mano a Soria conteniendo las instrucciones precisas que debía seguir para llegar a un acuerdo que resolviera el conflicto. Todas aquellas advocaciones, reducidas a una compensación económica que, para colmo, es exactamente la mitad de las inicialmente anunciadas por la compañía que Soria apadrina: 5.000 millones de dólares, la versión hispana de coge el dinero y corre. Ni siquiera se tuvo que molestar Brufau en tomar su avión corporativo para representar a la compañía que preside ante las autoridades mexicanas y argentinas con las que se ha visto las caras muy solícito el ministro Soria. La misma prensa que hace más de un año sacó la guadaña para anatemizar a la República Argentina, saluda ahora con alborozo el acuerdo como si hubiera sido la releche, como si la señora Fernández hubiera acabado arrodillada y humillada ante el mundo. Como es norma, el país que expropia paga la expropiación, y España mantendrá sus relaciones comerciales, diplomáticas y políticas como si nada hubiera pasado. Fin de la cita. Fin de la escandalera.
No hace falta que Paulino Rivero insista mucho. Los hechos le adelantan por arriba, por abajo, por la derecha y por la izquierda. La prensa nacional se hacía eco este martes, al tiempo que el presidente canario volvía a clamar en el Parlamento contra la servil entrega de Soria a los intereses de Repsol, del papel desempeñado por el ministro de Industria en la resolución del conflicto abierto con Argentina por la nacionalización de YPF en abril de 2012. Lejos quedaron aquellas agrias amenazas lanzadas desde Polonia por el mismísimo Soria de que a la presidenta Cristina Fernández le caería sobre su testa la venganza de la madre patria; lejos las advertencias del Gobierno de graves sanciones económicas y comerciales, amén de plagas bíblicas y acciones jurídicas internacionales con éxito asegurado. La penitencia por la ofensa a España, que es como se tomó el conflicto el Gobierno, ha quedado reducida a un sobre, el que Antonio Brufau entregó en mano a Soria conteniendo las instrucciones precisas que debía seguir para llegar a un acuerdo que resolviera el conflicto. Todas aquellas advocaciones, reducidas a una compensación económica que, para colmo, es exactamente la mitad de las inicialmente anunciadas por la compañía que Soria apadrina: 5.000 millones de dólares, la versión hispana de coge el dinero y corre. Ni siquiera se tuvo que molestar Brufau en tomar su avión corporativo para representar a la compañía que preside ante las autoridades mexicanas y argentinas con las que se ha visto las caras muy solícito el ministro Soria. La misma prensa que hace más de un año sacó la guadaña para anatemizar a la República Argentina, saluda ahora con alborozo el acuerdo como si hubiera sido la releche, como si la señora Fernández hubiera acabado arrodillada y humillada ante el mundo. Como es norma, el país que expropia paga la expropiación, y España mantendrá sus relaciones comerciales, diplomáticas y políticas como si nada hubiera pasado. Fin de la cita. Fin de la escandalera.