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Tarjeta Primo, que se llama

La cantidad de luz que arroja el descubrimiento de miles de páginas del sumario eólico alcanza a rincones de penumbra que jamás pensábamos que existieran. Por ejemplo, el hecho pintoresco de que algunos de los imputados hayan dejado con los glúteos al aire ante el magistrado Parramón a los que, pocos días antes, eran amigos para siempre, lolailo, lolailo. Uno llegó a decir que había acompañado a otro a abrir una cuenta en un banco de Luxemburgo con oficina en la madrileña calle de Serrano para que se creyera que le iba a pagar allí las comisiones ilegales que pedía. El otro dijo que, en realidad, había ido para dejarse querer, que a él aquello le importaba un pimiento. Pero al final resultó que varios de los que aparecen imputados (y no solamente Mónica Quintana) tenían sus cuentitas en el Fortis Bank, y sus respectivas tarjetas de crédito. Que, por cierto, tienen un nombre muy elocuente: Tarjeta Primo. Pues eso, por 120.000 euros no se podía haber actuado de manera mejor.

La cantidad de luz que arroja el descubrimiento de miles de páginas del sumario eólico alcanza a rincones de penumbra que jamás pensábamos que existieran. Por ejemplo, el hecho pintoresco de que algunos de los imputados hayan dejado con los glúteos al aire ante el magistrado Parramón a los que, pocos días antes, eran amigos para siempre, lolailo, lolailo. Uno llegó a decir que había acompañado a otro a abrir una cuenta en un banco de Luxemburgo con oficina en la madrileña calle de Serrano para que se creyera que le iba a pagar allí las comisiones ilegales que pedía. El otro dijo que, en realidad, había ido para dejarse querer, que a él aquello le importaba un pimiento. Pero al final resultó que varios de los que aparecen imputados (y no solamente Mónica Quintana) tenían sus cuentitas en el Fortis Bank, y sus respectivas tarjetas de crédito. Que, por cierto, tienen un nombre muy elocuente: Tarjeta Primo. Pues eso, por 120.000 euros no se podía haber actuado de manera mejor.