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No tocar a las personas honradas y educadas

Si no fuera porque hemos visto las cartas del general de la Guardia Civil, casi estaríamos por dudar que un mando militar español escriba, firme y sostenga lo que aparece en esas misivas. No contento con demostrar una ignorancia supina de las competencias de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, de los que forma parte, el alto mando llega a quejarse de que fuera detenida y condenada “una persona cuya honradez y buena educación bien conoces, que de ninguna manera se ha merecido el injusto castigo recibido; porque la sanción penal acarreada no sólo no justifica la desproporcionada actuación policial, sino que la agrava”. Y ya en el colmo de la desfachatez y la ignorancia, cuando no del delito, el general llega a criticar incluso lo ocurrido en el Juzgado de Instrucción número 3 de Las Palmas de Gran Canaria, donde fue condenada (por sentencia de conformidad) la señora tan patrióticamente defendida: “La actuación judicial, por cierto, no es objeto de esta carta, pero podríamos hablar bastante sobre ella”. En resumen: si se es esposa de un militar de alta graduación, educada, de buena familia y honrada, no se le puede detener, y mucho menos condenar, por mucho delito que cometa. No olvidemos que el general de la Guardia Civil tiene mando sobre la policía judicial de este cuerpo, y ahí es nada lo dicho por este buen paisano: “injusto castigo”, “sanción penal que agrava la desproporcionada actuación policial”, “actuación judicial de la que podríamos hablar bastante”. Estamos en muy buenas manos, sí señor.

Si no fuera porque hemos visto las cartas del general de la Guardia Civil, casi estaríamos por dudar que un mando militar español escriba, firme y sostenga lo que aparece en esas misivas. No contento con demostrar una ignorancia supina de las competencias de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, de los que forma parte, el alto mando llega a quejarse de que fuera detenida y condenada “una persona cuya honradez y buena educación bien conoces, que de ninguna manera se ha merecido el injusto castigo recibido; porque la sanción penal acarreada no sólo no justifica la desproporcionada actuación policial, sino que la agrava”. Y ya en el colmo de la desfachatez y la ignorancia, cuando no del delito, el general llega a criticar incluso lo ocurrido en el Juzgado de Instrucción número 3 de Las Palmas de Gran Canaria, donde fue condenada (por sentencia de conformidad) la señora tan patrióticamente defendida: “La actuación judicial, por cierto, no es objeto de esta carta, pero podríamos hablar bastante sobre ella”. En resumen: si se es esposa de un militar de alta graduación, educada, de buena familia y honrada, no se le puede detener, y mucho menos condenar, por mucho delito que cometa. No olvidemos que el general de la Guardia Civil tiene mando sobre la policía judicial de este cuerpo, y ahí es nada lo dicho por este buen paisano: “injusto castigo”, “sanción penal que agrava la desproporcionada actuación policial”, “actuación judicial de la que podríamos hablar bastante”. Estamos en muy buenas manos, sí señor.