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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Cada vez más 'juntaletras'

Lo bonito que tiene la ley de la gravedad, entre otras muchas cualidades físicas, es su inapelabilidad. Será siempre de las pocas leyes que veamos cumplir sin matices y sin dobleces. Es aplicable a muchos órdenes de la vida, pero es quizá en la política y en todo lo que a esta actividad rodea, donde más necesaria es y donde más veces deja boquiabierto al personal. Pongamos una vez más por ejemplo a nuestro insuperable Luis Larry Álvarez, brazo armado del larrysmo y del sectarismo más recalcitrante, que llamó a este periódico, y especialmente a los que lo hacemos “juntaletras”. Además, claro está, de situarnos en una especie de infierno de apestados donde creyó nos terminaríamos pudriendo solos y pidiendo al mundo y a él clemencia. Nunca nos vimos en ese infierno, y en tal caso, parece que cada vez son más los que se suman al club de los juntaletras, entendiendo como tales y en aplicación de las teorías larrystas, a todos aquellos periodistas desafectos al régimen que, además de serlo, no se ocultan para contarlo. Lo que nos tiene un poco moscas, la verdad, es que en la nueva camada de juntaletras aparezcan amigos de toda la vida del larrysmo, que también se sumaron con jolgorio a aquellas acusaciones.

Lo bonito que tiene la ley de la gravedad, entre otras muchas cualidades físicas, es su inapelabilidad. Será siempre de las pocas leyes que veamos cumplir sin matices y sin dobleces. Es aplicable a muchos órdenes de la vida, pero es quizá en la política y en todo lo que a esta actividad rodea, donde más necesaria es y donde más veces deja boquiabierto al personal. Pongamos una vez más por ejemplo a nuestro insuperable Luis Larry Álvarez, brazo armado del larrysmo y del sectarismo más recalcitrante, que llamó a este periódico, y especialmente a los que lo hacemos “juntaletras”. Además, claro está, de situarnos en una especie de infierno de apestados donde creyó nos terminaríamos pudriendo solos y pidiendo al mundo y a él clemencia. Nunca nos vimos en ese infierno, y en tal caso, parece que cada vez son más los que se suman al club de los juntaletras, entendiendo como tales y en aplicación de las teorías larrystas, a todos aquellos periodistas desafectos al régimen que, además de serlo, no se ocultan para contarlo. Lo que nos tiene un poco moscas, la verdad, es que en la nueva camada de juntaletras aparezcan amigos de toda la vida del larrysmo, que también se sumaron con jolgorio a aquellas acusaciones.