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Cuando volar era otra cosa

No es verdad que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero sí es cierto que hay cosas que antes eran de diferente manera. Como, por ejemplo, volar. Costaba una pasta gansa coger un avión desde Canarias para irse a la Península, no existían las compañías de bajo coste y las pocas que operaban en esas líneas, particularmente Iberia, se desenvolvían con la naturalidad y el descaro del monopolio a cambio de tratar a sus pasajeros con un exquisito mimo. Volar era un auténtico acontecimiento, y hasta nos vestíamos de domingo para la ocasión. Las azafatas se desvivían en nombre de la aerolínea, regalaban la prensa, daban de comer caliente, pasaban un par de veces con el pan y terminaban insistiendo en que te tomaras un té o un café calentito y algo laxante. Te regalaban el agua, los refrescos y, hasta en los días de generosidad de la tripulación, las cervezas, lo que hacía que viajar en avión fuera, efectivamente, casi una fiesta. Ahora no, ahora el pasajero se ha convertido en ganado, y no exclusivamente en esas compañías de guarring coste y de bandera extranjera, sino incluso en Vueling, la aerolínea económica de Iberia, la que preside ese ex ministro tan dado a la genuflexión bananera que se llama Josep y se apellida Piqué.

No es verdad que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero sí es cierto que hay cosas que antes eran de diferente manera. Como, por ejemplo, volar. Costaba una pasta gansa coger un avión desde Canarias para irse a la Península, no existían las compañías de bajo coste y las pocas que operaban en esas líneas, particularmente Iberia, se desenvolvían con la naturalidad y el descaro del monopolio a cambio de tratar a sus pasajeros con un exquisito mimo. Volar era un auténtico acontecimiento, y hasta nos vestíamos de domingo para la ocasión. Las azafatas se desvivían en nombre de la aerolínea, regalaban la prensa, daban de comer caliente, pasaban un par de veces con el pan y terminaban insistiendo en que te tomaras un té o un café calentito y algo laxante. Te regalaban el agua, los refrescos y, hasta en los días de generosidad de la tripulación, las cervezas, lo que hacía que viajar en avión fuera, efectivamente, casi una fiesta. Ahora no, ahora el pasajero se ha convertido en ganado, y no exclusivamente en esas compañías de guarring coste y de bandera extranjera, sino incluso en Vueling, la aerolínea económica de Iberia, la que preside ese ex ministro tan dado a la genuflexión bananera que se llama Josep y se apellida Piqué.