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Vuelve el bicho y el Gobierno es otra vez un desastre

Fernando Clavijo parecía más listo. O al menos eso decían todos los que lo defendieron en sus primeros e inciertos pasos hacia la carrera presidencial: “Sí, es flojo, pero aprende rápido”. Y, efectivamente, aquellas meteduras de pata clamorosas que muchos presenciamos en sus primeros actos públicos se fueron transformando en intervenciones más medidas y hasta inteligentes. Hasta que tomó posesión. Fue recibir el bastón de mando, oye, y se nos volvió a disparatar con aquello de limitar la entrada de turistas, un debate que, a día de hoy, sólo permanece vivo en una pequeña isla que sufre una verdadera invasión en el corto espacio de dos meses: Menorca. Los demás lugares que se sintieron concernidos por aquel órdago de Clavijo recogieron velas y ya andan pensando en cosas más interesantes. Pero el presidente canario no se detuvo ahí. En su empeño por escenificar una saludable y hasta deseable reconciliación con el Gobierno de España volvió a medir mal y se ha estrellado en la primera curva. Pretender medirse con Soria retándolo a una agarrada de la noble Lucha Canaria es no conocer al contrincante. Tiende la mano, sí; sonríe y hace que que el rival se confíe. Pero él ya sabe dónde están sus puntos débiles y por ahí le va a meter un gancho de derecha que lo va a dejar sonado el resto de la legislatura. El golpe suele ser tan certero y sutil que el receptor no se entera de que está noqueado hasta que pasa un largo periodo de tiempo. Mientras tanto, va dando tumbos de un lado a otro de la lona pensando que el público le está aplaudiendo a él en lugar de al autor del piñazo. Soria no entiende de nobleza, ni en la política ni en ningún orden de la vida, y parece mentira que a estas alturas del curso no lo sepa Fernando Clavijo, aunque solo fuera por referencias lejanas de lo que le ocurrió a su antecesor en el cargo, Paulino Rivero, o por la lectura somera de recortes de prensa. La supuesta cumbre celebrada este lunes en Gran Canaria ha sido una tomadura de pelo colosal que ni poniendo a 8.000 revoluciones toda la maquinaria de propaganda del Gobierno se puede colocar como una cosa distinta que no haya sido un triunfo político para el ministro de Industria y presidente del PP canario. Se ha reído de Clavijo y de sus consejeros en su cara y todavía no se han dado cuenta. Ellos siguen sonriendo felices pensando que los Presupuestos Generales del Estado van a ser muy generosos con Canarias; que las negociaciones del REF van a salir de maravilla y que el gas es un combustible natural que se extrae de la Cueva de los Verdes. Dan hasta pena.

 

 

 

La primera bomba, en Gran Canaria

Puede que Fernando Clavijo y algunos miembros de su Gobierno sean las únicas personas que habitan estos peñascos que no conozcan la postura irreductible del presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, a favor de las energías renovables y, en consecuencia, en contra de los combustibles fósiles. Puede que a Tenerife no hayan llegado los ecos de algunos acuerdos plenarios tomados en mandatos anteriores en esa misma Corporación en igual sentido, y puede que ninguno se haya leído la encuesta encargada por el Gobierno saliente en la que se concluía que una mayoría aplastante de canarios (unos señores y unas señoras que viven aquí) está en contra de la implantación del gas y de todo lo que pueda retrasar un minuto más la penetración de las energías verdes. Y no era Tenerife, precisamente, la isla con más desapego a la cuestión, sino todo lo contrario, por mucho que los poderes tradicionales (entre los que hemos de incluir por supuesto al partido del señor presidente) se hayan empeñado en la necesidad de un puerto en Granadilla con planta regasificadora incorporada. Si ninguno de estos datos eran conocidos por Fernando Clavijo cuando en la famosa cumbre se pronunció por primera vez la palabra “gas”, empezaría a ser comprensible que le haya comprado esa burra a José Manuel Soria. Con tanta ilusión se la compró que a la salida del cónclave al presidente canario soltó esa matraquilla de la apertura de un debate (y dale), esta vez sobre el gas, como si acabara de llegar de un Erasmus y no se hubiera enterado de que esa cuestión hace tiempo que se superó en islas como Gran Canaria. Por cierto, ¿no es Gran Canaria donde peor está Coalición Canaria, el partido del señor presidente? Pues sí, y en esa isla Soria ha plantado la primera bomba de racimo con el dichoso debate sobre el gas para que le estalle en la cara a sus dirigentes. Un debate que tendrá perdido aquel que levante esa bandera gasística, como la historia reciente se ha encargado de demostrar. Siendo tan sencilla esta ecuación, ¿qué hace Clavijo tragándose este sapo soriano? ¿Es de verdad defensor del gas como combustible “de transición” sin haberse informado previamente de los riesgos que esa penetración supone? O, como muchos temen, ¿le han encandilado las guirnaldas del poder hasta el punto de hacerse ya cómplice –sin beneficio- de las mafias de cuello blanco que pululan en torno a la energía? Esa batalla la tiene perdida, pero lo malo es que con su derrota se lleve por delante otra oportunidad para impulsar las renovables.

 

Una funesta política de nombramientos

En el corto espacio de tiempo que dista desde su toma de posesión hasta el día de hoy, Fernando Clavijo ya ha celebrado dos terapias grupales con José Manuel Soria sin ni siquiera haber acabado de componer todos los mandos intermedios y mediopensionistas de su Gobierno. La tarea parece que está siendo ardua, particularmente para su partido, Coalición Canaria, que está aplicando de manera rigurosa el perverso método de la cuota territorial y, dentro de ella, la hipercuota de la devolución del pago del favor al que apoyó a Clavijo en las primarias (ejem) coalicioneras. Hay nombramientos que el presidente debe corregir de oficio aunque no se lo pida ningún periodista en un artículo de opinión puñetero como este. Le vamos a poner varios ejemplos. La viceconsejera de Medio Ambiente, Seguridad y Emergencias, es decir, la jefa de la Guanchancha y la que debe coordinar las tareas de sucesos como un incendio forestal, no puede ser una persona con graves problemas con el alcohol que fue multada y condenada por conducir borracha en dirección prohibida y por darse a la fuga en un momento tan comprometido. Se llama Blanca Pérez y como estorbaba al alcalde de La Laguna y el presidente del Cabildo de Tenerife no la quería por los alrededores, Coalición Canaria la ha premiado con el cargo de viceconsejera de Medio Ambiente, Seguridad y Emergencias (pero esto ¿qué coño es?). Su subordinado en el escalafón, el director general de Seguridad y Emergencias, es Juan Francisco Padrón, funcionario en excedencia de la Granja del Cabildo de Gran Canaria, cuya principal emergencia es él mismo para no quedarse colgado de la brocha. Ha sido enchufado ahí para premiarle por los servicios prestados en la campaña pro-Clavijo dentro de Coalición Canaria en Gran Canaria. No tiene ningún otro mérito ni profesional ni académico para hacerse cargo de un asunto tan delicado. Una enfermera, Sinesia Medina, ha sido designada, en la misma consejería de Política Territorial, directora general de Protección de la Naturaleza, y otro enfermero, José Moreno, será partir de ahora el director general de Infraestructura Turística, una materia que preocupaba tanto al presidente del Gobierno que ha puesto a su frente a un auténtico indocumentado. Podríamos continuar con Adrián Mendoza, que se marchó de CC muy cabreado pero que ahora es recuperado para la causa con el cargo de viceconsejero de Industria. O con Cristina Hernández, a la que pretenden hacer directora de la Agencia Tributaria, por la cuota palmera, a pesar de no reunir los requisitos que el legislador –mayormente de CC- impuso para ese cargo.

 

Sigue sin dimitir Aaron Afonso

Han pasado ya seis días desde la toma de posesión de la nueva directora general de Relaciones con la Administración de Justicia y todavía no ha dimitido el alto cargo responsable de haberla nombrado en uno de los mayores disparates que se recuerdan en la historia de la autonomía. Para los anales quedó la dimisión, ocho días después de tomar posesión, de Vicente López Pascual, nombrado por Manuel Hermoso director general de Comunicaciones e Informática en 1997. López Pascual no dimitió por ser auténticamente cachiporro en la materia para la que había sido designado, sino porque se descubrió que había sido (y seguramente seguía siendo) espía del Cesid, con el agravante de haber pasado cerca de El Salvador en el momento en el que fueron asesinados Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas en 1989. Aarón Afonso, el nuevo consejero de Presidencia, Justicia e Igualdad, no ha dimitido seis días después de que tomara posesión como directora general de Relaciones con la Administración de Justicia Lourdes Quesada. Ni lo ha hecho ella, postura que no debería librar al primero de su obligada dimisión. Afonso ha contradicho principios básicos del partido político que le ha permitido llegar hasta ahí, el PSOE. No se puede poner al frente de un cargo público a alguien que ha observado comportamientos perjudiciales para el interés público; no se puede avalar a alguien que ha convivido tan cerca de la corrupción como para haber sido quien ejecutó de su puño y letra las órdenes que le venían dadas de quien estaba manipulando concursos públicos en la Administración precisamente para privatizar servicios sanitarios que se convertían en suculentos negocios para quienes la manipulaban. Ella, Lourdes Quesada, fue quien escribió a mano una de las bases del concurso de hemodiálisis que a la postre sirvió para que el abogado Javier Artiles, asesor externo de la Consejería de Sanidad en tiempos del PP, se llevara (provisionalmente) un contrato de 125 millones de euros. “JA”, escribió ella misma junto a unas líneas que asombraron a los funcionarios del Servicio Canario de la Salud cuando leyeron lo que estaban obligados a incluir en el pliego de prescripciones técnicas. Son todavía una incógnita los motivos por los que el consejero Afonso elevó a una ex alto cargo del PP, que fue imputada por su comportamiento sospechoso en concursos públicos, al rango de directora general. Son inasumibles esas razones de experiencia y eficacia ofrecidas por el consejero, porque su directora general las enfocó siempre en sentido contrario a lo que debe ser una gestión transparente y rentable de lo público.

  

Spínola, mudo

Podrían ser insuficientes para el PSOE y para el consejero Aarón Afonso las informaciones periodísticas que sitúan a la nueva directora general de Relaciones con la Administración de Justicia en un territorio totalmente ajeno a los principios y los valores socialistas. Podrían ser insuficientes también, si se quiere, los hechos probados que aparecen en el auto de sobreseimiento provisional del caso Lifeblood, obviando pera mejor proveer los motivos por los que la fiscalía pidió el archivo y las relaciones del esposo de la directora general con la cúpula de la Fiscalía General del Estado y de ella misma, en una cena a la vista de todos, con el mismísimo fiscal que debía acusarla. Pero centrándonos exclusivamente en el plano partidista, el consejero Afonso desautoriza con este nombramiento a quien fue su padrino y antecesor, el vicesecretario general del Partido Socialista Canario, Francisco Hernández Spínola, quien pidió reiteradamente la dimisión o, en su defecto, la destitución de Lourdes Quesada a raíz del estallido del caso Lifeblood y otras complicaciones que se conocieron con posterioridad, como al abono de unos pluses muy sandungueros entre altos cargos de la administración sanitaria canaria que al consejero Afonso no parecen todavía merecedores de un reproche administrativo. Hemos tratado de contactar con Paco Spínola para que nos ilumine y nos explique a los terrícolas si han cambiado para el PSOE los motivos por los que debió dimitir la señora Quesada, y no hemos tenido éxito. El hombre está de vacaciones, pero como sabemos que se quiere presentar a las elecciones generales en diciembre próximo, ya lo trincaremos y le preguntaremos. Estará frito por hablar. Aprovecharemos para preguntarle por la transversalidad de las consejerías que cogió con pasión el PSOE y que no han sido lo suficientemente transversales como para ir de minicumbre. Mientras tanto, quedamos a la espera de las dimisiones del consejero Afonso y de la directora general Quesada. Se las han ganado a pulso.

Fernando Clavijo parecía más listo. O al menos eso decían todos los que lo defendieron en sus primeros e inciertos pasos hacia la carrera presidencial: “Sí, es flojo, pero aprende rápido”. Y, efectivamente, aquellas meteduras de pata clamorosas que muchos presenciamos en sus primeros actos públicos se fueron transformando en intervenciones más medidas y hasta inteligentes. Hasta que tomó posesión. Fue recibir el bastón de mando, oye, y se nos volvió a disparatar con aquello de limitar la entrada de turistas, un debate que, a día de hoy, sólo permanece vivo en una pequeña isla que sufre una verdadera invasión en el corto espacio de dos meses: Menorca. Los demás lugares que se sintieron concernidos por aquel órdago de Clavijo recogieron velas y ya andan pensando en cosas más interesantes. Pero el presidente canario no se detuvo ahí. En su empeño por escenificar una saludable y hasta deseable reconciliación con el Gobierno de España volvió a medir mal y se ha estrellado en la primera curva. Pretender medirse con Soria retándolo a una agarrada de la noble Lucha Canaria es no conocer al contrincante. Tiende la mano, sí; sonríe y hace que que el rival se confíe. Pero él ya sabe dónde están sus puntos débiles y por ahí le va a meter un gancho de derecha que lo va a dejar sonado el resto de la legislatura. El golpe suele ser tan certero y sutil que el receptor no se entera de que está noqueado hasta que pasa un largo periodo de tiempo. Mientras tanto, va dando tumbos de un lado a otro de la lona pensando que el público le está aplaudiendo a él en lugar de al autor del piñazo. Soria no entiende de nobleza, ni en la política ni en ningún orden de la vida, y parece mentira que a estas alturas del curso no lo sepa Fernando Clavijo, aunque solo fuera por referencias lejanas de lo que le ocurrió a su antecesor en el cargo, Paulino Rivero, o por la lectura somera de recortes de prensa. La supuesta cumbre celebrada este lunes en Gran Canaria ha sido una tomadura de pelo colosal que ni poniendo a 8.000 revoluciones toda la maquinaria de propaganda del Gobierno se puede colocar como una cosa distinta que no haya sido un triunfo político para el ministro de Industria y presidente del PP canario. Se ha reído de Clavijo y de sus consejeros en su cara y todavía no se han dado cuenta. Ellos siguen sonriendo felices pensando que los Presupuestos Generales del Estado van a ser muy generosos con Canarias; que las negociaciones del REF van a salir de maravilla y que el gas es un combustible natural que se extrae de la Cueva de los Verdes. Dan hasta pena.