Canarias y los tsunamis: conocer el pasado para reducir riesgos en el presente

Oleaje en el norte de Tenerife afectando a las construcciones más cercanas

Toni Ferrera

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Era 1 de noviembre de 1755. Canarias había despertado ese día como cualquier otro de la primera mitad del siglo XVIII. Con la preocupación puesta en las erupciones volcánicas que habían azotado a las Islas años atrás, las plagas de langosta que habían devorado los pocos cultivos que quedaban y las epidemias de la viruela y la fiebre amarilla que seguían sembrando terror entre la población residente. Lo que no sabían esa mañana era que un terremoto de 8,5 a 9,5 en la escala de magnitud de momento, con su epicentro en algún punto del Océano Atlántico a 300 kilómetros de Lisboa, iba a devastar un país entero provocando entre 50.000 y 90.000 muertes en Portugal, alrededor de 10.000 en Marruecos y 1.000 en España.

La sacudida se sintió en Noruega, Gran Bretaña e incluso Groenlandia. También en el Archipiélago. El barco de varios pescadores se movió. Las Salinas del Río, en Lanzarote, fueron dañadas. El mar se retiró en Tenerife y Gran Canaria más de un kilómetro dejando una distancia inundada poco después de cientos de metros. Los estropicios causados por las olas fueron escasos, pero debido a que la ocupación de las costas era muy baja por los ataques de los piratas.  

Este es el primer tsunami del que se tiene documentación oficial en Canarias desde su conquista, en 1402. El estudio Una revisión sobre los tsunamis históricos en Canarias: implicaciones para la reducción de riesgos, publicado por científicos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife y de la Universidad de La Laguna, recopila todos estos fenómenos que han ocurrido en las Islas, un total de 11, para responder con más certidumbre a las consecuencias de un futuro tsunami y contribuir al desarrollo de medidas preventivas.

Inés Galindo, jefa de la Unidad Territorial del IGME en Canarias y una de las investigadoras que firma el estudio, responde a una llamada telefónica de Canarias Ahora. Su principal mensaje se hace notar durante toda la conversación: “La gente no es consciente de que esto puede ocurrir. Es muy fácil, sobre todo por terremotos lejanos, en los que pueden pasar una hora hasta que llega el tsunami a las costas del Archipiélago”.

Hasta hace unos días no existía un proyecto estatal para la prevención de estos sucesos. Ni en Canarias ni a nivel nacional. El Gobierno de España aprobó el 19 de mayo de 2021 un plan de protección civil ante el riesgo de maremotos para poner fin a esta laguna de normas. “[Se] establece un sistema de alerta ante maremotos, con la finalidad de avisar acerca de la inminencia de dicha amenaza a las autoridades, así como a los ciudadanos que puedan verse afectados, de tal manera que pueda disponerse lo necesario para asegurar una rápida respuesta y por parte de la población puedan adoptarse las medidas de autoprotección que en cada caso resulten adecuadas”. La orden detalla que son la costa occidental andaluza y Canarias las zonas de mayor riesgo, con elevaciones máximas que podrían superar los ocho metros.

Galindo explica que es importante que la población conozca a qué está expuesta y cómo puede moverse en situaciones de este tipo. En países como Japón y Chile, donde se han dado grandes tsunamis en las últimas décadas, se han instalado carteles en las calles para señalar a dónde se debe ir para resguardarse. En Lisboa, curiosamente, no.

Galindo cree que existe miedo. Que las administraciones no quieren alarmar a la población. Pero hacerlo, sostiene, puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Pone el ejemplo del tsunami que afectó a Indonesia en 2004. El mar se retiró un tiempo y los turistas se acercaron a la playa para observar las conchas. Y esa gente no pudo salvarse. “Una cosa tan sencilla como esa, creo que es mejor saberlo. En la prevención está la mayor reducción del riesgo. No se trata de alarmar, sino de enseñar”.

Para la jefa territorial del IGME en Canarias esto no debería ser perjudicial para el turismo. Todo lo contrario. En el plan aprobado por el Estado no se especifica nada sobre carteles o señales. Solo explica un procedimiento de aviso que va desde la detección de un terremoto por la Red Sísmica Nacional, hasta la emisión de un mensaje de alerta cuando se espera una ola en la costa mayor de 0,5 metros o una altura vertical máxima en tierra mayor de un metro.

No todo son maremotos

Los maremotos son los tsunamis provocados por un terremoto. Pero estas olas gigantescas pueden ser causadas por erupciones volcánicas, grandes deslizamientos en zonas de litoral o incluso el impacto de un meteorito. El estudio Una revisión sobre los tsunamis históricos en Canarias: implicaciones para la reducción de riesgos los analiza por separado.

31 de marzo de 1761. Un tsunami provocado por un terremoto de 8,5 grados de magnitud de momento sacudió la zonas sur y oeste de Portugal, España y Marruecos. En Canarias se sintió un temblor a las 11:30 que duró alrededor de un minuto en la costa norte de Tenerife y La Laguna. Los efectos fueron casi los mismos que los reportados en el tsunami de 1755.

7 de julio de 1941. El periódico La Tarde informó de tres grandes olas de más de dos metros que inundaron la ciudad de Santa Cruz de Tenerife y San Andrés en la isla del Teide. Según el estudio, fueron provocadas por un deslizamiento de tierra cerca de la capital tinerfeña. Solo una mujer resultó herida.

25 de noviembre de 1941. Un terremoto submarino de 8,3 grados de magnitud de momento registrado en Portugal afectó las zonas de Marruecos, Madeira, Azores y Reino Unido. En Canarias debió sentirse más bien poco, ya que apenas hay noticias al respecto.

28 de febrero de 1969. Otro terremoto, esta vez en el Atlántico, fue documentado en Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma, Las Palmas de Gran Canaria y Lanzarote. La prensa local no reportó ninguna noticia al respecto.

17 de julio de 1969. Un pequeño tsunami, de origen desconocido, fue detectado en los mareogramas de Santa Cruz de Tenerife.

26 de mayo de 1975. Un terremoto localizado a 200 kilómetros al sur de la Falla de Gloria provocó un tsunami que fue registrado en un mareógrafo ubicado en el puerto principal de Gran Canaria.

14 de noviembre de 2020. A las tres de la tarde un desprendimiento en la isla de La Gomera causó un pequeño tsunami de 0,5 metros cerca de la costa. No se lamentaron daños. Algunos turistas afirmaron haber visto cómo la ola movió varias embarcaciones a menos de 400 metros de la playa.

Los investigadores también han estudiado un potencial tsunami en la zona este de La Graciosa durante la época romana, otro el 18 de noviembre de 1929, el 5 de mayo de 1706 y en octubre de 1746. Aunque estos figuran, aún, como posibles.

“El pasado es la clave del futuro. Para poder reducir el impacto de un riesgo geológico es básico conocer cómo ha sido en el pasado. Debemos estudiar cada cuánto ocurren, cuál es su magnitud, cómo se originan. Algunos de los tsunamis ya estaban incluidos en los catálogos internacionales, otros estaban en estos listados, pero no se habían hallado evidencias de que habían llegado a Canarias, o simplemente no se conocían”, concluye Galindo.

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