Los problemas de los vertidos de aguas residuales al mar tienen una difícil solución en Canarias. Así lo confirma la actualización del censo de vertidos realizada por Tragsatec para el Gobierno regional. A pesar del dinero invertido en tecnología y de la multa millonaria de la Unión Europea a España por la contaminación en el Valle de Güímar, en Tenerife, aún no se ha atajado el problema de los vertidos ilegales y las aguas mal depuradas. Con la llegada del mes de septiembre, salen a flote restos de basura que acaban en el mar y el cierre de playas por la presencia de hongos o bacterias nocivas para el ser humano. Pero, ¿qué suponen estos vertidos?
En 2018, la Unión Europea multó a España por 15 puntos en los que las aguas residuales estaban contaminando el mar. Dos de ellos en Canarias, en Tenerife. En la actualidad, Europa tiene cuatro expedientes sancionadores abiertos contra las Islas. Uno de ellos es el ya mencionado del Polígono Industrial del Valle de Güímar que acarrea a España una multa de diez millones de euros cada seis meses. A pesar de que el gasto de la multa se sufraga en conjunto, las competencias en materia de depuración de aguas negras corresponde a cada ayuntamiento.
“El Valle de Güímar es un desierto biológico, no encontramos ni una lapa, ni un cangrejo o un pulpo”, se lamenta el portavoz de la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN), Eustaquio Villalba. Güímar no es el único municipio que tiene problemas para la gestión de las aguas residuales. Cada año las comunidades autónomas informan a la Dirección General del Agua, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, para mantener el Censo Nacional de Vertidos. ¿El problema? En este censo solo se recogen los vertidos autorizados y no la mayoría de vertidos, que no tienen licencia.
Por ese motivo, la Viceconsejería de Lucha contra el Cambio Climático y Transición Ecológica del Gobierno regional estudia también los puntos no autorizados. Para este nuevo censo publicado en 2022 no se realizó trabajo de campo, sino que se partió de la documentación aportada por la viceconsejería canaria, las denuncias presentadas ante la Agencia Canaria de Protección del Medio Natural y “cualquier otra fuente de información”, de acuerdo con la metodología de la memoria del proyecto. Entre esos datos tampoco figuran los vertidos individuales o los derivados de aguas pluviales.
Canarias y los vertidos al mar
En Canarias hay un total de 434 puntos censados, que no autorizados. De ellos, solo el 28% está autorizado. Las islas capitalinas copan la mayoría de los puntos. Tenerife tiene 195 (el 45%) y Gran Canaria, 127 puntos (29%). También son las más pobladas y las que más presión turística sufren. Tras ellas se encuentran, por este orden, Fuerteventura, Lanzarote, La Palma, La Gomera y El Hierro. De La Graciosa no hay datos.
La mayor parte de aguas residuales se vierte al mar por conducción de desagüe, siendo Tenerife la isla que más utiliza este método. “Ninguno de los tres tipos de puntos que emiten agua al mar (pozo filtrante, emisario submarino y conducciones de desagüe) funcionan bien”, explica el catedrático Julio Muñiz. Según las cifras ofrecidas por el consejero de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias, José Antonio Valbuena, durante un pleno en el Parlamento regional, el 75% de los expedientes sancionadores recae sobre administraciones públicas.
Sobre el papel, la mayoría de puntos son ilegales, pero los que emiten mayor cantidad de aguas residuales están autorizados. Valbuena reveló también un dato fundamental: un 80% de las emisiones corresponde a las centrales eléctricas instaladas en el Archipiélago.
La situación entre 2017 y 2022 no varió para islas como Tenerife. El 65% de los vertidos no estaba autorizado entonces y sigue sin estarlo en la actualidad. El geógrafo Eustaquio Villalba define la situación actual como “un proceso de cambio”. A pesar de que se han invertido millones de euros de fondos públicos en el Archipiélago para depurar las aguas negras, aún no se ha encontrado la tecla para solucionar este problema complejo.
Las estaciones depuradoras
Las estaciones depuradoras son espacios en los que se tratan las aguas residuales, eliminando las materias primas y adaptando las aguas a la normativa según para lo que se vayan a usar. Se pueden reutilizar para el regadío o verter al mar, entre otras opciones. “Este tipo de tecnología mueve mucho dinero y se nutre de los combustibles fósiles”, puntualiza Villalba. “Tal y como se está planteando la depuración de aguas parece más que favorece a ciertos tipos de negocios, entre ellos las empresas de energía”, denuncia el geógrafo.
Cada vez son más las voces expertas disidentes que apuestan por nuevos tipos de depuración como la natural. Enrique Lozano Bilbao es biólogo marino y doctorado en Biodiversidad y Conservación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En 2016 publicó un estudio, junto a otros científicos, sobre los efectos adversos del emisario de Punta del Hidalgo.
“Se ha visto una pérdida de biodiversidad muy grande que se achaca al cambio climático, al C02 y al aumento de las temperaturas”, comienza el biólogo. Sin embargo, en otras zonas “se nota la presencia de contaminación de metales pesados, trazas y nitrógeno”, pero se sitúa “dentro de los límites establecidos”. Según Lozano, la estación depuradora de la Punta no afecta al intermareal, es decir a la zona que al bajar la marea da lugar a los típicos charcos canarios.
Sin embargo, la presión sobre los charcos y los vertidos de aguas desde los barrancos sí influyen en la pérdida de alguno de los organismos de la zona. “Esto puede desencadenar la pérdida de la biodiversidad y algunos de los alimentos que llevamos a casa”, señala. Para el experto, la creación de reservas marinas es una posibilidad de salvar la biodiversidad y los peces que viven en las aguas canarias.
“Las empresas venden mucha tecnología pero la solución pasa por otro lado”, defiende el profesor jubilado de Química Ambiental y especialista en Depuración de Aguas Julio Muñiz. En el caso de Canarias, se vierte a través de los emisarios con gran velocidad con el objetivo de diluir las aguas al llegar al mar. Sin embargo, las corrientes marinas que vienen del norte recirculan al llegar a las Islas. De modo que si un emisario no tiene una longitud enorme, que no es posible porque se rompería con la presión de las mareas, las aguas residuales acaban circulando alrededor de las islas. “Los emisarios son muy poco efectivos aunque la ley aún los autoriza”, concluye el catedrático.
El cierre de playas en Canarias
“La relación entre enterococos, escherichia coli e incluso las famosas cianobacterias, conocidas popularmente como microalgas, tienen mucho que ver con los vertidos con altos niveles de fosfatos que se tiran en las aguas saneadas”, añade el profesor jubilado de Química Ambiental. La presencia de fosfatos se encuentra, por ejemplo, en el jabón o en refrescos derivados de la cola que se lanzan al mar. Así, le damos concentraciones de fósforo importante al mar a través de los emisarios.
“La caca es lo menos importante, porque las cianobacterias lo que necesitan son nitratos y fosfatos y los estamos echando al agua”, continúa el catedrático. En Tenerife, más de un 50% de las aguas que se sanean van al mar a través de emisarios, mientras que un 40% de las aguas negras va directamente al subsuelo a través de pozos filtrantes, pozos negros o fosas sépticas “sin prácticamente ningún tipo de tratamiento”, añade el doctor. Al mismo tiempo, las aguas residuales urbanas, las piscinas de agua salada y la salmuera que proviene de la desalación de aguas son los principales tipos de vertidos que se encuentran en las aguas canarias.
A pesar de que Tenerife es el ejemplo más claro, el problema con los vertidos de aguas residuales se extiende a todo el Archipiélago. En Gran Canaria hay 90 puntos no autorizados y solo 30 con autorización. En islas como Fuerteventura o Lanzarote, el 50% de los puntos tampoco está autorizado. El problema de los vertidos de aguas al mar es un problema global. No nace y termina en el Archipiélago, pero sí debe ser tratado de forma local, de acuerdo con los expertos consultados.
“Tener enorme fe en la tecnología a este respecto es una simplicidad”, defiende el catedrático Julio Muñiz, quien destaca que la solución para la depuración de aguas en Canarias no pasa por un camino sencillo. “Es un problema que no tiene fácil solución pero es necesario atajarlo cuanto antes”, concluye.