En la última sesión plenaria del Cabildo de Lanzarote se decidió que la institución se sumara a la iniciativa mundial La Hora del Planeta para luchar contra el cambio climático. La acción, impulsada por el Fondo Mundial para la Naturaleza WWF consiste en apagar la iluminación de varios edificios, como la propia sede del Cabildo, el Monumento al Campesino o el Jardín de Cactus. Es una acción simbólica que tiene un doble objetivo, según señala el Cabildo: “Concienciar sobre la urgencia de actuar ante el cambio climático y llamar la atención sobre la acelerada pérdida de biodiversidad y la destrucción de la naturaleza”. “Con su adhesión a esta iniciativa, el Cabildo lanzaroteño quiere mostrar su compromiso con la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer un llamamiento a la ciudadanía para que apaguen la luz de sus hogares durante una hora, al igual que se hará en miles de ciudades de todo el mundo”, declara la institución... La cuestión es si, además de acciones simbólicas, el Cabildo y el resto de instituciones de la Isla, una Reserva de la Biosfera desde 1993, están actuando contra el cambio climático. Hay dos tipos de medidas que se pueden poner en marcha de forma inmediata: medidas que mitiguen el cambio, que supongan una reducción de emisiones, y medidas de adaptación al nuevo escenario que va a llegar.
En Lanzarote se ha avanzado en energía eólica, aunque se ha retrasado su desarrollo, pero el año pasado llegaron tres millones de turistas, que vienen y se van en avión, con sus emisiones correspondientes a la atmósfera, además de que no se ha avanzado nada en un cambio del modelo de movilidad. La población y el turismo, por otra parte, siguen creciendo y eso supone mas consumo energético y más residuos.
Canarias es de las pocas comunidades autónomas que no tiene un organismo dedicado exclusivamente al cambio climático. Desde 2015 se estuvo desarrollando un Observatorio, cuya sede iba a estar en Lanzarote, pero no se ha puesto en marcha. Hay otras comunidades que llevan ventaja: Cataluña tiene el Observatorio desde el año 2001 mientras que el Parlament de Baleares aprobó en febrero su Ley de Cambio Climático y Transición Energética, una ley pionera que, entre otras cosas, plantea medidas como la prohibición de que los vehículos diésel circulen por las islas a partir del año 2025 y los de gasolina a partir de 2035. Pero sus objetivos son aún más ambiciosos: se plantea que en 2050 ese Archipiélago se nutra al 100% de energías renovables y veinte años antes reduzca en un 23% el consumo energético y en un 40 las emisiones contaminantes. Esos datos garantizarían llegar a mitad de siglo cumpliendo los principales objetivos de la Cumbre de París.
Tanto esa Cumbre como las anteriores sobre el clima han resultado un fracaso, puesto que han finalizado todas sin acuerdos vinculantes para reducir las emisiones, pero en esas cumbres las islas han tenido un protagonismo especial. Los Archipiélagos-Estado del Pacífico se han convertido en los grupos de países más preocupados por el cambio climático ya que la subida del nivel del mar acabará haciendo desaparecer su territorio. Mientras tanto en Canarias, la consejera de Política Territorial, Sostenibilidad y Seguridad del Gobierno de Canarias, Nieves Lady Barreto, afirmó en el Parlamento que no se aborda el cambio climático porque “es un tema que no nos hemos querido tomar en serio en realidad ningún cargo y ninguna administración, no la canaria, en el mundo”.
Frente a la actitud del Gobierno y de otras instituciones, el pasado 15 de marzo una multitud de jóvenes, también en Lanzarote, salió a la calle para reclamar a los gobiernos que reaccionen ante el que es el gran reto de la humanidad para este siglo. Un año y medio después de aquella declaración de la consejera, Canarias sigue sin contar con un Observatorio ni con nada parecido. Y no lo tiene a pesar de que existe un mandato del Parlamento de Canarias para su creación y de que sí tuvo una Oficina de acción contra el cambio climático que se abrió en 2009, con Faustino García Márquez como responsable, pero que se decidió cerrar en 2012. Lo que sí dio tiempo de hacer fue un trabajo de diagnóstico que habría que actualizar pero que se puede aprovechar como hoja de ruta.
El Observatorio echó a andar en 2015 de la mano de Ezequiel Navío pero no tuvo un final feliz. Navío acabó relatando en un informe el desinterés y la inacción del Gobierno. “Canarias está desprotegida frente a la emergencia social del cambio climático por la inacción del Gobierno Autónomo de Canarias”, señalaba ese informe, que añadía: “Tras dos años y medio involucrado en tratar de impulsar políticas climáticas con el Gobierno de Canarias, puedo afirmar sin ningún género de duda que no existe voluntad política alguna para trabajar sobre este asunto”. En su lugar, lo que sí se ha aprobado es la Ley del Suelo que facilita aún más el crecimiento y, por tanto, un mayor consumo energético. La Estrategia canaria de lucha contra el cambio climático y el Plan de mitigación de emisiones, que van a cumplir una década de vida sin haberse implementado, señalaban que la educación y la formación son los “elementos esenciales para el cambio de actitudes y hábitos sociales e individuales que, a medio y largo plazo, serán los exclusivos garantes de su éxito”. “Hay medidas, muchas medidas, para lograr la reducción de emisiones; pero su cabal cumplimiento es imposible si no se desarrolla paralelamente una intensa labor de información, educación, formación y sensibilización que logre implicar paulatinamente a la sociedad”, decía este documento.
En Lanzarote se encargó al propio Navío que elaborara una Hoja de ruta, que no se ha presentado públicamente ni se ha completado ni se ha debatido a pesar de que se entregó a finales del año 2017. En ese documento, que también es una propuesta de acción para la isla de Lanzarote, se reconoce que la Isla lleva un avance significativo en energías renovables y medidas de eficiencia energética pero destaca que se debe incrementar ese impulso para reducir el elevado porcentaje de emisiones de gases de efecto invernadero y para alcanzar “la imprescindible independencia energética que garantizaría prolijos beneficios sociales y medioambientales”. Se asegura que la presencia del Observatorio contribuiría a ese reto y a impulsar medidas específicas para Lanzarote y que las estrategias, en la Isla y en el Archipiélago, se deben coordinar, pero que debe haber siete hojas de ruta insulares porque cada una de ellas tiene sus diferentes características.
El documento alerta de que ha crecido la vulnerabilidad ante las emisiones y se habla de los posibles riesgos. Por un lado estarían los riesgos climáticos, en forma de fenómenos meteorológicos y oceanográficos adversos, como olas de calor extremo, un aumento gradual de las temperaturas mínimas y aumento de frecuencia en las temperaturas máximas, lluvias torrenciales, mayor erosión, incremento del nivel del mar y afección sobre el litoral, incremento potencial en la frecuencia de formación de tormentas tropicales, modificación de la orientación de los vientos, mayor presencia de polvo sahariano y un aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera.
En el apartado sanitario, los riegos pasan por la introducción de potenciales enfermedades y el aumento del nivel de riesgo en patologías ya presentes como procesos virales o alergias, todas ellas derivadas del aumento del nivel de la temperatura y la alteración de las condiciones de humedad y calidad del aire. También aparecerán especies invasoras, tanto animales como vegetales, que pueden suponer riesgos para la salud pública o para la biodiversidad, la agricultura y la pesca. Otro informe, la Evaluación preliminar de la vulnerabilidad ante el cambio climático en las Islas Canarias, del Programa de Cooperación Transnacional Madeira-Azores-Canarias 2007-2013 establece hasta 39 tipos de impactos que, cruzados con otros parámetros, situaría en 105 los potenciales riesgos para las islas.
Por otra parte, los municipios con más de 20.000 habitantes deben contar con los planes de emergencias locales e incluirlos dentro del Plan de emergencias insular. Es un trabajo que permitiría avanzar en materia de riesgos pero que no se ha hecho. En la propuesta de acción para Lanzarote también se plantea la necesidad de avanzar con el desarrollo de talleres sobre agua, energía y residuos, transportes y movilidad, medio marino y litoral, sostenibilidad, sector primario y alimentación, patrimonio cultural, turismo, comunicación, demografía, cooperación institucional, investigación y desarrollo y participación pública.
¿Y cómo están otras islas? En Canarias, sólo Lanzarote, La Gomera y Gran Canaria tienen al menos una estrategia elaborada. El resto ni eso. En Gran Canaria se ha creado un grupo de acción climática con personas de perfiles bien distintos, se acaba de aprobar otro proyecto de la Fundación Biodiversidad y se ha firmado un convenio con la Agencia Estatal de Meteorología.
Un cambio de paradigma
El redactor del Plan Insular de Ordenación de Lanzarote, el urbanista Fernando Prats, y la antropóloga Yayo Herrero presentaron el año pasado en la Fundación César Manrique el libro La gran encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico, que advierte del riesgo de colapso civilizatorio y de cómo se podría prevenir desde una perspectiva ecosocial. El libro aborda la necesidad de construir un imaginario social que permita el cambio ante un escenario de desbordamiento de los ciclos y los sistemas naturales por la presión humana. En la presentación de ese libro en la Fundación César Manrique, Prats señaló que “estamos en el borde” de evitar una crisis mundial y que no es lo mismo afrontar un aumento de la temperatura de 1,5 grados o de más de dos grados. También señaló que “los avances científicos y técnicos son imprescindibles para resolver el problema, pero no son suficientes” y por tanto “no podremos cambiar si no cambiamos los mecanismos sociales”. Apuntó que hay que abordar diez objetivos y hay que cumplirlos todos para no seguir sobrepasando los límites: el cambio en el modelo energético, la recuperación de los ciclos de agua, los bosques, la adaptación humana al cambio climático o el problema de los refugiados, entre otros. Por su parte, Herrero dijo que “no podremos afrontar los problemas de la desigualdad si no afrontamos antes los problemas ambientales”. Por este motivo “es crucial asumir cuanto antes el decrecimiento de la esfera material de la economía, porque con la lógica del crecimiento no vamos a dar la vuelta a la situación”.