Las playas de Mogán desaparecerán por el aumento del nivel del mar y las tormentas marinas, según un estudio

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —

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Las playas de Mogán, el segundo municipio turístico de Gran Canaria, tienen las horas contadas. En el supuesto caso de que la crisis climática no cese y los peores presagios se cumplan, tanto el aumento del nivel del mar como el incremento de las tormentas marinas harán desaparecer las costas arenosas del municipio, según una investigación aún sin publicar elaborada por científicos canarios.

El trabajo, presentado en las XI Jornadas de Geomorfología Litoral de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), se centra en las playas de Amadores, Puerto Rico, Balito, Anfi del Mar, Patalavaca y La Carrera, todas ellas localizadas en la región sureña de la isla.

Los investigadores han analizado cómo se ven afectados actualmente estos espacios costeros cuando se producen tormentas marinas y han modelizado cómo lo harán en el futuro si el planeta se adentra en el peor escenario climático posible, el RCP 8.5, que predice una emisión sin frenos de gases de efecto invernadero y una elevación de la superficie del océano de 70 centímetros en Canarias.

Para ello, han utilizado datos de viento y oleaje obtenidos de la Base de Datos Oceanográfica de Puertos del Estado Español. También se apoyaron en los valores de condiciones atmosféricas procedentes de los informes meteorológicos de Wetterzentrale (Alemania) y de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) para determinar la situación sinóptica en el origen y evolución de las tormentas.

Los ciclones marinos son fenómenos meteorológicos provocados por vientos de altas velocidades que dan lugar a un oleaje agresivo. Normalmente, afectan a todo el flanco suroeste de las Islas, pero son muy puntuales a lo largo del año, matiza el primer autor del estudio, Levi García Romero, investigador del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

Cuando se producen estas tormentas, el oleaje se intensifica en fuerza y tamaño. En Amadores, por ejemplo, los científicos han cifrado en 2,16 metros la altura de las olas si el fenómeno tiene lugar durante la marea alta. En esos casos, la cota de inundación costera es de 2,44 metros, mientras que en el escenario RCP 8.5 podría llegar a ser de 3,2 metros. García y el resto de colegas que han participado en el estudio han cartografiado cuán grave sería esta subida y han concluido que la playa desaparecería, al igual que las otras mencionadas.

“Lo interesante de este trabajo es que vemos cómo se están comportando las tormentas ahora y cómo lo harán en un futuro aplicando el aumento del nivel del mar que se prevé”, indica el experto. “Ya no solo es destacable la pérdida de la playa, sino que en Canarias tenemos un sistema sustentado por el sector turístico. Sería una pérdida tanto natural como socioeconómica”.  

El problema se ve agravado por varios factores más. Primero, que las tormentas marinas se están multiplicando en frecuencia e intensidad. En Gran Canaria, casi el 68% de los ciclones registrados en los últimos 60 años lo han hecho a partir de la década de los 90, según el estudio. García avisa además de que los periodos más violentos de estos fenómenos, en los que las olas alcanzan alturas considerables, son cada vez más largos.

Por otro lado, la urbanización que rodea a las playas de Mogán no ayuda. En otros lugares del mundo, la arena podría retroceder y no se vería engullida por la subida del nivel mar, siempre y cuando haya espacio detrás. Sin embargo, en esta localidad, las edificaciones que rodean a cada playa, algunas de ellas creadas de forma artificial, las han “encapsulado”, colocándolas entre la espada y la pared.

“Hay hoteles, paseos, urbanizaciones… Las playas no tienen capacidad de trasgredir o retroceder hacia el interior. Es como si tuvieras una montaña de arena pegada a un muro y empiezas a echarle un balde de agua. La arena no va a rebasar el muro, sino que se va ir dispersando y no puede retroceder”, argumenta García.

Además, el trabajo resalta que estas costas “ya están mostrando signos de vulnerabilidad a los procesos erosivos” y se empieza a observar una pérdida de sedimentos, según análisis topográficos. Explica García que, al tratarse de playas principalmente artificiales o cerradas por diques, cuando llega el oleaje los sedimentos “salen, pero no entran”, y que estos mismos diques pueden estar bloqueando el transporte de la arena que circula por el fondo del mar.

El único aporte de sedimentos o arena en estas playas tiene origen en la tierra y se debe a una cuenca hidrográfica no fluvial a la que están asociadas. Eso sí, el flujo es “limitado y solo se asocia a episodios ocasionales de escorrentía de barrancos, que no se producen durante todo el año”, agrega la publicación.

El estudio de García y cía se alinea con el resto de la literatura científica que también alerta de la desaparición de las playas, como esta investigación difundida en la prestigiosa revista Nature que predice la pérdida de casi la mitad de las mismas, o esta otra publicada en Scientific Reports que sugiere que la mayoría de las costas arenosas de las zonas marinas protegidas se están erosionando.