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En plena crisis climática, las casas canarias están preparándose más para absorber el calor que para combatirlo

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —

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Las viviendas no pueden resolver de forma concluyente el problema del calor sofocante, como está sucediendo estos días en Canarias y el resto del país. Pero sí existen técnicas arquitectónicas sostenibles capaces de potenciar la refrigeración de los domicilios y proteger a los residentes, en especial en unas Islas donde solo el 6,3% de los hogares cuenta con aire acondicionado, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE). El problema es que en el Archipiélago esta metodología de atenuación de las altas temperaturas no está siendo empleada, sino todo lo contrario. Y en pleno contexto de crisis climática, expertos urgen por una solución.

El 96,2% de las viviendas canarias fueron construidas antes del año 2006, cuando fue aprobado el Código Técnico de la Edificación (CTE) en España. Hasta entonces, reinaba en todo el territorio nacional la Norma Básica de la Edificación (NBE), una especie de marco común que establecía las reglas necesarias para la ejecución de los edificios. Esa normativa, en el apartado sobre condiciones térmicas de los bienes inmuebles, excluía a las Islas de la aplicación del coeficiente KG de la construcción, utilizado para limitar las pérdidas de calor de un bloque en invierno y restringir, también, las ganancias del mismo en verano.

El nulo empleo del mencionado factor provocó que las casas levantadas en la comunidad desde la década de los 70 no contaran con ningún tipo de control para evitar que la temperatura exterior afecte al interior. La ley excluía al Archipiélago por las bondades del clima subtropical canario, donde los cambios del tiempo no son muy drásticos (de ahí el famoso cartel de “eterna primavera”) y los vientos alisios ayudan a reemplazar el aire caliente por vientos más fríos.

“Las viviendas canarias no están adaptadas a las temperaturas extremas, ni en invierno, ni en verano. La comunidad estuvo exenta de cumplir ninguna exigencia de tener en sus edificios una buena envolvente térmica, es decir, de disponer de aislamiento térmico en los muros exteriores y en las azoteas y cubiertas, el lugar más sobrecalentado en verano por la verticalidad del sol”, razonan en una entrevista para Canarias Ahora las expertas en arquitectura bioclimática, Araceli Reymundo y Margarita de Luxán, ambas licenciadas en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

Hace casi 50 años, esta realidad pasó de puntillas. Pero ahora, con temperaturas cada vez más elevadas por culpa del calentamiento global, las familias canarias pagan las consecuencias de vivir en unos edificios incapaces de garantizar el confort térmico.

La última actualización del INE apunta a que el 15,1% de los hogares de las Islas no puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada, un porcentaje por debajo de la media nacional (17,7%). Pero ese dato hace referencia principalmente a la dificultad de calefactar los domicilios en invierno, tal y como recoge también la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética en España. Sobre la demanda de refrigerar los pisos, no hay información disponible. Y esa necesidad, cada vez más extendida en el Archipiélago, es un concepto de carencia material invisibilizado por la falta de estadísticas oficiales.

El Plan de Transición Energética de Canarias (PTECAN) considera que “sería conveniente” disponer de tal indicador “ya que la demanda de refrigeración en las viviendas de las Islas suele ser alta y las medidas para obtener una temperatura adecuada en los hogares no están al alcance de toda la ciudadanía”.

De hecho, la población canaria debe hacer frente a más noches tropicales, aquellas en las que la temperatura mínima supera los 20 grados centígrados, que el resto del territorio español, según datos extraídos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Diversos estudios han evidenciado que el calor excesivo durante el tiempo de descanso puede conllevar alteraciones y privaciones del sueño, aumentando el riesgo de mortalidad.

Pero a pesar de las problemáticas expuestas, el Archipiélago no cuenta con cifras para estimar este tipo de pobreza energética, tampoco viviendas pensadas en refrescar de manera natural cuando toca y desde hace más de 15 años, además, el Código Técnico de la Edificación, adoptado por el Gobierno nacional a partir de las disposiciones de la Unión Europea (UE), perjudica más que beneficia a la comunidad autónoma al no contemplar sus particularidades climáticas. Y en eso, un buen puñado de arquitectos bioclimáticos están de acuerdo.

“La normativa actual está básicamente diseñada para acumular el calor interior y evitar introducir los costes en calefacción”, asegura Eduardo Martín del Toro, doctor en Arquitectura Bioclimática por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). El razonamiento detrás de ello está en que la prioridad de la legislación comunitaria radica en rebajar al máximo posible el consumo de radiadores y estufas, que representan en España un 47% del gasto energético, según registros del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).

Y para ello, la UE ha impuesto a todos los estados miembros un estándar climático de origen alemán denominado passive house (hogar pasivo) consistente en dotar a todos los edificios de un aislamiento térmico “muy potente”, en palabras de Manuel Montesdeoca Calderín, doctor en Arquitectura también por la ULPGC, “para evitar que consuman energía de aire acondicionado y calefacción”.

“El aislamiento retarda la pérdida de energía que necesitan los edificios para mantener el confort térmico de los espacios habitables”, continúa Montesdeoca. “En invierno, eso funciona, pero en verano, lo que necesitas es crear el concepto de sumidero de calor. ¿Eso qué es? Lo más sencillo es abrir una ventana y que el aire caliente salga de tu domicilio. Pero al aislar un bloque en Canarias, que durante el 90% del año es calor, lo que estás haciendo [con este modelo] es retrasar la pérdida y mantener durante mucho tiempo la temperatura alta en tu vivienda”.

Los datos de la oficina estadística europea (Eurostat) reflejan que el Archipiélago fue en 2022 la región del continente que menos días demandó el uso de calefacción, según un indicador de la UE denominado Heating Degree Days (HDD). Y, al mismo tiempo, está entre las 100 demarcaciones que menos necesitó dispositivos de refrigeración, de acuerdo con otro registro bautizado Cooling Degree Days (CDD), también de la UE.

Ambos valores sugieren que las casas de Canarias no necesitan en especial mecanismos externos de climatización. Todo lo contrario, defienden expertos. El Manual de Arquitectura Bioclimática para las Islas, firmado en 2011 precisamente por Reymundo y De Luxán, detalla que 40 de las 42 localidades más pobladas de la comunidad tienen un clima tan benigno que “se podría logar el confort térmico sin recurrir a instalaciones [de este tipo]”. El objetivo ahora es materializarlo.

“Deberíamos tener una normativa que se preocupara más en utilizar toldos, por ejemplo. O que nuestro piso esté diseñado con ventanas que den a dos fachadas para que haya corriente. Pero eso no lo recoge la ley actual, porque es una copia de Alemania, que lo que busca es acumular calor para disminuir los gastos en calefacción”, explica Martín del Toro.

“[Hay que] favorecer el aprovechamiento de las brisas y las ventilaciones cruzadas, procurando que los edificios dispongan de dos fachadas opuestas para poder facilitar la refrigeración y disipación del exceso de humedad típico del clima canario”, agregan Reymundo y De Luxán. “Puede que las actuales circunstancias de elevación de temperaturas que se extienden por toda Europa hagan que las directrices obligatorias vayan reconociendo como generalizado el problema del sobrecalentamiento, y actuando en consecuencia”.

La Asociación Canarias Archipiélago Sostenible (ACAS) reclamó el año pasado al Parlamento canario una modificación del CTE para adaptarlo a las singularidades de las Islas. Consideran que el Gobierno regional podría estar cerca de malgastar decenas de millones de euros provenientes de los fondos europeos de reconstrucción en una rehabilitación energética de los bienes inmuebles “mucho más dirigida a solucionar problemas de enfriamiento que de sobrecalentamiento”, puntualizan Reymundo y De Luxán. Un pequeño repaso por los proyectos en ejecución gracias al dinero comunitario ya ilustra gastos de más de 17 millones en programas concretos de eficiencia energética en este sentido.

Esa inversión ya se ha hecho bajo las premisas del Código Técnico de la Edificación, que precisa que la mayoría de los edificios de nueva construcción en el Archipiélago deben contar con un espesor de aislamiento de cuatro a seis centímetros en cubiertas, de cuatro a cinco en fachadas y de tres a cinco en suelos. Un seguimiento a rajatabla de la regla podría conducir a “una aberración”, opina Montesdeoca. “Para el aislamiento en cubierta, con 4 cm ya es más que suficiente, no hay que aislar las fachadas, debemos utilizar colores claros, carpintería sin rotura de puente térmico, vidrios simples y que estos no tengan control solar”, remacha el experto.

La Estrategia Canaria de Acción Climática considera “prioritario” alcanzar el “consumo de energía casi nulo” del parque de viviendas del Archipiélago, el más ineficiente de España y que en 2019 expulsó un total de 4.353 kilotoneladas de dióxido de carbono por el gasto energético, más de un tercio del total registrado por todos los sectores de la comunidad (13.037 ktCO2eq). Al menos el 97% de las casas de las Islas tendrán que ser rehabilitadas bajo las directrices del CTE actual. Y tendrán que hacerlo antes de 2040, cuando las Islas esperan alcanzar la neutralidad climática. Pero de así sucederse, estaríamos “creando soluciones constructivas que, en opinión de algunos técnicos, son contrarias a nuestro clima”, concluye Montesdeoca. 

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