La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Crónica

Al Potaje Científico este año le faltó agua

Comerse un potaje de chícharos y aprender sobre ciencia y tradición es posible. Cada año el municipio de La Oliva (Fuerteventura) es cuna de grandes cuestiones medioambientales que asolan a Canarias. Es posible gracias al Potaje Científico, un encuentro que llegó como “un café”, pero que ya hoy es una comida completa llena de herencia y cultura. Cada año, un centenar de personas se reúne en la Asociación Cultural Raíz del Pueblo para compartir con la comunidad un conocimiento olvidado, pero siempre presente en nuestra tierra. Arte, gastronomía y ciencia se unen una vez más en la octava edición de este evento, en esta ocasión, dedicado a las gavias y palmeras.

Sofía Menéndez, periodista medioambiental, es la organizadora de esta cita, que cuenta ya ocho ediciones a sus espaldas y en la que cada año son más las personas interesadas que se animan a compartir la mañana y parte de la tarde. El pasado sábado 18, fueron alrededor de 130 los asistentes al coloquio para escuchar a científicos, agricultores y periodistas hablar sobre Canarias desde diferentes experiencias. Con una asistencia que superó la del año pasado, la charla empezó con unos versos de Mingo “el Cuco”, folclorista majorero que puso la guinda poética a las intervenciones con especial ahínco a los trabajadores y trabajadoras de la tierra: “Pobre aquel que no cuida el patrimonio heredado, porque será un desgraciado que hasta la historia lo olvida”.

La jornada fue inaugurada con el Bloque 1: Gavias y Palmeras, un espacio donde los científicos Francisco Díaz Peña y Juan Miguel Torres Cabrera hablaron sobre la situación actual en Fuerteventura de este sistema de cultivo, uno de los que más historia tiene en la isla. En esta parte del encuentro, Díaz y Torres explicaron su estudio sobre por qué mueren las palmeras en Fuerteventura. Tras analizar la salud del suelo en manantiales, gavias y laderas en 56 palmerales de la isla, pudieron concluir que existe una relación entre palmeras y gavias con un 69% de asociación entre ellas: “Concluimos que existe un problema de degradación en los palmerales asociados principalmente a la falta de agua y acentuado por la baja fertilidad y la elevada salinidad de los suelos”. El agua es uno de los grandes problemas de Fuerteventura. Este año la isla ha sufrido numerosos cortes de suministro, una realidad que complica el día a día de la población, pero también de la agricultura majorera. Los científicos ponen el foco en una herramienta indispensable para la conservación de las palmeras: “Es necesario recuperar las gavias”.

En el primer bloque también intervino el Catedrático en Botánica Pedro Sosa, quien expuso la importancia endémica de las palmeras en Canarias. “En Fuerteventura, hay 34.000 ejemplares en poblaciones naturales, pero si contamos las de zonas urbanas el número asciende a 74.000”. Fuerteventura es la isla más antigua del Archipiélago, con 20 millones de años, por lo que las palmeras de la isla fueron las primeras de Canarias: “Como muchas otras, esta especie vino de fuera y se estableció aquí y evolucionó para adaptarse al nuevo entorno. Esa evolución incluso podemos verla en la actualidad en las Islas, donde existen diferencias genéticas de la palmera canaria”. Sosa recalcó la importancia de las palmeras de Fuerteventura por su gran valor genético al ser el origen de las palmeras en Canarias. “La palmera datilera es el árbol frutal más variado del mundo, con 3.000 especies diferentes. Tenemos una responsabilidad para cuidar de nuestra biodiversidad. Solo en Canarias habitan la mitad de endemismos del territorio”, explica el catedrático.

Los agricultores y agricultoras conocen mejor que nadie el suelo. El Bloque 2: Con las manos en la tierra tuvo como protagonistas a Víctor González Carreño y Jacobo Negrín Carmona, dos agricultores majoreros que pusieron el punto de mira en la falta de agua, la degeneración del suelo y el problema del relevo generacional. Se calcula que alrededor del 85% de agricultores y agricultoras de Canarias tienen más de 55 años, un sector envejecido que no cuenta con nuevas generaciones que continúen el trabajo. “No hay gente joven que trabaje la tierra”, explican con preocupación y reflexionan sobre qué sucederá con la transmisión de enseñanzas que les ha acompañado generación tras generación. Si bien es cierto que el sector primario cada vez cuenta con menos trabajadores, la agricultura requiere de mucho trabajo y sacrificio, un esfuerzo que no se refleja en las condiciones laborales y que, a la larga, acarrea dolencias y achaques físicos. Por ello, es importante adaptar el trabajo de campo a las nueva necesidades y tiempos. Además de sus contribuciones económicas, la agricultura aporta otros grandes beneficios, como la conservación de la biodiversidad, la seguridad alimentaria o la reducción de la pobreza, entre otros.

Las intervenciones finalizaron con el Bloque 3: Comunicar ciencia, cambiar el relato en el que las periodistas Laura Afonso, de Radio Televisión Canaria (RTVC), y Josefina Maestre, de Radio Televisión Española (RTVE) hablaron sobre los problemas medioambientales a los que se enfrenta Canarias a día de hoy y el papel de los periodistas para recivilizar. “El periodismo es importante en general, pero la emergencia climática es una situación singular en nuestro siglo. Es difícil hablar al respecto de una forma no dramática. Por eso, los periodistas medioambientales intentamos poner el mayor positivismo en las noticias negativas”, señala Maestre. Además, la periodista explica que es un reto importante dedicarse a informar sobre medioambiente: “Son tiempos de incertidumbre, de cambios y de ser valientes para tomar decisiones tanto a nivel político como en la sociedad”.

La jornada finalizó con el toque musical de los artistas Itahisa Borges y Pedro Umpiérrez, quienes compartieron con los asistentes una pieza con ritmos canarios dedicada al encuentro. Mientras los participantes llenaban sus mentes en el salón de actos, a escasos metros las maestras del paladar Juana González y Teresa Hernández preparaban el potaje de chícharos y el caldo de papas que coronaron la jornada. La comida, acompañada de un enyesque de pan, queso y dátiles, fue todo un triunfo que dejó a los asistentes con más ganas para el próximo año. Con la barriga ya llena, algunos enralados no tardaron en sacar sus timples para cantar unas polkas piconas improvisadas y alargar la tarde entre vecinos y foráneos.

El Potaje Científico vuelve un año más no solo para divulgar conocimiento, sino para hablar del pasado, del presente y del futuro en clave local. Una oportunidad para recordar la herencia de nuestras Islas, comer con fundamento y recuperar los lugares de encuentro que tanto solían frecuentar y construyeron nuestras generaciones pasadas. Aunque a falta de agua, este año el potaje volvió a rebosar el caldero.