Desde que en 1983 se creara la primera Reserva de la Biosfera en la isla de La Palma, las siete Reservas de la Biosfera que tiene Canarias han sido precursoras del desarrollo de un concepto de sostenibilidad integral que no se limita a la protección medioambiental, sino que abarca también el desarrollo social, cultural y económico de las personas que habitan en ellas.
En palabras de José Armando Armengol Martín, de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, el Programa sobre el Hombre y la Biosfera que en 1971 comenzó la Unesco es la antesala de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el voto de los representantes políticos de cada uno de los países miembro. “Desde hace más de cincuenta años, incorporan la idea de mantener la relación de las personas con el entorno, con el medio natural y cultural. Es una preservación de la naturaleza en relación con las actividades humanas y mejorando la relación de las personas con el entorno”, explica la misma fuente.
Fomento de los procesos de participación
Según Armengol Martín, al que le toca coordinar la red que agrupa a todas las reservas canarias siempre tiene entre sus labores más importantes el fomento de los procesos de participación, la medición constante de los objetivos y la generación de sinergias entre administraciones. Son tres claves que también comparten los ODS, adaptados y contextualizados a la realidad del archipiélago en la Agenda Canaria 2030.
Un ejemplo es el de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, que ha jugado un papel fundamental en asuntos puramente medioambientales, como la separación de los residuos en la isla o como la concienciación mundial sobre los microplásticos con la celebración de cuatro congresos internacionales, pero también ha sido crucial en el debate colectivo sobre iniciativas que buscan el desarrollo económico sin abandonar el aspecto social y medioambiental, como el rechazo a las explotaciones petrolíferas en aguas cercanas a la isla o la posible introducción de una ecotasa.
“Aunque el debate no se gane, lo importante es que se dé”, sostiene Ana Carrasco, de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote. “Es posible que muchas de las propuestas terminen no llevándose a cabo en la isla, pero con todos los conocimientos que generamos y compartimos sí se pueden llevar a cabo en otros territorios”.
Para la Agenda 2030, indica, han solicitado financiación de los fondos europeos Next Generation, con la finalidad de elaborar un nuevo plan estratégico explícitamente alineado con los ODS, aunque “de alguna manera ya están en el ADN de la Reserva”. “En todas nuestras actividades siempre sabemos sobre qué ODS intervenimos y ya hacemos talleres sobre los ODS en asociaciones y centros educativos por iniciativa propia”, explica Carrasco.
La tradición de sostenibilidad integral en Lanzarote, como plantea Carrasco, empezó incluso antes de la Reserva de la Biosfera, con la creación de los centros de arte y cultura bajo el impulso del artista César Manrique. “Los centros de arte y cultura, como la Cueva de los Verdes o Jameos del Agua, son intervenciones que han demostrado que es posible cuidar el medio incrementando su valor cultural y permitiendo además el desarrollo económico”, argumenta.
Si la sostenibilidad integral es un concepto tan antiguo, ¿por qué seguimos limitando la palabra a su dimensión medioambiental? Según Tony Gallardo, exresponsable de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, puede tener relación con las palabras que usamos. “Es el caso de la palabra reserva”, dice, “que en español tiene esa connotación un poco limitada, y eso es lo que termina pesando en el subconsciente de muchos ciudadanos”.
Para luchar contra ese reduccionismo, ahonda, en Fuerteventura se creó un consejo de participación y se dio apoyo a los proyectos de desarrollo local, entre otras medidas. “En el caso del turismo, por ejemplo, había mucho apoyo a la red de turismo rural, poniendo plataformas a disposición de ese modelo alternativo y dando soporte para que vendieran sus productos”.
Ese enfoque integrador también les ha permitido abordar los asuntos de protección medioambiental desde una perspectiva más horizontal. Un ejemplo es la labor desarrollada con el Observatorio de Basura Marina, donde lograron que muchos pescadores incorporasen nuevos hábitos de trabajo recogiendo los aparejos de pesca que fuesen encontrando en el mar y cuidándose de no tirar los suyos.
“Hablamos con ellos de igual a igual, no con planteamientos de superioridad ni con prohibiciones”, recuerda Gallardo. “A nosotros nos preocupa esto, pero no somos pescadores. Este es el medio del que ustedes viven”. Es la frase que, según Gallardo, resumía la actitud de los responsables de la Biosfera cuando hablaban con los pescadores.
La función social de las actuaciones
Además de la horizontalidad, expone, se trataba de dar facilidades, proporcionándoles contenedores en el puerto y bolsas especiales para que lo que recogieran en el mar no les manchara la cubierta, haciéndoles entender que estaban haciendo una acción social, un beneficio para la pesca de la que ellos dependen y para toda la sociedad.
Como además afirma Armengol Martín, las claves del buen funcionamiento de la Agenda Canaria 2030 son iguales a las de las Reservas de la Biosfera: crear conciencia entre las nuevas generaciones, aterrizar los discursos a lo concreto, hacerlos medibles, hacer alianzas, lograr que la gente participe y hacer los presupuestos pensando en los ODS. “Ese es el gran reto que está haciendo el Gobierno de Canarias: tejer alianzas con todos los sectores y trasladar a la sociedad las cosas que se consiguen. Cumplir los objetivos tiene beneficios demostrables y, aunque sean pequeños, se genera un efecto multiplicador para el resto de la sociedad y de la administración”, subraya. “Hacer el cambio es difícil, pero ahí está el reto, y más vale afrontarlo que quedarnos parados”.