Investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL) ya han determinado cómo aumentarán las temperaturas en Canarias por culpa del cambio climático, cuánto podrían alargarse las temporadas de riesgo por incendio y qué impacto se prevé en el principal motor económico de las islas, el turismo. Un nuevo estudio publicado esta misma semana amplifica la información climática en este sentido y analiza cuán graves serán las sequías del futuro en el Archipiélago. Las conclusiones revelan, grosso modo, que todo depende de la altitud.
La investigación ha sido publicada en la revista Climate and Atmospheric Science, perteneciente al prestigioso grupo Nature, por científicos del Grupo de Observación de la Tierra y la Atmósfera (GOTA) de la ULL. El trabajo se une al resto de proyecciones climáticas difundidas en los últimos años y que el Gobierno canario ha recopilado en un repositorio interactivo.
En general, los resultados indican que la sequía empeorará con la elevación del territorio y afectará a más porcentaje de superficie para los años 2070-2099, tanto en el escenario de reducción de emisiones contaminantes como en el pronóstico de que todo continúe igual que ahora. Ambas predicciones, denominadas RCP4.5 Y RCP8.5, respectivamente, forman parte de las trayectorias de concentración de gases de efecto invernadero utilizadas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en sus distintos informes.
El estudio precisa que, entre 1980 y 2009, un 15,9% de la superficie de las Islas resultó perjudicada por los periodos prolongados de tiempo seco y un 2,3% por sequía extrema. Los autores han utilizado el primer porcentaje como base para calcular cuánto variará el mismo en las últimas décadas de este siglo según la altitud: 0-400 metros, 400-1.100, 1.100-2.100 y más de 2.100. Y la previsión es que aumente en todas las extensiones, especialmente en las más elevadas.
“Ni la temperatura ni la precipitación presentan los mismos valores a medida que subimos en altura. En Canarias, tenemos un gradiente muy claro de lluvias con la elevación, por lo que el impacto del cambio climático será también desigual”, explica Judit Carrillo, investigadora en el grupo GOTA y ahora también en el Departamento de Ciencias de la Tierra y Ciencias Ambientales de la Universidad de Pensilvania, Filadelfia (Estados Unidos).
Así, la investigación prevé que la sequía hidrológica, aquella que damnifica directamente el almacenamiento de agua, afecte al 69,9% de la superficie de Canarias por debajo de los 400 metros, al 72,9% entre los 400 y 1.100 metros, al 71,9% entre los 1.100 y 2.100 metros y al 80,9% por encima de los 2.100 metros. Estos datos hacen referencia al escenario menos catastrofista. En el supuesto caso de que las emisiones de CO2 no cesen, los valores serían incluso mayores.
“Las estimaciones a futuro extienden el problema de la sequía a lo largo del territorio y a zonas elevadas, donde se concentran actualmente parte de los cultivos y los bosques y habrá que tomas medidas de adaptación”, razona Carrillo.
El trabajo académico de la ULL detalla que los episodios de sequía hidrológica solían durar entre 15 y 25 meses en el pasado reciente, pero en el futuro, ese registro podría alcanzar hasta los 300 meses si no se toman acciones de mitigación y adaptación al calentamiento global. Los autores especifican que un evento de sequía de tanto tiempo no implica que la precipitación sea nula durante ese periodo, sino que no ha llovido lo suficiente como para considerar que el fenómeno ha finalizado.
Por otro lado, Carrillo y el resto de firmantes calcularon los índices Estandarizado de Precipitación (SPI) y Estandarizado de Precipitación-Evapotranspiración (SPEI) para cuantificar cómo de graves serán las sequías en la comunidad, dando especial importancia a este último por incluir la evapotranspiración entre las variables empleadas para identificar las sequías (temperatura, cobertura nubosa, humedad, viento y precipitación), un asunto que trae de cabeza a la comunidad científica por su indefinición.
Cuando el valor SPEI es de -1, se considera que hay un déficit de lluvia y solo es posible concluir que la sequía ha finalizado tras adquirir un registro positivo. El estudio demuestra que las sequías del pasado en Canarias registraban una cifra media de -1,5, “severamente seco”, pero que “valores considerados de sequía extrema serán la situación normal en el futuro”.
La investigación también analiza la variación del Índice de Aridez (ACI, en sus siglas en inglés) en Canarias, que mide la relación entre la evapotranspiración, esto es, la cantidad de agua que regresa a la atmósfera como consecuencia de la evaporación y la transpiración de las plantas, y las precipitaciones. El índice ACI apunta que un resultado por debajo 1 estima unas condiciones “húmedas”, mientras que si está por encima de ese registro son “secas”.
Estudios previos habían calculado un índice de aridez para el Archipiélago de hasta 1,5. Pero en este nuevo de la ULL las simulaciones proyectan un ACI de hasta 6, en el peor de los casos, en las zonas más elevadas de las Islas. Las variaciones se notarían principalmente en las islas capitalinas, Tenerife y Gran Canaria, debido al descenso de las lluvias. En Lanzarote y Fuerteventura, mucho menos, pues las islas ya son bastante áridas.
Carrillo destaca que una evaluación así solo se ha podido lograr gracias a la “alta” resolución espacial de la investigación. Mientras en otros trabajos esta es “insuficiente”, de hasta 100 kilómetros, en la realizada por el grupo GOTA se ha reducido a tres, lo que permite distinguir mejor las diferencias de cada región de Canarias, caracterizada por los microclimas entre las demarcaciones costeras y montañosas.
“Es necesario tener en cuenta que la orografía juega un papel muy importante en la precipitación de Canarias. En los modelos globales usados en estudios anteriores, dada su baja resolución, esa orografía no es considerada”, añade la experta.
La tendencia proyectada por el trabajo tinerfeño sugiere que las sequías se convertirán en un “fenómeno recurrente” en el futuro, como así también lo considera el Ejecutivo canario. De hecho, ya lo está siendo, según algunas mediciones. Desde 1990 en adelante, tres de cada cuatro años llueve menos de lo normal en el Parque Nacional del Teide, de acuerdo con datos ofrecidos por el propio Gobierno autonómico.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) informó recientemente que en este mes de marzo llovió un 87% menos de lo habitual. El Consejo Insular de Aguas de Gran Canaria ha detallado que las presas y embalses de la isla se encuentran al 12% de su capacidad. Y según un estudio publicado en la Revista de Investigaciones Geográfica, Canarias sufre una sequía desde el año 2014.
Las consecuencias podrían provocar un cambio de distribución de los cultivos y la implantación de otros característicos de diferentes latitudes, como los tropicales. Además, varias islas ya se han declarado en “emergencia hidráulica”, lo que les permite adoptar medidas excepcionales para combatir la falta de precipitaciones.
Canarias ya sabía que iba a sufrir uno de los procesos de aridez y sequía más agresivos en el mundo. Pero con esta nueva investigación del grupo GOTA, “las previsiones empeoran aún más en las zonas elevadas de las islas”.
“El último informe del IPCC calcula que, en las regiones muy vulnerables, incluidas partes de África, el sur de Asia y América Central y del Sur, murieron 15 veces más personas a causa de inundaciones, sequías y tormentas que en otras partes del mundo. No solo son importantes los fenómenos extremos a los que nos tendremos que enfrentar, sino cómo estemos preparados. Y la sequía será uno de ellos”, remacha Carrillo.