Amy Winehouse, que no pudo encontrar el punto de equilibrio, y mucho menos el de la entonación, hizo las delicias del público asistente a la tercera jornada de Rock in Río desde el primer sorbo de alcohol de la cantante.
No era la artista más importante del cartel pero sí la más esperada de este Rock in Rio, que se celebra en la localidad madrileña de Arganda del Rey y por el que pasaron más de 75.000 personas, en una jornada que cerró la cantante colombiana Shakira.
Winehouse, desprovista de todo argumento musical, no defraudó a los asistentes, que no esperaban grandes logros musicales y sí algo de morbo en el comportamiento errático de la británica.
Con la primera copa acabada a la tercera canción de un recital iniciado con una declaración de intenciones como Adicted, Winehouse desistió de sus tacones para interpretar Cupid, aferrada a una guitarra que fue incapaz de tocar.
Había mucha expectación tras el fiasco de su actuación en Rock in Río Lisboa y su reciente ingreso en un hospital británico a causa de un enfisema, una enfermedad pulmonar crónica que la cantante padece con tan solo 24 años por el excesivo consumo de crack, un derivado de la cocaína y el tabaco.
Amy salió al escenario sin apenas carisma ni voz, acompañada de nueve músicos, dos de los cuales la salvaron en varias ocasiones.
La sorna general llegó a sus más altas cotas cuando el público coreó con ella el “no, no, no” de su conocido tema Rehab, en el que Amy Winehouse se niega a desintoxicarse o con el olvido de gran parte de la letra de A message to you, Rudy, versión del clásico de los Specials.
De todas formas, es cierto que la diva mediática derrocha valentía al enfrentarse al sonido clásico de un dogma tan difícil de asumir como el de la Motown.