César Manrique, cien años del visionario que sembró la conciencia ecologista en Lanzatore
Antes de que la mayoría de los habitantes de Lanzarote supiera siquiera su significado, César Manrique puso en su boca la palabra ecología, sembró en ellos el compromiso con el territorio y vaticinó una hecatombe si no se ponía remedio a la especulación y al desarrollo turístico: un ideario que fijó los cimientos del futuro movimiento ecologista en Canarias.
El movimiento ecologista en las islas se mueve entre acciones para denunciar la construcción de hoteles y macropuertos y campañas para evitar que los turistas se lleven piedras de los espacios naturales a sus casas y alentar la búsqueda de una oferta complementaria, enfocada a la naturaleza, cuando al modelo sol y playa no paran de salirle competidores.
Algunas de estas preocupaciones ya estaban, hace cuatro décadas, recogidas en el ideario de Manrique (1919-1992), el artista lanzaroteño más internacional, cuya estética se centró en la preservación de la naturaleza a través del arte.
El pintor nació en Arrecife un 24 de abril, hace cien años. Viajó por medio mundo y eligió Madrid y Nueva York como residencias temporales, hasta que en 1968 decidió regresar a Lanzarote, donde una fundación con su nombre vela desde hace tiempo por su legado.
El portavoz de la Fundación, Alfredo Díaz, explica, en una entrevista con Efe, cómo el ideario de Manrique tiene que ver “fundamentalmente” con los valores medioambientales de Lanzarote, “pero también con los elementos de antropización del paisaje, como la arquitectura vernácula que consideraba de máxima modernidad”.
Tras llegar de Nueva York, César encontró una Lanzarote que seguía sustentada en la agricultura y la pesca, pero con miradas a un futuro donde el turismo era la alternativa más tentadora.
El artista trató de evitar que Lanzarote cayera en las garras del modelo desarrollista que había conocido en el extranjero, que ya campaba a sus anchas por la costa mediterránea y que amenazaba con llegar a Canarias.
Para ello, “Manrique lo que hace es convertirse en una suerte de buscador de miradas sobre el paisaje y, a partir de esa educación de la mirada, genera complicidades positivas que van encaminadas a la defensa de la isla”, explica Díaz.
César planteó un modelo de exaltación de la naturaleza creando marcas en el paisaje a través de un arte ecologista del que brotaron los Jameos del Agua, el Jardín de Cactus o el Mirador del Río, “espacios ya utilizados que recupera para darles esa relación arte-naturaleza y hacerlos lugar de visita turística”, expone.
En esos centros pone en práctica el binomio naturaleza-arte porque, según este experto en Manrique, “entendía que lo singular de Lanzarote podía ser objeto de arte y, a su vez, el arte que iba a desarrollar en esos espacios singulares potenciaría la naturaleza”.
Alfredo Díaz subraya que Manrique siempre promulgó “el compromiso irrenunciable con el territorio para que no fuera destruido, a eso se le llama activismo y César fue un artista activista”.
Manrique propugnó una ordenanza de ordenación del paisaje y la arquitectura tradicional, en 1966, que eliminó las vallas publicitarias de los espacios abiertos, fue pieza clave para que la isla fuera Reserva de la Biosfera e influyó en el Plan Insular de Ordenación para que el paisaje estuviera regulado a través de figuras legales de planificación territorial. Hoy Lanzarote puede presumir de tener más del 40 % del territorio protegido.
En 1974, César abrió El Almacén, un centro cultural abierto a las vanguardias y cónclave de artistas, activistas y unos jóvenes que sentían atracción por el discurso de aquella gente que soñaba con una isla diferente a través de herramientas como el Circulo Ecologista de Lanzarote, el primer grupo ecologista de la isla creado en torno al artista, en 1980.
El Círculo Ecologista de Lanzarote dio paso en 1987 a la Asociación Cultural y Ecologista de Lanzarote El Guincho. Jóvenes de la época como Mario Alberto Perdomo y Ginés Díaz recogieron el testigo, asesorados por Manrique.
Ginés Díaz recuerda los primeros momentos del Guincho se dieron cuenta de que “iba a ser muy complicado que un grupo de gente joven pudiera tener ni tan siquiera palabra en la sociedad de aquella época en la isla”. Por ello, se adelantaron: “Y antes de dar el primer paso reunimos a una serie de personas, entre ellas César, le explicamos el proyecto y le pedimos su aval”.
En 1985, Lanzarote tenía 20.000 camas turísticas y expectativas de crecer en ese negocio. Manrique intensifica entonces su activismo y denuncia en la prensa la tropelía que planea sobre Lanzarote, realiza manifiestos que se convierten en gritos de socorro y participa en protestas por la construcción de complejos hoteleros.
Para la historia del movimiento ecologista en Canarias queda la imagen de César Manrique delante de las piquetas que intentaban construir un hotel en la playa de Los Pocillos, en Puerto del Carmen. César y los del Guincho acabarían dando explicaciones a la Guardia Civil.
Mario Alberto comenta: “Sabíamos que el mensaje de César era cierto, tenía sentido y era apasionante y, por eso, caló en muchísima gente y se convirtió en un líder de masas”. “Con el tiempo nos dimos cuenta de que había sido un avanzado y que sus palabras, su argumentación y su discurso siguen teniendo plena vigencia”, añade.
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