Exodus: dioses y reyes (blancos)
Narra la historia más importante del Antiguo Testamento. El momento en que Moisés (Christian Bale) reniega de su educación egipcia y de su familia adoptiva para desafiar al Imperio de Ramsés II,(Joel Edgerton), al que considera su hermano y liberar al pueblo de Israel para llevarlo a la tierra prometida. Más de 600.000 esclavos en una épica huida a través de Egipto, llena de peligros y persecuciones.
El guión que elige Ridley Scott
Teniendo en cuenta que la cinta dura 150 minutos, podemos echar de menos en el tratamiento del guion, poder ver fragmentos y escenas de la infancia común entre Ramsés II y Moisés. Esto ayudaría a acentuar el drama del enfrentamiento que tendrán los dos “hermanos” en el futuro. Ayuda a entender que eran dos hombres que se querían por encima de todas las cosas y que en un tiempo estuvieron dispuestos a morir el uno por el otro. De modo que la película comienza con un joven Moisés que criado en el ambiente politeísta de un palacio egipcio de 1300 a. C. se nos presenta completamente agnóstico, racional y que se ríe de las supersticiones de su familia adoptiva. En este punto habría que hacer matizaciones. Al presentarnos a un Moisés incrédulo la película quiere sorprendernos con su futura conversión cuando conoce a Yahvé, pero es anacrónico plantearlo como un joven que usa una dialéctica casi marxista-leninista, que habla de derechos de los trabajadores y que está en contra de la monarquía. Rechina muchísimo verle en este contexto hablar de esa forma, aunque puestos a sorprendernos, también rechina que pueda hablar con una zarza.
El uso inteligente de los efectos especiales
Ridley Scott no hace una película para regocijar a los creyentes ni para molestar a los ateos, sino una película que bien puedan disfrutar los que crean que Moisés habló con Dios en el Monte Horeb como para los que crean que cuando fue a buscar a su ganado se resbaló y del golpe en la cabeza empezó a hablar solo y a creerse el Mesías del pueblo hebreo. Es en este sentido, donde el director sabe jugar bien con los milagros de la historia bíblica. De esta forma, Dios no habla a Moisés como una poderosa y grave voz en off que retumba en todo el cielo sino que lo hace de una manera más natural. También las siete plagas podrían ser explicadas científicamente aunque con mucha dificultad, de modo que Scott no sucumbe a la tentación de cualquier director con efectos especiales a su alcance de hacer una película de ciencia ficción donde el Mar Rojo se separe en dos mitades perfectas, sino que siempre juega con el hecho de que las mareas pudieron bajar masivamente alguna vez… (quién sabe).
Este juego realidad-leyenda-historia, es lo mejor de esta superproducción junto con las dos interpretaciones protagonistas.
Dioses y reyes
Hay un guiño muy importante en la cinta al politeísmo egipcio en la antigüedad y la crisis que pudo suponer la contraposición al monoteísmo hebreo. Esta disputa, Dioses versus reyes encarnada en la figura de dos “hermanos” que una vez se quisieron es más fácil de entender. Lo viejo no se resigna a dejar paso a lo nuevo, no se lo pone fácil. Un hombre que se cree dios en la tierra hermanado con los dioses egipcios con su mismo nivel de poder y otro hombre que es el mesías del único Dios. Dos mentalidades diferentes e irreconciliables. Entonces no se nos plantea un Ramsés malo y cruel sino un Ramsés que no puede aceptar algo que va en contra de sí mismo (esto aumenta el nivel de dramatismo del personaje).
Made in Canary Islands
Lo más esperado por los espectadores canarios y almerienses que acudimos al estreno era reconocer los paisajes de la isla de Fuerteventura o de Almería. En este sentido sorprende ver lo bien que las tierras majoreras se adaptan a este relato: desde las zonas que simulan al desierto como las pequeñas montañas de lava volcánica que crean senderos imposibles.
¿Pretensiones ideológicas?
En este aspecto no quisiera condicionar al lector. Una película es siempre política, ya que desprende ideas, pensamientos, maneras de enfocar un hecho… A veces una película hace esto intencionadamente y otras veces sin querer, ya que los guionistas y directores no pueden abstraerse de su propia mentalidad. Comprueben ustedes mismos si hay en este film una manera de legitimar históricamente aún hoy, la diáspora judía por el mundo, las persecuciones que han tenido que sufrir, siempre con miedo o escondidos o si quiere justificar su derecho histórico a permanecer en Israel. Esto es; sin éxodo judío, no hay judaísmo, ni pueblo elegido ni conflictos en Gaza.