Fernando Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique, recorre de forma exhaustiva la vida del escritor José Saramago en una biografía cronológica que muestra las diferentes facetas de quien fue “obrero de las letras” durante años, antes de convertirse en “príncipe de la literatura”.
“Saramago sigue manteniendo una concepción obrerista de la literatura, la desprovee de mística; él suele decir que escribir es un trabajo como otro cualquiera”, afirma en una entrevista con EFE Gómez Aguilera, profundo conocedor de la obra del novelista portugués, Premio Nobel de Literatura 1998.
Titulado José Saramago. La consistencia de los sueños. Biografía cronológica, la obra será presentada esta tarde, en la Feria del Libro de Sevilla, por Manuel Chaves, vicepresidente del Gobierno, en un acto en el que también intervendrá Gómez Aguilera, poeta, ensayista y experto en arte contemporáneo.
Adentrarse en la vida de Saramago no es fácil, y más si se quiere reflejar no solo su grandeza literaria sino también el compromiso público del novelista, “una de las conciencias críticas de nuestro tiempo”.
Patrono de la Fundación José Saramago, Gómez Aguilera decidió acometer su biografía no “como el pintor de retratos, la manera convencional” de abordar este tipo de obras, “sino como un cartógrafo”, para hacer “un levantamiento de los hitos topográficos” de la trayectoria vital de Saramago, de su obra y de “su proyección como intelectual crítico”.
La cronobiografía es fruto del trabajo de investigación que el autor realizó durante cuatro años para la exposición José Saramago. La consistencia de los sueños, producida por la Fundación César Manrique y que se inauguró en Lanzarote en noviembre de 2007. Luego viajó a Lisboa y a Sao Paulo. Su comisario fue el propio Gómez Aguilera (San Felices de Buelnas, Cantabria, 1962).
Durante ese tiempo tuvo acceso a “un contingente de materiales, que corresponden a lo que podría llamarse la arqueología literaria de Saramago”. Pertenecen a los años 40 y 50 y entre ellos “hay teatro, poesía y novelas inacabadas”, señala el biógrafo, que mostró primero esos documentos en la exposición y los ha utilizado luego para el libro.
Con más de 300 páginas y 200 imágenes, la biografía se enriquece con numerosos comentarios del autor de Ensayo sobre la ceguera sobre su propia vida, su obra y su compromiso como intelectual.
Se ha dicho que la vida de Saramago “es un milagro”, y es que su humilde origen y sus primeros trabajos como mecánico y empleado público hacían difícil predecir la fama que alcanzaría, cuando ya tenía sesenta años, a partir de Memorial del convento, la novela que propició que se cruzara en su vida la periodista Pilar del Río, su mujer desde 1988 y su traductora.
“Era un escritor sin destino para la literatura, un obrero de las letras”, hasta que en 1980 publica Levantado del suelo, y comienza a construirse el príncipe de la literatura“, comenta Fernando Gómez.
Saramago, asegura el biógrafo, “ha sido un escritor anómalo en todos los sentidos”, tanto por lo mucho que ha escrito como por las obligaciones que él se impone como ciudadano.
El ser “un escritor reconocido y haber tenido más brillo todavía a partir del Nobel, no le ha servido nunca de coartada para camuflar sus obligaciones como ciudadano. La musculatura de la literatura no ha sido excusa para que su compromiso ideológico, social y político se atenuara”, señala.
El propio autor de Caín dice siempre que “adonde va el escritor va el ciudadano”, y de ese “caminar a la par -prosigue Gómez- ha nacido un intelectual de signo universal que se ha convertido en una de las conciencias de nuestro tiempo”.
De la misma forma que, en su obra, el escritor portugués proyecta “el contenido ético de sus convicciones”, en sus comparecencias públicas “no renuncia a ser polémico, controvertido, directo y a incomodar”.
Y si actúa así es “porque entiende que el papel de quienes tienen una cierta presencia pública en el campo de la creación y de las ideas, es decir lo que piensan, desasosegar”, afirma el biógrafo, autor, entre otros poemarios, de La tierra prometida.
Esas reflexiones, añade el autor cántabro, “culminan en una defensa que Saramago hace muy hermosa de la negación”.
El escritor portugués dice que la palabra “no” es la más importante que hay “porque es con la que tenemos que relacionarnos con el poder, no para destruirlo sino para vigilarlo”.
En la obra de Saramago late un cierto pesimismo, fruto del “fuerte racionalismo que sustenta su visión del mundo”, pero también late “el optimismo de la voluntad”, propio de “un hombre de valores que se manifiesta contra la resignación y la contra la indiferencia”, concluye Gómez.