El 1 de junio de 1909, el entonces presidente del Congreso de los Diputados Eduardo Dato, tras abrir sesión a las 15.45 horas, dio paso al diputado por Madrid Benito Pérez Galdós: “Dos palabras nada más, señores diputados, y aun dos me parecen muchas, palabra y media, media no más…”, declamó ante el pleno por primera y última vez.
Pérez Galdós (1843 – 1920), nacido y criado en Las Palmas de Gran Canaria, era y continúa siendo el escritor español más importante y prolífico de su generación y el gran cirujano de la política española de su tiempo, de cuyo fallecimiento se cumplen cien años este 2020. Pero, paradójicamente, fue también un político sin vocación.
Estupor: ¡Habla Galdós|
“(…) Como único representante por Madrid de la minoría republicana, me corresponde la obligación y el honor, que honor es muy grande para mí, de presentar al Congreso el mensaje que ahora pasará a manos del sr. presidente de la Cámara, para que ésta resuelva lo que crea más ajustado a la ley”, siguió Galdós, en la única referencia a una alocución que emitió al pleno.
La biografía de Sainz de Robles recalca que hubo un estupor “visible y audible” en la sala ante aquel “suceso exótico”, que los diputados presentes clavaron en él su mirada y que los ausentes, una vez avisados del acontecimiento, regresaron a sus puestos: por fin hablaba el escritor.
“Como esta misma tarde y acerca de este asunto, tan interesante para el pueblo de Madrid, hemos de plantear un debate (…), esta minoría aducirá razones, que nosotros estimamos poderosas e irrebatibles, en las cuales fundamos esta petición. Solo tengo que añadir que con esta petición traemos al Congreso todo nuestro respeto y toda nuestra energía”, concluyó.
Así consta en el Diario de Sesiones del Congreso del 1 de junio de 1909, página 4.570. Su solicitud de que se convocara a elección parcial una vacante en el distrito de Madrid, tras la renuncia de Luis Morote, recibió unas 45.000 firmas.
La Cámara Baja estaba entonces regida por el Reglamento de 1847, que no cambió hasta 1918, y presidida por el conservador Eduardo Dato.
Según el artículo “Textos políticos de Benito Pérez Galdós publicados en prensa”, del profesor de Lengua Española de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Juan José Bellón, los archivos del Congreso determinan que el escritor representó a Guayama (Puerto Rico, territorio todavía español) entre 1886 y 1890.
Tras 17 años de ausencia, volvió a las Cortes para representar a Madrid (1907 – 1914) y finalmente a la provincia de Las Palmas durante apenas dos años.
Leopoldo Alas Clarín contó en su tomo I de las Obras Completas: “Ni Pereda ni Galdós son capaces de pronunciar cuatro palabras en público; no por las palabras, sino por el público. Para dar las gracias a una asamblea que les aclama, tienen que sacar del bolsillo un papel en que consta que vivirán eternamente agradecidos”.
Escritor, no tanto político
El diputado por Las Palmas en la Cámara Baja durante la legislatura constituyente (1977 – 1979) César Lloréns relató en su ponencia “El diputado señor Pérez Galdós”, dentro del II Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1980), que Galdós mantuvo una vida parlamentaria “cansina” y evitaba las intervenciones plenarias.
Incluso dejó de acudir al Palacio en el ocaso de su existencia, cuando “andaba mal de salud y peor de dinero”, su ceguera era indisimulable y había perdido toda fe en la política. Causó baja definitiva el 16 de marzo de 1916.
“Pérez Galdós conocía mejor que nadie la política española, sus males, sus luchas, sus esperanzas y fracasos. Pero don Benito no era un político activo, no era ni quiso ser un hombre de gobierno; no era ni quiso ser un buen parlamentario”, cuenta Lloréns.
De hecho, sus candidaturas y participaciones en aquellas legislaturas respondieron a concesiones a la amistad de quienes se lo pidieron. Pero, de alguna forma, Galdós aprovechó esa actividad que detestaba para observarlo todo. “Eso fue don Benito: el gran observador, el gran espectador de la Historia”, remata el también senador entre 1983 y 1986.
“Evidentemente, sus amigos habían llevado al Congreso no al hombre, sino al nombre. Una lista de Madrid donde la gloria literaria de Galdós eclipsaba a cualquier otra, con una fama insobornable de liberal y republicana, que contase con su nombre, era una elección bien segura”, detalla Lloréns.
Galdós estuvo así más presente en la convulsa política del siglo XIX en España, cuando el país sufrió varios golpes de Estado, cambios de régimen y cuartelazos, y alumbró ocho constituciones distintas.
“Con sus conocimientos históricos, su poderosa imaginación y su genial expresión literaria, el Parlamento español está en la vida y en la obra de Benito Pérez Galdós mucho antes de que éste ocupase su escaño”, añade el exsenador.
El novelista había sido cronista parlamentario desde su llegada a Madrid, cuando en 1869 se encargaba de las sesiones del Congreso en el periódico Las Cortes y al año siguiente reseñaba, según Juan José Bellón, asuntos de política interior en La Revista de España, dos precedentes de una “intensa” labor periodística que se prolongó durante años.
Participó en varias comisiones parlamentarias, aunque el escritor, asegura Bellón, siempre restaba importancia a esas actividades. Formó parte de la comisión de corrección de estilo durante su primera etapa.
Y se implicó siempre en los asuntos de Canarias, como demuestra su participación en las comisiones encargadas de establecer planes generales de carreteras en Tenerife, entre otras, y en los de Cuba y Puerto Rico.