José Hierro en Beirut
“Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría/
No podrá morir nunca“.
Estos versos de José Hierro, escritos en árabe y en español en la fachada del Instituto Cervantes de Beirut, pretenden ser un mensaje de esperanza para los libaneses, que se encuentran inmersos en una crisis económica sin precedentes, a la vez que un homenaje al poeta español, que este domingo habría cumplido 100 años.
Un autorretrato, en esta ocasión un collage de varios metros, mira hacia la Plaza de los Mártires y el mar, desde un escenario que sufrió en agosto de 2020 la gran explosión del Puerto de Beirut.
El Instituto Cervantes de Beirut desea recordar con esta lona conmemorativa, un recital de poesía en español y árabe y con un taller de lectura, al poeta - Premio Cervantes y Premio Príncipe de Asturias-, al joven que fue encarcelado en 1939 durante casi cinco años “por auxilio a la rebelión”; al que pasó frío y hambre; al que en los tiempos más crudos de la Dictadura española fue capaz de escribir versos como estos; al extraordinario ser humano, que fue siempre leal sus principios, a sus amigos y a sus seres queridos; al escritor comprometido con su oficio que se despidió de la literatura y de la vida - cumplidos los 80 años- recordando esos fugaces momentos de felicidad, que supo disfrutar, en las adversas circunstancias que le tocaron en suerte: “He vivido días radiantes/ gracias a ti. Entre mis dedos se escurrían/ cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean/ (…) Nadie pudo, ni puede, ni podrá, por los siglos de los siglos/ arrebatarme tanta felicidad”.
José Hierro fue un poeta puente entre varias generaciones, un poeta pintor, autodidacta, tanto en las artes plásticas como en la música; un padre de familia numerosa que trabajó en diversos oficios manuales al salir de la cárcel, y que se jubiló haciendo radio y poesía Radio Nacional. Fue un escritor que pasó cerca de 30 años en silencio editorial porque consideraba que no tenía nada que aportar. Fue un poeta viajero que no dejó ciudad española por visitar, leyendo sus versos. Al extranjero no pudo viajar hasta conseguir su primer pasaporte en 1964.
Fue un poeta admirado por el público y por la crítica desde sus primeros libros; así se reconoce en la “Antología Consultada” de 1952, y lo demuestran las numerosas ediciones de su último libro Cuaderno de Nueva York (1998). Escribía Hierro una poesía para ser leída y escuchada, con su personal manera de recitar, de contar. Y es que, sus poemas, pese a lo elaborado, tienen una apariencia sencilla y dejan en el recuerdo la sensación que él pretendía: el rastro de una emoción, de algo que alguien te ha confiado.
José Hierro nació en Madrid (3 de abril de 1922), ciudad en la que residió la mayor parte de su vida adulta, tras pasar su infancia y juventud en Santander. Vivió, también, algún tiempo en Valencia, cuando salió de prisión; de allí se trajo, entre otros recuerdos, su gusto por las paellas, la fideuá y los cítricos. Volvía todos los veranos a Cantabria, y no pasaba un año sin visitar Canarias: Tenerife, Gran Canaria, La Palma. A partir de 1989, se suman a estos destinos, Lanzarote y Nueva York, ciudad que se convierte en el escenario de su último poemario, el citado “Cuaderno de Nueva York”, por el que obtuvo en 1998 el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura. Ese mismo año fue galardonado con el Premio Cervantes.
La conexión canaria
La relación de José Hierro con Canarias tiene su origen en los contactos que, tanto él como otros coetáneos, establecieron con los poetas de la “Antología Cercada” (1947), considerada la primera publicación de la poesía social en España. La amistad que establece con Agustín y José María Millares Sall, Ventura Doreste y Pedro Lezcano, los vinculará para siempre. Estos lazos se estrecharán más aún con José María Millares y Pino Betancor, durante su residencia en Madrid y los tiempos de Planas de Poesía. Tras ellos llegarán otros artistas y escritores canarios, como sus grandes amigos los pintores Pedro González, José Luis Toribio o el escritor y periodista Fernando G. Delgado, con quien coincidió durante años en Radio Nacional. Elsa López se convertirá en su vínculo con la Palma.
En 1988 José Hierro inaugura el ciclo de las “Tertulias” del Centro Insular de Cultura (CIC) del Cabildo Insular de Gran Canaria y, a raíz de su participación en las del Palacio Spínola de Teguise en 1989, la isla de Lanzarote se convertirá en cita obligada de sus visitas a Canarias. De hecho, regresa a la isla al año siguiente, con su familia al completo, para celebrar la concesión del Premio Nacional de las Letras 1990). Se sucederán después otros viajes, hasta la inauguración en 1998 de la Biblioteca del Museo del Vino de Lanzarote que lleva su nombre.
Folías, gracioseras y gastronomía
Amante de la música clásica, José Hierro tenía un oído extraordinario, y si se le preguntaba qué prefería del folclore canario, elegía las folías cantadas por Fabiola Socas. Viticultor en Nayagua, su finca de Titulcia, disfrutaba de las viñas y los vinos de las islas, y volvía a Madrid, cargado de quesos, con salmón ahumado en Uga, y con un par de camisas “gracioseras” en cada viaje. Las encargaba en La Graciosa, en Arrecife o en Arencibia, en las Palmas. Preferiblemente en tonos tierra o azules, talla 6, por que le gustaban amplias. Sus mangas a medio antebrazo, diseñadas para permitir las maniobras en los barcos pesca, le parecían especialmente cómodas, lo mismo que ese cuello tipo mao que no le agobiaba.
La traducción al árabe
Los poemas, en español y árabe, que han leído los estudiantes y amigos del Instituto en Beirut, en la lectura- homenaje pertenecen a la antología bilingüe José Hierro: Poemas esenciales (2017), de la colección POCENAR (Poetas Cervantes en Árabe). POCENAR es un programa de formación, traducción y edición que se inició en Marruecos en 2016 y que, con el apoyo editorial de la Fundación Abertis, continúa su andadura en el Líbano, como puente entre culturas. Acompañan a José Hierro en esta colección Gonzalo Rojas (Chile), María Zambrano (España), Ida Vitale (Uruguay) y José Emilio Pacheco (México).
Amanece en Beirut el día 3 de abril de 2022 y este poeta viajero, que ha llegado al Líbano traducido al árabe por Driss Ouledelhaj, Souad Dahori y Hanan Rais, se asoma curioso desde su lona – diseño de Pablo Rebaque- a una ciudad a media luz, envueltos ambos en la calima, en el Jamsin, que es como llaman en estas tierras al polvo que viene de los desiertos.
Yolanda Soler Onís (1964). Es escritora y periodista. Premio de Poesía José Hierro 1986. Se doctoró en Filología Hispánica en la UNED con una tesis sobre José Hierro, Józef Wittlin y Nueva York. Es autora, entre otros libros de José Hierro para niños (1998), José Hierro: Geografía Mítica (2003) y José Hierro: “La biografía de un pájaro se resume en su canto”. Una poética confirmada (2017). Ha dirigido los centros del Instituto Cervantes en Mánchester, Varsovia. Marrakech y Beirut.
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