“Me voy morir pronto pero hasta cierto punto lo haré satisfecho porque no me gusta nada” la situación de “desintegración” del sistema, afirmó el economista y escritor José Luis Sampedro en una entrevista con motivo de su 90 cumpleaños, el 1 de febrero.
A pesar de estas palabras y de mostrarse pesimista por el devenir de la sociedad, Sampedro, que nació en Barcelona pero pasó su infancia en Tánger, aseguró que es optimista en lo personal y que continúa escribiendo porque es “para lo que vale”.
Sampedro, nombrado en 1990 miembro de la Real Academia de la Lengua, está convencido de que estamos al final de un sistema de vida que llamamos occidental, que ha perdido el impulso que tenía en el inicio de la era moderna.
Al autor de novelas como Congreso en Estocolmo, Octubre, octubre y La sonrisa etrusca, le parece que hay un deterioro de los valores tradicionales mientras los hombres están dotados “enormemente” de ciencia y técnica pero “muy escasamente” de sabiduría.
Sampedro, que pasa los inviernos en Tenerife, cree que estamos llenos de irracionalidad, y como ejemplo mencionó el gasto de sumas “colosales” en la guerra de Irak, cuando ese dinero podía dedicarse a mejorar la situación de la sanidad y de la educación en zonas subdesarrolladas del planeta.
Globalización, la “liquidación” del sistema
Autor de obras económicas como Realidad económica y análisis estructural y Los mongoles en Bagdad, está convencido de que hay una incapacidad para usar los recursos de forma racional, excepto para que tengan ventaja quienes dominan, lo que le hace pensar que estamos en la “liquidación” del sistema.
Sampedro criticó con insistencia la globalización económica porque supone que las decisiones se han transferido a las potencias financieras, mientras que no se globaliza la Justicia pues Estados Unidos de América del Norte “no acepta el Tribunal Internacional ni por casualidad”.
Tampoco se globaliza la sanidad, lo cual permitiría atender los problemas del sida en África, sino que la globalización afecta sólo a la economía, lo cual significa “poder mover fondos sin control alguno de un sitio a otro y dedicarlo a lo que se quiera”, manifestó el autor de El mercado y la globalización.
Para el ex funcionario de aduanas que terminó Ciencias Económicas en 1947 con premio extraordinario, la sociedad actual está en un proceso de su desintegración porque sus componentes han funcionado a distintas velocidades, y así la Iglesia “se ha quedado en el siglo XV, la economía en el XVIII, y la política en el XIX con un parlamentarismo superado por los medios técnicos”.
Lo único que funciona a toda velocidad es el progreso técnico y científico, aseveró el ex catedrático de Estructura Económica de la Universidad Complutense de Madrid y ex profesor visitante de las universidades de Salford y Liverpool.
Esta diferencia de velocidades hace que la sociedad esté llena de “inseguridades y miedos” porque se ha producido una aceleración técnica tremenda sin el acompañamiento de una mentalidad adecuada, afirmó.
El que fuera senador por designación real entre 1977 y 1979, también se mostró convencido de que a la cultura actual no le interesa comprender sino hacer, conseguir resultados, algo que comentó que es típicamente norteamericano y que en lugar de “iluminar, deslumbra”.
Falta de comprensión en la política española
En la falta de comprensión trasladada a la política española puso como ejemplo el caso del recluso etarra José Ignacio de Juana Chaos, cuya condena por unos escritos de amenaza le parece injusta.
Recordó que De Juana Chaos fue condenado por unos asesinatos y de acuerdo con una legislación, por la que cumplió condena, pero escribió unos artículos y lo condenaron porque contenían amenazas.
Comentó que un profano como él no entiende que se impongan cinco o seis años de prisión por agredir, pegar o violentar a una mujer y nueve o diez por un escrito “por muy amenazador que sea”.
Por ello, a José Luis Sampedro le parece injusta la condena por unos artículos, así como le pareció justa la que cumplió por unos asesinatos, y que fue impuesta de acuerdo con la legislación vigente en aquel momento.
También habló de la ley de memoria histórica, que considera probablemente insuficiente “porque no rehabilita tanto a la personas” y no comprende que se hayan negado a pedir perdón o disculparse por la dictadura franquista y que Salamanca se niegue el hecho de que Miguel de Unamuno fue concejal.
Este último asunto le deja “estupefacto” y preguntó si Miguel de Unamuno fue un agitador, un revolucionario, un asesino o concejal e insistió en que la ley de memoria histórica hay que hacerla “no para echarla en cara, sino para que evitar en el futuro” lo sucedido en el pasado.
Sampedro reconoció que el fin de un ciclo no es necesariamente malo, pero opinó que ésta es en una etapa de “bárbaros con una técnica brutal”, algo que para Sampedro se comprueba en la guerra de Irak.
Una guerra que para Sampedro es un acto de barbarie que oculta razones de codicia y soberbia y que se ha llevado a cabo en contra de los valores de la civilización, del derecho internacional y de las relaciones humanas.
José Luis Sampedro concluyó la entrevista con la frase “me voy morir pronto pero hasta cierto punto lo haré satisfecho porque no me gusta nada” la situación de “desintegración” del sistema.