El catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza, Túa Blesa, afirmó durante la presentación del libro Los Papeles de Ibiza 35, de Leopoldo María Panero en Madrid que comparar a este poeta y a su hermano Juan Luis Panero con los hermanos Antonio y Manuel Machado es “un disparate”. Respondía así a una pregunta sobre el libro Después de tantos desencantos de Federico Utrera donde se recoge esta cuestión: “No recuerdo ese pasaje de ese libro, pero si se dice eso no puedo decir otra cosa. No tiene nada que ver un caso con otro”, subrayó.
Los otros (los Machado) son dos autores que se institucionalizan como tales desde el primer momento y que realizan una carrera literaria digamos “tópica”. “Eso se podría decir todavía en el caso de Juan Luis Panero, pero en el caso de Leopoldo María Panero en absoluto. Su carrera es la de los obstáculos y las dificultades, en muchos casos puestas por él mismo. En ese sentido no veo el punto donde se pudieran comparar”, destacó.
La Feria del Libro de Madrid 2018 acogió a unos pocos centenares de metros de su domicilio paterno, en la Casa de las Fieras, la presentación de este poemario inédito rescatado por Javier Mendoza. Aunque, durante el acto, Túa Blesa alabó la poesía de su hermano Juan Luis Panero, indicó que la realidad del mercado literaria de la época hizo que el escritor no tuviese un mayor impacto en su momento.
A continuación, tomó la palabra Charo Alonso Panero, prima hermana de los poetas venida desde Canarias. Explicó que Leopoldo María y Michi ya de niños tenían una relación de amor odio, pero se querían muchísimo. “Todo comenzó cuando el escritor, escultor y artista Claudio Rizzo rescató a Leopoldo de Mondragón. Vino Michi a acompañarle pero finalmente lo internó en el Psiquiátrico porque las cosas no resultaron bien con Rizzo y no les dejaba más tiempo su apartamento. Leopoldo se enfadó cuando Michi regresó a Astorga para pasar sus últimos días y morir allí y estuvieron distanciados mucho tiempo”.
Señaló que el último mes “Michi sabía que se iba, me llamaba continuamente para obligarme a que llamase a Leopoldo y le dijese que se iba a morir, con objeto de que Leopoldo lo llamara a él. Y yo le recordé que hacía treinta años que no se hablaban. Cuenta que tuvo la enorme suerte de que el día que llamó al psiquiátrico le dijeron que Leopoldo María estaba alojado en el Hotel Santa Catalina.
“Llamé al hotel y me dicen que está con una señora que vino de Madrid (posiblemente la célebre Marava, según el profesor de la ULPGC Fernando Bruquetas, que fue editor suyo en esa época) que se está quedando aquí. Ese fin de semana dejaron a Leopoldo quedarse con esta amiga. Esta señora nos facilitó las cosas porque se puso al teléfono y le dije que era su prima, que Michi estaba muy delicado”.
La prima de Panero destacó que, cuando se puso al auricular se quedó helada, porque hacía treinta años que no hablaba con él. Y la reconoció: “¿Eres Charito o Marisina?”, preguntó en alusión a su hermana gemela que ya había muerto. “¿Tu eres la que está casada con el poeta Javier de la Rosa?. Le dije que sí y afirmó: Mi hermano es un fresco, ahora que ve que se muere es cuando os llama a vosotros.
“Y contesté: No, tranquilo nuestras diferencias las hemos arreglado, él lo que quiere es que le llames. ¿Pero está muy mal?, preguntó. ”Sí, lo está“. De ahí, hasta que Michi murió, Leopoldo le llamaba continuamente”, afirmó Charo.
Fue la película El Desencanto la que los desunió. “El productor Querejeta tuvo un affair en la Casa Panero en Astorga mientras rodaba la película con Marina Domecq. Cuando mis padres regresan a Madrid están en una gasolinera ven a Juan Luis hasta arriba de ginebra con un malestar horrible. Después Juan Luis me contaba que su mujer se había ido con este hombre. Lo llevamos a Madrid. Hablé recientemente con Carmina Iglesias, la viuda de Juan Luis, y le conté que venía a la presentación del libro de Javi Mendoza. Entonces me dice ella que la frialdad de Juan Luis que tuvo con los hermanos. Los últimos años de Juan Luis cuando ya estaba muy perjudicado en su salud y bajaba las escalares, iba a su despacho y su mujer se preocupaba y le acompañaba, era médico. Veía como para él era una obsesión. Miraba las fotos de sus hermanos cuando eran niños, sus padres, las ojeaba continuamente. Él no se decantó nunca por ellos, era un poco de pose, según sus mujer”.
Sobre la época del poeta en Las Palmas de Gran Canaria, destacó que “fue terrible” pero se acuerda de que cuando fue a su funeral se trasladó hasta la ciudad, primero en barco desde Tenerife y luego en taxi. “Empezamos a hablar mi hermano y yo y el taxista nos dijo: Creo oír que son familia del poeta Panero. Sí somos primos hermanos”. El taxista añadió entonces: “Les voy a decir una cosa, dicen que ese señor estaba mal de la cabeza y que estaba en el psiquiátrico. Pero los taxistas de Gran Canaria lo queremos muchísimo. Es un caballero. Cuando tenía dinero cogía un taxi, cuando no lo tenía también, pero nos decía no te preocupes que yo mañana te lo pago y no sé cómo se las arreglaba pero siempre lo pagaba, nunca nos dejó a deber nada”, recordó.
Su prima contó que cuando llegaron a la ciudad estaban todos sus amigos de la calle, gente muy sencilla, y “solamente” estaba la viuda del poeta Manuel Padorno y habían puesto una bandera republicana sobre el féretro. “Y yo pregunté de quién había sido la idea de poner la bandera republicana. No, es de un amigo de él que dice que es republicano y ha dicho que pone la bandera republicana para que todo resulte más bonito. Ahí empezó nuestro mal sueño, porque hasta día de hoy, ya ayer mi abogado me dijo que ya tenemos el auto para recoger sus cenizas y sus enseres porque hemos tardado cuatro años porque no nos querían dar nada”.
“Cuando fui a recoger el hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria a título póstumo se hizo un acto institucional muy bonito en el Teatro Pérez Galdós. Entonces, llegué allí y la representante de relaciones públicas del Ayuntamiento nos dijo que teníamos que hacer en un ensayo. Llegamos a las 18.00 horas porque había mucha gente. Cuando llegué a la plaza donde estaba el teatro y veo un banco un montón de señores sentados con chalecos amarillos haciéndome gestos con la mano. Y dije ¿Quiénes son estos señores? Y la relaciones públicas me dijo: estos son todos los barrenderos de Las Palmas que están ahí porque querían conocer a la prima de Leopoldo María Panero, ahora se los presento”.
“Y ellos decían: que ilusión que le hagan hijo adoptivo de Las Palmas, queríamos conocer a alguien de su familia. Mire, era genial, como nos enfadábamos con él, traía una bolsa blanca y ahí echaba todo, escupía, tiraba las colillas para no ensuciar”. Hay muchas anécdotas, pero esa fue muy bonita porque le daban el título de hijo adoptivo. Era muy querido y el alcalde dijo unas palabras preciosísimas.
“El estaba todo el día en la universidad con los estudiantes en Filología, se ponía en el bar de la Facultad a declamar y recitar cuando estaba bien. Buscaba librerías y a un amigo librero, iba al teatro Cuyás mucho. Siempre buscaba el mundo que a él le gustaba y dentro de su tristeza fue feliz allí”, explicó.