El asesinato de una estudiante en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria es el punto de partida de la investigación que abre el detective Ricardo Blanco en Mientras seamos jóvenes, de José Luis Correa, que sostiene que “CSI ha hecho mucho daño; mató a Sherlock Holmes”.
En la que es la octava entrega de la serie de Ricardo Blanco, Correa aborda el tema de los maltratos a mujeres: “A veces crees que escoges los temas, pero los temas también te eligen y aunque en novelas anteriores mías había salido de modo tangencial, era un tema que quería tratar porque parece un reflejo del alma humana”, ha dicho en una entrevista a Efe en el marco del festival BCNegra.
Analizando el género, Correa ve normal que en esta edición se hable de la crisis de la novela negra nórdica, siempre dispuesta a recrearse con la truculencia de las muertes.
“La serie CSI ha hecho mucho daño, porque ha quitado cierta magia romántica a la famosa capacidad de deducción de Sherlock Holmes. Se acabó la deducción intuitiva frente a la disección científica pura, que adivina el asesino analizando el ADN de un pelo o una colilla. Eso se carga el análisis deductivo, que en el fondo es un juego con el lector”, sostiene Correa.
Volviendo a “Mientras seamos jóvenes” (Alba), sin parecer fatuo ni petulante, dice Correa que “el escritor trata de reflejar el alma humana, la bondad y la maldad, y los maltratos es un tema delicado porque afecta a la vida cotidiana y doméstica y el inductor es alguien cercano, de tu propia familia, no un enemigo externo”.
A juicio de Correa, “sin ánimo de defender a los hombres, el tema de la violencia machista es un problema educacional. El machismo está por encima del tipo que le pega a la mujer, pues venimos de una sociedad culturalmente machista y estamos intentado cambiar eso, pero ese cambio es mucho más complejo”.
Para dejar clara cualquier posible malinterpretación de la trama, “la figura masculina, el profesor de universidad presuntamente autor del asesinato de la joven, no admite discusión, es un auténtico cabrón, un bellaco, y ni por asomo intentaré justificar al maltratador -incide-, ni siquiera educacionalmente, pero sí intento entenderlo, saber algo más de él”.
Aunque la facultad de su novela es Veterinaria, la más alejada del campus de Humanidades, donde Correa ejerce como profesor de lengua y literatura, “tangencialmente” aborda la burocracia de la universidad, las luchas y rencillas entre departamentos; y el único personaje real que sale en la historia es el rector de la Universidad de Las Palmas, quien le animó a que metiera el centro en alguna de sus novelas.
Superada la ficción una vez más por la realidad, Correa tuvo que suspender el pasado mes de noviembre la presentación de su novela en Las Palmas al aparecer la víspera muerta una estudiante de la universidad de 26 años en la puerta de su casa, con la cabeza abierta.
Afortunadamente, el asesino no se había inspirado en la novela, sino que había sido fruto de una discusión de vecinos, pero en dos semanas la policía había detenido al autor del crimen, quien confesó los hechos. “Siempre me criticaban que en mis novelas la trama se resolvía en dos semanas, y este caso se resolvió en ese tiempo”, apunta.
Al contrario que el Brunetti de Donna Leon que no envejece, Correa siente que su detective se acerca a los 60 años, después de haber empezado con 40 años, cuando era “un vividor y mujeriego y medio canalla, y ahora es un señor que está replanteándose su existencia y hablando de la vejez y el tiempo; tenía que envejecer porque me interesaba un personaje real, vivo”.
Para cuando llegue su jubilación, Correa aventura que “una posible salida de futuro podría ser retomar el personaje del policía Álvarez, ayudante en algunos casos de Blanco, y ubicarlo en el franquismo como hizo Philip Kerr en la Alemania nazi”.
Sobre la crisis de la novela nórdica, Correa ve “lógica” la desafección del público, porque “la repetición de fórmulas lleva a cierto cansancio y hartazgo del lector” y que la mirada vuelva ahora a la novela negra que se hace en el sur de Europa.
El género es además tan amplio, añade Correa, que caben tantas cosas, que el lector busca cosas nuevas, detalles que lo sorprendan, y aquí caben “la violencia machista, que es novela negra doméstica, la corrupción, las pateras, la guerra en Siria y las mafias”.
Es un género que tiene tantas puertas y ventanas, que no se puede agotar al lector con un mismo esquema.
Otro de los atractivos de esa novela negra mediterránea o latina es el disfrute por la gastronomía: “Esa filosofía de reflexionar sobre un caso criminal en la sobremesa es algo que se encuentra de Maigret hacia el sur, en Camilleri, en Vázquez Montalbán”.
Correa trabaja ya en el noveno volumen de la saga, que comenzará de manera espectacular con alguien disparando a Blanco en el zaguán de su casa, una circunstancia que lleva al detective a “reflexionar sobre el paso del tiempo y las ilusiones pasadas, sin ser una novela existencial, una suerte de Camus canario”, bromea.